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Información General |Cuatro historias entre un millon

Entrega y vocación de servicio, otra forma con que ellas brindan amor

Si existe un denominador común en las elecciones laborales de millones de mujeres, es su capacidad de brindarse a los demás

8 de Marzo de 2017 | 02:50
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“Son sentimientos, impulsos que una sigue y que recién logra entender con el paso del tiempo”, dice Ana Cires al explicar qué fue lo que hace veinte años la llevó a elegir la misma profesión que su mamá. Enfermera en el servicio de Onco-hematología del Hospital Italiano, ella y sus compañeras trabajan todos los días atendiendo a mujeres en quimioterapia para ayudarlas a vencer su enfermedad. Aunque ha pasado gran parte de su vida formándose profesionalmente para ofrecerle a los pacientes lo mejor de sí, Ana dice que con el paso del tiempo se dio cuenta de que su verdadera vocación no es la enfermería sino el amor.

Amor es una palabra que también menciona Marianela Vingani (34) al explicar lo que hace. Bombera voluntaria, instrumentadora quirúrgica, estudiante de enfermería y mamá de dos nenes de 6 y 11 años, ella reparte su vida entre los rescates -a los que acude junto con su marido, también bombero-, las exigencias profesionales y los quehaceres del hogar. Aunque reconoce que algunos de sus días son realmente demenciales y que nunca le sobra un minuto para nada, Marianela asegura que en la vocación de servicio terminó encontrando finalmente su fórmula de la felicidad.

Con 23 años de vida y cuatro como maestra, también Erika Hovinga siente su trabajo como una oportunidad para dar. “En realidad no estaba en mis planes ser maestra -confiesa-. Había empezado a estudiar la carrera de traductorado de inglés y me sentía muy frustrada por la situación del país. Fue en ese momento que alguien me dijo que para cambiar el mundo lo mejor que podía hacer era enseñar. Al poquito tiempo cambié de carrera y desde el primer día que estuve frente a una clase supe con absoluta certeza que ésa era mi vocación”.

Docentes, enfermeras, bomberas, policías, asistentes sociales, médicas ... si existe un denominador común en las elecciones profesionales que movilizan a diario a millones de mujeres en el mundo es precisamente su vocación por servir. De ahí que quizás una de las mejores formas de homenajearlas en su Día sea contar las historias de algunas de ellas que eligieron en algún momento dejar de lado intereses personales para jugarse por esa vocación.

Con el corazon

El 22 de febrero pasado, alrededor de las 10 de la mañana, Yésica Amigo patrullaba con su compañero de servicio -quien también es su marido- un sector de La Matanza cuando recibió un aviso de radio indicándoles acercarse a un domicilio particular. Unos minutos antes una vecina había llamado al 911 para denunciar que en un terreno lindero a su casa una chica de 15 años acababa de dar a luz sola y no paraba de llorar un bebé.

“En los ocho años que llevo en la Policía me han pasado millones de cosas: asistí partos, rescaté chiquitos abandonados en la calle, trabajé en la comisaría de la Mujer.... pero jamás me había tocado vivir una cosa similar”, cuenta Yésica, quien acudió con su compañero al domicilio indicado esperando encontrarse con una parturienta, pero al llegar al lugar resultó que no había ninguna chica ahí.

“Como la vecina insistía en que hasta hacía unos minutos había estado llorando un bebé, nos asomamos por la medianera para ver pero no había nada que nos llamara la atención. Nos quedamos en silencio intentando escuchar algo, y nada. Fue en ese momento que a mí me pareció oir algo, aunque dudé porque nadie más lo había escuchado. Tal vez lo escuché con el corazón”, dice Yésica, que hace apenas ocho meses también fue mamá.

Lo cierto es que movidos por esa corazonada, ella y su marido saltaron la medianera y comenzaron a remover los pastizales y las chapas desparramadas que había en aquel terreno hasta que ya no tuvieron ninguna duda de que en el lugar había un bebé. Se trataba en realidad de una beba de apenas horas de vida. Estaba enterrada en un pozo de unos veinte centímetros de profundidad, completamente cubierta con tierra y escombros, pero aún así no dejaba de luchar.

“Apenas la encontramos nos largamos a llorar los dos -cuenta Yésica-. Empecé a los gritos. Fue mi marido el que me tranquilizó. En general no es común en la Policía que marido y mujer trabajen juntos, pero nuestro jefe, el subcomisario Pagés, nos lo permitió porque nos llevamos súper bien. Y la verdad es que agradezco que en ese momento me haya tocado estar con él”.

Días atrás, la sargento Yésica Amigo y el oficial de Policía Matías Basile, integrantes del Comando de Patrullas La Matanza Sur, fueron condecorados con la Orden “San Miguel Arcángel” por las autoridades del ministerio de Seguridad. Se trata de la mayor distinción que otorga la Policía de la Provincia a sus miembros que se destacan por su vocación por servir.

 

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