Los chicos que saltean comidas, y el desafío urgente de evitarles secuelas en el corto plazo

Entre las mil aristas de las interminables crisis que padece nuestro país, las que afectan directamente a la infancia, y las educativas, son particularmente penosas y casi imperdonables. A esta colección de desolaciones reflejadas periódicamente, desde hace lustros y tal vez décadas, por estadísticas y relevamientos de toda índole, acaba de sumarse otra que incluye una conclusión inquietante: en Argentina, alrededor de un millón de chicos menores de 18 años se van a dormir sin cenar.

El demoledor diagnóstico lo realizó Unicef en la más reciente actualización de su informe sobre pobreza, que suma, además, otro medio millón a la cifra total de nenes que se saltean alguna comida por motivos económicos. El spot publicitario que creó la organización internacional para crear conciencia y complementar su nueva campaña es dramático, pero lo más dramático es imaginar esa escena multiplicándose en centenares de miles de hogares de bajos ingresos.

“La mala nutrición infantil tiene consecuencias devastadoras tanto para los niños que la padecen como para el país en su conjunto. Es, en términos simples, como hipotecar su futuro, y además genera un impacto negativo en el porvenir sanitario y económico de toda la comunidad” advierte la especialista local en el tema Cecilia Bandiera: “en casos de deficiencias crónicas, especialmente las proteicas, los nenes alcanzan una menor altura y no logran desarrollar su máximo potencial genético. Además, su capacidad física y desempeño intelectual se ven disminuidos, lo que a largo plazo afecta la productividad del país”.

“Que los chicos salteen una comida es la estrategia última a la que apelan los hogares”

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“El dato nuevo que aporta nuestro informe es el del millón de chicos que están en la cama sin cenar” explica Carolina Aulicino, oficial de Políticas Públicas de Unicef: “lo incluimos este año en la encuesta y no tenemos el mismo parámetro para comparar, pero llegamos a esa conclusión a través de otra pregunta que ya veníamos midiendo en 2023 y acá mantuvimos. Es la que interroga si se saltean alguna comida diaria, que puede ser cena, el almuerzo, el desayuno, o la merienda”.

“Cuando combinamos las dos preguntas, la de si se van a dormir sin cenar con la de si se saltean alguna comida, ahí es cuando nos da un millón y medio de chicos” señala Aulicino: “es decir, ese millón y medio incluye tanto a aquellos que se van a dormir sin cenar, como aquellos que eventualmente pasan el día sin almorzar, o no meriendan o desayunan por falta de ingresos”.

Las respuestas acerca del impacto práctico, real, de esas carencias, tienen matices pero apuntan a similares consecuencias. De no revertirse, redundarán a partir del corto a mediano plazo -cinco, diez años- y desde allí, en toda la vida, en acotadas oportunidades para el pleno desarrollo intelectual, el aprendizaje ágil, la destreza y la fortaleza física, la prevención de enfermedades como la diabetes y la obesidad, y todas sus consecuencias.

“La mala nutrición en etapas tempranas de la vida tiene un impacto duradero tanto en el desarrollo físico como intelectual. Por eso, es crucial garantizar una dieta variada y completa que no sólo satisfaga las necesidades energéticas, sino que también proporcione todos los nutrientes esenciales” destaca la licenciada en Nutrición María Florencia Herrera: “En cuanto a las comidas diarias, es especialmente relevante para los niños que se realicen de manera satisfactoria en cantidad y calidad tanto el desayuno como el almuerzo, la merienda y la cena, porque atraviesan fases de crecimiento acelerado -como el pico puberal que suele ocurrir entre los 12 y 13 años- donde los requerimientos nutricionales son particularmente elevados”.

“No podemos pasar por alto que en paralelo con el aumento en la pobreza, la indigencia y el hambre, se observa un fuerte y sostenido incremento en los casos de obesidad” revela la platense: “según datos de la Organización Mundial de la Salud, en la actualidad el 60% de los argentinos tiene sobrepeso. Esto refleja una realidad preocupante sobre la alimentación en el país”.

“La complejidad de la desnutrición infantil se ha agravado en los últimos años con la irrupción del sobrepeso y la obesidad en todas las edades, junto con la evidencia de déficit de micronutrientes, lo que plantea nuevos desafíos para las políticas de salud pública” coincide Cecilia Bandiera: “estos niños están en mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como obesidad, diabetes, hipertensión arterial y dislipemias en el futuro”.

La especialista formada en la Fundación Favaloro aclara que “no existe una comida en la jornada que sea más importante que otra; lo fundamental es realizar al menos tres, y si son las cuatro ‘tradicionales’, mejor. Y deben incluir a diario proteínas (huevos, queso, carnes, legumbres), hidratos de carbono complejos, verduras, frutas y lácteos. Como seres omnívoros, cuanto más variada sea la dieta, más completa será su composición nutricional”.

El principal spot visual de la campaña de Unicef bautizada “El hambre no tiene final feliz”, es devastador: una mamá acuesta a su hijo, que le pregunta “¿Por qué hoy nos vamos a dormir sin cenar?”, y ella responde con un cuento en el que la heladera también se tiene que ir a descansar.

“Creo que debe haber pocas cosas más movilizadoras y desesperantes que recibir en el aula a un nene que sabés que no viene bien comido, o directamente te dice que tiene hambre” confía Gisela, una docente que ocupa un cargo directivo en una escuela del sur de la periferia platense. La maestra, que prefiere no revelar su identidad, señala que “es difícil dimensionar en el día a día cuánto condiciona eso su desarrollo psicofísico y el rendimiento en clase, porque no son casos de desnutrición ‘clásicos’, pero si están pensando y deseando comer, les va a costar más todo”.

“Que los chicos salteen una comida es la estrategia última que deben asumir los hogares, luego de haberse endeudado, haber restringido otros consumos básicos como salud, transporte, educación, haber restringido el consumo de alimentos de las personas adultas del hogar y haber modificado la variedad de las dietas”, secuencia Carolina Aulicino los modos de sustitución y supervivencia que llevan adelante los hogares: “se recorta el consumo de alimentos centrales para la nutrición de niñas y niños como carne, verduras, frutas y lácteos, y aumentan los más baratos y menos nutritivos como fideos, harina y pan”.

“Para las familias con recursos limitados, es crucial aprovechar los alimentos accesibles y nutritivos disponibles” subraya en este sentido Cecilia Bandiera: “las legumbres, como lentejas, porotos y garbanzos, son opciones que no deberían faltar en los hogares con menores ingresos; combinadas con verduras y preparadas en guisos, por ejemplo, proporcionan una excelente fuente de proteínas y otros nutrientes esenciales”.

De no revertirse, habrá secuelas que atentarán contra el pleno desarrollo intelectual

Flor Herrera indica que “es fundamental que la alimentación sea suficiente para cubrir el gasto energético de la persona, completa en macronutrientes -hidratos de carbono, proteínas, grasas- y micronutrientes -vitaminas, minerales, fibra, agua-; en el caso de los niños, es especialmente crucial, ya que su metabolismo basal y el gasto por actividad requieren una cantidad adecuada de calorías. No cumplir con estas necesidades podría significar que no se está cubriendo la energía necesaria para su desarrollo”.

En las góndolas, afirman las nutricionistas, pueden hallarse alternativas para sumar a la dieta cotidiana que no son prohibitivas por su precio ni imposibles de conseguir, y que ante un presupuesto ajustado pueden complementar o reemplazar parcialmente las harinas, los almidones, los azúcares y los ultraprocesados.

“Se recomienda consumir de tres a cuatro porciones semanales de legumbres (entre 20 y 30 gramos por porción), que al mezclarse con arroz y verduras ofrecen proteínas de alto valor biológico” precisa Bandiera: “las legumbres son ricas en fibra, vitaminas B y E, potasio, calcio, magnesio, hidratos de carbono complejos y proteínas, convirtiéndolas en alimentos muy completos y accesibles. Y otro alimento que no debe faltar en la mesa es el huevo, una fuente de proteínas de alto valor biológico. Un maple de huevos (30 unidades) tiene un costo significativamente menor que un kilogramo de carne, lo que los convierte en una opción económica y nutritiva”.