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Eduardo "Teddy" Williams siempre se desmarca con su imagen cinematográfica: ahora, filma el viaje de algunas vidas al margen con una cámara 3D, yendo de Taiwán a Sri Lanka
Pedro Garay
pgaray@eldia.com
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No es fácil contar cómo es una película de Eduardo “Teddy” Williams. Podríamos decir que el cineasta propone experiencias visuales diferentes, a partir de una observación fluida, de tomas largas, sobre sujetos en los márgenes: su cámara sigue a estas personas en aventuras a veces oníricas, a veces abrumadoras, dentro de redes físicas y virtuales. Conexiones. Y desconexiones. En un mundo precarizado y atravesado, como las imágenes que propone Williams, por ese dislocamiento de lo real que ocurre en el mundo virtual.
De todo eso hay algo en “El auge del humano 3”, su secuela a la galardonada “El auge del humano” (no hay parte dos), y sin embargo la experiencia, que se verá en el FICPBA mañana y que se estrenará el próximo jueves 12 en algunas salas porteñas (habrá además una retrospectiva del autor, el fin de semana, en el porteño Cine Cacodelphia), es mucho más vasta y profunda. “Diferentes grupos de amigos vagan por un mundo lluvioso, ventoso y oscuro. Pasan el tiempo juntos, intentando alejarse de sus deprimentes trabajos, serpenteando constantemente hacia el misterio de nuevas posibilidades”, reza la sinopsis: es un esbozo de trama que apenas adelanta una película filmada con cámara 3D, atravesada por el dronar de la vida moderna, un relato difuso que atraviesa Perú, Sri Lanka y Taiwán (el de Williams es un cine de viajes: la primera parte iba de Mozambique a Filipinas, pasando por Argentina) y que se enrarece y desconfigura los cánones de la imagen cinematográfica en el camino.
El propio cineasta no quiere definirla. “Si le ponés palabras vos, mejor”, dice Williams, en diálogo con EL DIA. “No me gusta mucho definir, y no intento mejorar en eso: lo hago un poco, en entrevistas, pero resumir la película en palabras me cuesta y a la vez es lo que me gusta del tipo de películas que intento hacer”.
¿Qué es, entonces, finalmente, “El auge del humano 3”? Un viaje, pero quizás a ninguna parte, de vidas aparentemente precarizadas. Una aventura cinematográfica, también. “Siempre es una aventura nueva, y cada lugar trae sus cosas buenas y sus complicaciones. Me gusta hacer ese tipo de películas, el proceso me parece interesante, no solo el resultado”, cuenta Williams.
Esta vez, como la aventura era más ambiciosa, el proyecto de Williams precisó de aportes del INCAA. Y descubrió, cuenta, que “el dinero no solucionó tantas cosas como creía”.
De todos modos, “somos una producción acostumbrada a viajar con muy poco: desde que uno no tiene un peso hasta que uno tiene un poco más de plata, uno siempre tiene que lidiar con las limitaciones”.
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- Lo primero que ve el espectador es una imagen no habitual en el cine, producto del uso de la cámara 360°: se parece más a Google Maps. ¿Por qué decidiste usar esa cámara?
- En mis películas siempre usé cámaras diferentes, y cada vez que elijo una cámara tengo curiosidad sobre cómo usarla, qué me permite hacer. Había hecho un corto, “Parsi”, y ahí usé por primera vez una cámara 360°. Lo que me dejó esa experiencia fue que en posproducción encuadré la película usando los anteojos de realidad virtual: veía ahí las imágenes, y movía la cabeza según lo que miraba, y eso es lo que quedaba grabado. Entonces, el encuadre no estaba decidido durante el rodaje y con la cámara: se graba la película sin encuadrar y el encuadre se hace después, y no lo hice con mis manos, sino con la cabeza, para encuadrar muevo la cabeza y eso queda grabado. Entonces, es muy diferente lo que uno decide mirar o no. Y el encuadre, la mirada, en una película, es muy importante. También cambia el estado mental en el que estoy: no es lo mismo decidir un encuadre en un rodaje, donde mi cerebro está ocupado en mil cosas, que hacerlo en posproducción, donde puedo tener toda mi mente dedicada a eso. Así que me interesó explroar ese proceso en un largo: ese fue el puntapié. En ese proceso, descubrí cosas buenas y malas, limitaciones y posibilidades: el tipo de imagen que da la cámara nos remite imagen que hoy son bastante comunes para mucha gente, parecida a Google Maps, a los videojuegos, a las cámaras de seguridad; es una imagen extraña para una película, pero muy común en otro contexto, y trae ese doble peso, está lidiando todo el tiempo entre lo extraño y lo común, que siempre es difícil de separar.
- La imagen que resulta choca de frente con las expectativas de la imagen cinematográfica, con la idea estandarizada de lo que es la imagen en el cine. ¿Es parte de tu proyecto trabajar contra esa imagen?
- Siempre tuve esa idea de traer una imagen nueva, de diferentes maneras: cuando usaba 16mm tenía también esa curiosidad, porque obviamente la imagen no es solo la herramienta que uno usa sino la lógica de la película. Desde qué cámara usar hasta qué tipo de película hacer, siempre me interesó traer una intención de originalidad. Yo consumo películas, pero también otro tipo de videos, y si hago algo, me interesa que sea algo diferente a lo que ya existe: para traer algo que ya existe, que sea una repetición, haría otra cosa. Así que siempre estuvo en mi interés en el cine la posibilidad de traer un tipo de imagen diferente a la que estamos acostumbrados a ver, y que eso nos traiga preguntas.
- En tus películas te acercás a vidas precarizadas en pantallas. A la vez, hay una utilización de tecnologías diferentes: es casi un choque de mundos entre personas al margen y tecnologías nuevas, que incluso quizás colaboran con esa precatización.
- Pienso que la precarización es culpa de los humanos, no tiene nada que ver la tecnología. Obviamente que se usa la tecnología para precarizar más a las personas, pero no es porque existe la tecnología: es porque la gente que tiene poder siempre está viendo cómo mejorar esa precarización. No es que gracias a la tecnología va a haber menos trabajo: gracias a las personas que deciden sobre eso va a haber menos trabajo. Y si no estuviera esa tecnología, inventarían otra para seguir precarizando. En ese sentido, desde un lugar muy pequeño, ínfimo, intentamos que las condiciones de trabajo sean lo más justas posibles, que todos trabajan de una manera en la que yo trabajaría.
- La película tiene fondos del INCAA. ¿Cómo ves todo lo que está ocurriendo con el Instituto?
- Es una situación preocupante. Yo me inventaré la manera de sobrevivir, no es que uno se preocupa por el futuro de uno, la preocupación es la cultura en general: todo el mundo pierde cuando hay un país que desfinancia la cultura. No es novedad, ni es un problema de Argentina, pero ahora parece que en Argentina está llevado a un extremo, de una manera más despiadada que antes.
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