El efecto “boomerang” de la “campaña del miedo” del oficialismo

Los estrategas de campaña de Unión por la Patria, admiten que la próxima no es una elección en la que se plebiscitará al Gobierno, el oficialismo apuesta a “demonizar” a Juntos por el Cambio con los fantasmas del ajuste sin fin con lo que, paradójicamente, le aporta un incentivo a una coalición envuelta en una dura interna entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, a abroquelarse en defensa de esta embestida.

En las primeras semanas de campaña, Sergio Massa, Axel Kicillof y el resto de los referentes de la coalición oficialista apuntaron sus cañones contra los candidatos de JxC y, en menor medida, contra el libertario Javier Milei, que parece haber perdido peso en las encuestas de opinión. Así, volvieron las referencias a la actuación de algunos dirigentes en la administración que decantó la crisis de 2001 y la que tuvo a Mauricio Macri ocupando el sillón de Rivadavia. Para el mayor armado opositor se trató, de una reedición de “campaña de miedo” que caracterizó la etapa previa al balotaje de 2015.

La forzada armonía en el oficialismo parecería tener un límite en las PASO

Si bien los candidatos de UP hacen hincapié en el rol del estado en la inversión en la obra pública, como pudo verse en los últimos días, no los ayuda transitar la etapa proselitista con un consumo en declive: en mayo las ventas minoristas, según el último relevamiento de CAME, cayeron casi un 3%. El Indec viene de informar una desaceleración de la inflación pero aún la interanual marcha cómoda por arriba del 100%; esto indica que el efecto arrastre en los bolsillos de la suba de los precios está más que vigente. Y en menos de un mes hay que votar.

Según la consultora Invecq, la variable de ajuste de la actual crisis no es el empleo –la desocupación se encuentra en mínimos históricos si se incluyen los planes sociales como trabajo, claro- sino el salario. Comparado con 2017, los trabajadores formales, informales, monotributistas y también los jubilados, muestran importantes caídas en sus ingresos. La licuación que produce la alta inflación -50,7% en lo que va del año- sobre las prestaciones sociales explican porqué el déficit fiscal no se desbarranca aún más. Así y todo el FMI para dar más préstamos o adelantos de desembolsos que corresponderían a 2024, exige el cumplimiento de los compromisos que asumió Massa en la última renegociación de la deuda, fundamentalmente la reducción del déficit del Estado, lo que choca de frente con cualquier “plan platita”.

Aparentar “firmeza”

Esa disputa le sirve al ministro-candidato para aparentar “firmeza” frente a los técnicos del FMI, en un gesto hacia la interna de su propio espacio, hoy apaciguada por las necesidades electorales de un peronismo que aún teme a una derrota histórica.

LE PUEDE INTERESAR

Kicillof y una recorrida de campaña por la Ciudad

LE PUEDE INTERESAR

Probaron el sistema de recuento de votos

Pero a nadie le escapa que el líder del Frente Renovador exagera su dureza con negociadores con quienes trata de mantener un vínculo por demás fluido. Sí la incertidumbre por la demora en el entendimiento, que buscaría oxigenar las arcas de un Banco Central sin dólares, para importar hasta insumos indispensables para que las industrias argentinas sigan abiertas compran con yuanes, la moneda china, en cuanto a las operaciones en el mercado internacional, lo que influye en los costos y por lo tanto acelera la inflación. En consecuencia, el peso se devalúa aun más.

Las críticas están dirigidas a un grupo de dirigentes enrolados en el kirchnerismo duro

En el oficialismo admiten que más allá de las diatribas, habrá que encarar una serie de medidas tendientes a un “ordenamiento” de las cuentas. “Esto sólo lo puede hacer el peronismo sin un caos en la calle”, como desde el Gobierno le explican a los empresarios.

La forzada armonía que expone el oficialismo, con todo, parecería tener una fecha límite: el 13 de agosto. Los resultados de las primarias dirán hasta cuándo podría extenderse esta estrategia. Sin embargo, hay temores en que asomen las grietas internas en la etapa que va hacia las generales del 22 de octubre, es decir, a que un “sector del peronismo” no haga todo el esfuerzo para ganar las elecciones. Las críticas están dirigidas a un grupo de dirigentes enrolados en el kirchnerismo duro que se sentirían más cómodos el año próximo en la “resistencia” a un proyecto que, pronostican, intentaría una nueva “restauración liberal” en el país.

Radicalización del discurso

La radicalización del discurso oficial no hace otra cosa que atenuar los ruidos que acompañan al mayor armado opositor, cuyas energías parecen puestas únicamente en la disputa por las candidaturas, con cruces de acusaciones descalificadoras.

Durante la víspera se conoció el spot de campaña del alcalde porteño que lo muestra como “un gestor” que no quiere “dinamitar” nada para promover medidas que alienten el desarrollo del país y que descree de una conducción “autoritaria” o, como dijo su compañero de fórmula Gerardo Morales, a los “gritos”, en un elíptico mensaje dirigido a la exministra de Seguridad.

Hoy habrá elección en Santa Fe donde el resultado de la feroz primaria entre Carolina Losada, aliada de Bullrich, y Maxi Pullaro, respaldado por el tándem Larreta-Lousteau, expondría hasta donde podría escalar la grieta del armado opositor, que genera dudas en el electorado sobre la capacidad para gobernar del eventual triunfador de la interna que deberá enfrentar a la oposición peronista, sin contar con el imprescindible respaldo de todo Juntos por el Cambio.

La situación económica y social en esa provincia y en todo el país requieren una serena firmeza y unidad de criterios, que lamentablemente no caracterizan en estos días al peronismo ni a la oposición.