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Las llamadas desde el infierno

Se afirma la hipótesis de que los contactos telefónicos entre los pasajeros del vuelo 93 del avión de United Airlines impidieron que se concretara otro atentado. Una rebelión contra los aeropiratas habría frustrado el intento

Las llamadas desde el infierno
14 de Septiembre de 2001 | 00:00
Thomas Burnett llamó a su esposa cuatro veces desde el avión de United Airlines que hacía el vuelo 93 y había sido tomado por aeropiratas. La conversación no pudo ser más escalofriante: su marido le dijo que él y otros pasajeros "vamos a hacer algo". Ni adiós le dijo.
"El iba a regresar. No iba a abandonarnos. Iba a resolver este problema y regresar a casa", afirmó su viuda, Deena Burnett, en entrevista llevada a cabo el miércoles desde su residencia cerca de San Francisco.
Minutos después de su última llamada, el vuelo 93 se estrelló en un maizal en el sudoeste del estado de Pensilvania. Algunas autoridades han conjeturado que el objetivo de los aeropiratas podrían haber sido la Casa Blanca o Camp David, complejo vacacional de los presidentes, e incluso el Air Force One, el avión presidencial. Deena Burnett se siente confiada en que su esposo participó en algún tipo de incidente ocurrido en el avión que evitó que la nave cayera sobre uno de esos símbolos del poder de Estados Unidos.
Ella cree que después de que le relató a su esposo lo acontecido en el Centro de Comercio Mundial, en Nueva York, él y otros pasajeros decidieron dar un giro a la situación. "Podría ser que nunca sepamos con exactitud cuántos lo ayudaron o qué hicieron, pero no tengo duda que ese avión se dirigía hacia algún edificio importante o monumento y que lo que hizo Tom o lo que hicieron los que lo ayudaron, sirvió para salvar muchas más vidas", agregó. "Me siento tan orgullosa de él y tan agradecida".
Otro pasajero, Jeremy Glick de 31 años, también pudo comunicarse con su esposa por teléfono celular. Su tío, Tom Crowley, dijo que Glick y otros de los 45 que estaban a bordo de la nave aparentemente se decidieron a luchar hasta las últimas consecuencias. De las cuatro caídas de aviones del martes, sólo el vuelo 93 no causó víctimas en tierra. El representante a la Cámara federal, John Murtha, de Penslvania, dijo que "alguien hizo un heroico esfuerzo para evitar que el avión cayera en un sector poblado. He llegado a la conclusión que hubo una pelea y que uno de los pasajeros decidió que 'de todas maneras voy a morir, así que es mejor que lo haga caer aquí".
Cuadrillas de investigadores lograron localizar la caja negra de éste avión y también han percibido señales de las del avión que atacó el Pentágono, pero aún no han podido rescatarla porque se encuentra en el lugar donde se produjo el derrumbe. El avión que cayó en Pensilvania había despegado del aeropuerto de Newark, en Nueva Jersey, en dirección a San Francisco, a eso de las 8 de la mañana (9 de la Argentina), pero cuando se acercaba a Cleveland, dio un giro súbito de regreso hacia el este, perdiendo altura, mientras se dirigía hacia Washington.
Deena Burnett se había levantado la mañana del martes como cualquier otro día, para enterarse de inmediato que dos aviones se habían estrellado contra las torres gemelas del Centro de Comercio Mundial en Nueva York. De inmediato pensó en su marido. Su suegra la llamó para preguntarle si él la había llamado. Luego recibió otra llamada. Era Tom. "El me dijo, 'Deena'. Le pregunté '¿Estás bien?' Y el me respondió, 'No'. Supe de inmediato que estaba metido en el embrollo. "Me dijo, 'Estoy en el avión, el avión ha sido secuestrado y han acuchillado a un tipo. Dicen que tienen una bomba. Te agradeceré si llamas a las autoridades'". Ahí colgó.
Deena llamó al número de emergencia de la policía local y su llamada fue transferida al FBI. Hablaba con el FBI cuando le llegó la segunda llamada. "En la segunda llamada le dije sobre lo sucedido en el Centro de Comercio Mundial, y se mostró curioso sobre el hecho y comenzó a hacerme preguntas. Quería que le diera toda la información que tuviera, que le pudiera ser de ayuda", relató la mujer. En su última conversación, Burnett, de 38 años, le dijo a su esposa que él y otros pasajeros iban a tomar acción. "Le rogué que se sentara y que no llamara la atención hacia su persona, y él me dijo 'no'", dijo la esposa. "Jeremy y los otros se enteraron sobre los vuelos que cayeron en el Centro de Comercio Mundial y decidieron que si su destino era morir, que lo harían peleando", relató Crowley.

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