La casa Beige estuvo de remate y se despidió de sus objetos

Estanterías de roble, cajas registradoras, maniquíes, ventiladores de pie, espejos, matafuegos, escaleras, banquetas, escritorios. Todo junto y con precios cambiantes. Algunos objetos arrancaron valiendo 20 pesos y terminaron costando más de 200. Otros, como un juego de perchas de madera, empezó en los cinco pesos y a duras penas alcanzó los treinta. El escenario elegido para la subasta fue la vieja casa Beige, que bajó sus persianas en marzo del año pasado, y todo lo que se remató fue el histórico mobiliario que tuvo la tienda durante sus casi seis décadas de vida.
El remate comenzó poco minutos después de las diez y se extendió hasta las 19, tiempo en el que se ofrecieron algo más de 600 lotes y cerca de 800 personas pasaron por el inmenso local de dos plantas y subsuelo ubicado en diagonal 80 y 48. Muchos lo hicieron con el propósito de llevarse un objeto pintoresco para su casa o algún equipamiento para su comercio, pero no faltaron los curiosos que, simplemente, quisieron estar presente en el adiós final a uno de los negocios más tradicionales que supo tener nuestra ciudad.
"La que vino es gente que no suele estar en las subastas", comentó con mirada avezada Carlos Mugnolo, el martillero encargado del remate, y remarcó que "se nota que la mayoría son personas que no están acostumbradas a este tipo de eventos. Son curiosos que quieren llevarse un recuerdo o mirar lo que quedó de la antigua casa Beige".
Este tradicional negocio, hay que recordar, tuvo sus años de esplendor durante la década del 50 de la mano de una familia porteña -los Levy-. Por esos tiempos era frecuente que la firma ganara premios por la decoración de sus vidrieras, en competencias que organizaban las instituciones platenses con motivo de celebrarse las fiestas navideñas o los aniversarios patrios.
De esos certámenes participaban los comercios más prestigiosos de la Ciudad, como Gath y Chaves, las tiendas Buenos Aires y El Siglo, La Parisina, La París; las sederías La Epoca, Lestard, Los Cyclamen, Bignoli, Cavalletti, Norland, o el bazar Parietti. Pero el tiempo fue pasando y la casa Beige no pudo contra la recesión económica y, sobre todo, contra la dinámica de otra época que impusó una competencia feroz.
"Lo único que puedo sentir es tristeza", reconoció Silvia Chami, una de las dueñas de la tienda y nieta de su fundador. Mientras lo hacía, miraba con ojos vidriosos el ir y venir de objetos y escuchaba los precios que iban subiendo a medida que el martillero apuraba a la gente con el clásico "¿quién da más...?". "Acá tengo toda una historia de vida junto a mi familia. Pensar que llegamos a tener 25 locales y el taller de corte de prendas más grande de la Argentina. Ahora veo en lo que terminó todo y me siento terrible".
En lo que terminó todo, como dice Silvia, fue una de las subastas más importantes que se realizó en la Ciudad en este último tiempo. Y también la más curiosa: "los valores superaron todas las expectativas -reconoció al final de la jornada Ricardo Pasquevich, otro de los martilleros-. Los objetos terminaron llevándose a cualquier precio, carísimos, lo que da la pauta que para la gran mayoría esto tenía un valor sentimental más que económico. Una mesa de cedro que no cuesta más de treinta pesos, por ejemplo, se terminó rematando a 300 pesos. Una locura".