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El tenis va al cine: àngulos, fuera de campo y el amor como “nada”

El jueves se estrena en los cines “Desafiantes”, tenso triángulo amoroso y deportivo dentro y fuera de los courts. Es parte de una tendencia: el deporte blanco llega cada vez más a la pantalla

El tenis va al cine: àngulos, fuera de campo y el amor como “nada”

El triángulo amoroso de “Desafiantes”

21 de Abril de 2024 | 08:16
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El tenis, escribió el gran crítico francés Serge Daney, es el deporte que mejor se traduce a la televisión. “Todo lo que ocurre es visible para todos: el tiempo de ver, el tiempo de comprender, el tiempo de juzgar, el tiempo de reaccionar, se pliegan uno sobre otro”, afirmaba Daney. En la pantalla tenística, decía, veíamos con claridad cómo un partido se deshacía, como una estrategia triunfaba, cómo un cuerpo se aflojaba y se instalaban los nervios. A la vez, “el tenis, más que muchos otros deportes, produce la imagen emblemática más clara y legible del deporte moderno: una violenta telescópica del dinero, el cuerpo y el poder”.

Y, agregaba, hay una razón más, de índole estética, para que esta traducción del tenis a la pantalla funcione: “sería posible hacer coincidir los límites de la cancha y las fronteras del encuadre: en última instancia, las pelotas fuera estarían fuera de cuadro. Los cinéfilos encuentran en esto un alimento para la fantasía, al menos esa variedad de cinéfilos, todavía común, cuyo placer cinematográfico depende del vaivén entre lo que está dentro y fuera de cuadro”.

Pero Daney no explicó, sin embargo, cómo un deporte que “perdía tan poco y ganaba tanto” con la televisión no tenía buenas traducciones en el cine, el medio al que le dedicó su vida. Seguro, el tenis aparecía, cada tanto, en la pantalla grande, desde los días de “Extraños en el tren” de Hitchcock y “Hard, fast and beautiful”, de Ida Lupina. Estaba allí el deporte blanco en “Match Point”, de Woody Allen, también en “Los excéntricos Tenenbaum”, de Wes Anderson, o en “Amor en juego”, de Anthony Harvey. Incluso en el cine de Lucía Seles, que abrió el Bafici esta semana. Pero el tenis era ante todo una excusa, una metáfora para hablar de otras cosas: poco del juego, casi nada de la belleza de sus movimientos exactos, su creatividad infinita, de la belleza de las cosas en movimiento con sentido (como escribió David Foster Wallace, el cuerpo de Federer actúa con sentido, con una precisión, una economía de movimientos, que el resto de los cuerpos, los nuestros, no parece alcanzar nunca).

La tendencia se está revirtiendo, sin embargo: en los últimos años han aparecido una serie de películas que no han temido filmar el tenis, sin miedo a replicar el lenguaje televisivo de las transmisiones, y sumando ángulos sólo posibles en el cine (por ahora). Parte de esa tendencia es “Desafiantes”, última película de Luca Guadagnino, el cineasta de “Llámame por tu nombre”, que llega el jueves a las salas.

En el filme, Zendaya interpreta a Tashi Duncan, una ex prodigio del tenis convertida en entrenadora por una terrible lesión, y una fuerza de la naturaleza que no se disculpa por su juego dentro y fuera de la cancha. Casada con un campeón en una racha de derrotas (Mike Faist), la estrategia de Tashi para la redención de su marido da un giro sorprendente cuando debe enfrentarse al fracasado Patrick (Josh O’Connor), su ex mejor amigo y ex novio de Tashi.

El tenis, claro, ofrece un escenario perfecto para el enfrentamiento romántico, ya desde su lenguaje. “Love” es nada, cero, irónicamente, en el puntaje en inglés. Y, además, la cuestión se dirime uno contra uno, como en el boxeo. De alguna forma, “Desafiantes” recuerda a “Wimbledon”, una de las primeras películas que filmó el tenis este siglo: sin gran innovación a la hora de los partidos, la azucarada pero muy rica comedia romántica con Paul Bettany y Kirsten Dunst consiguió dotar de emoción a la historia de un tenista al borde del retiro, encendido otra vez gracias al romance fuera del court.

Mano a mano hemos quedado

El enfrentamiento mano a mano puede ser escenario de batallas románticas, pero también de duelos por la igualdad el género, como mostró la excelente “La batalla de los sexos”; o peleas por la igualdad racial, como “Rey Richard” (se puede ver en Max). Como decía Daney, lo que ocurre fuera de la cancha se refleja claramente en la cancha de tenis, hecha de cuadrados que encuadran perfectamente el conflicto, que explican a la perfección lo que está en juego.

Es, de hecho, uno de los grandes atractivos del deporte en sí, más allá de su traducción a la pantalla: por ser un juego individual, y por la red que separa como un abismo a los competidores, ha dado algunas de las rivalidades más teatrales de la historia deportiva. Pocas como Borg contra McEnroe, un duelo de estilos que parecía escrito para el cine, y que Hollywood llevó hace un lustro a la pantalla grande.

“Borg/McEnroe” es una de las grandes películas de tenis de la historia, concentrando en un partido, en un momento, la lucha deportiva de dos hombres. Un ensayo sobre la presión, filoso como una espada gélida, que recreó punto a punto aquella final de Wimbledon en la que Borg consiguió su quinto Wimbledon, hasta entonces record.

El partido es central también en dos documentales sobre McEnroe: el más reciente, más tradicional, se puede ver en Max, y se compone de entrevistas e imágenes de archivo, similares a otros de los muchos documentales sobre el deporte. Vilas tiene el suyo, en Netflix, también Serena (“Being Serena” en Max, “Serena vs. The Umpire” en Star+), y Naomi Osaka lanzó el suyo en la N roja, que dedica una serie de dos temporadas al circuito profesional.

Experimentando con el tenis

Pero mucho más interesantes que estas aproximaciones convencionales al tenis es lo que hizo Julien Faraut en “McEnroe: in the realm of perfection”, ensayo documental que utiliza preciosas imágenes de archivo de McEnroe, en Roland Garros, en 1984, y muestra cómo el estadounidense se deshilacha en su búsqueda de perfección.

Es, otra vez, una manera de usar al tenis para hablar de otras cosas. Como lo que hizo hace tiempo el portugués Miguel Gomes, en su corto “31”, que con leve surrealismo, cierto erotismo indolente y el trasfondo brutal de la lucha de clases, sigue a una pareja que parte, con un carrito de supermercados, de la cancha 31 hacia la aventura, va estableciendo conexiones improbables entre “El mago de Oz” y el fin de la dictadura portuguesa, entre el cine mudo y las exuberantes bandas sonoras made in India.

También otro documental, disponible en Star+, utiliza al cine de excusa: en “Subject to Review”, Theo Anthony filma el detrás de escena del Ojo de Halcón, el VAR del tenis, para revelar cómo toda herramienta de justicia y medición es humana, falible, sesgada.

Ejercicios que enorgullecerían a Jean-Luc Godard, el mismo aficionado al tenis, y que comentó en varias ocasiones que tenía en mente grabar “una especie de saga sobre un tenista que llegaba a la calificación de Roland Garros con poco dinero en el bolsillo y cuyo principal problema era encontrar un hotel barato en París”.

Nunca llegó a grabarlo, pero su afición al tenis inspiró en 2002 al español Guillermo García-Ramos, que dirigió junto a David S. Truncheon “Tenis con J. L. G. – Buscando a Godard”, un mediometraje de 50 minutos a caballo entra la comedia absurda y el ensayo experimental, donde realizan varias entrevistas a personajes relacionados con el tenis y con el cine, para intentar acabar en la casa de Suiza de Godard jugando un partido con él.

“Desafiantes”, película tenística de Luca Guadagnino, con Zendaya, llega el jueves a La Plata

 

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Zendaya juega al tenis

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