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“Tarde para morir joven”: la melancolía adolescente al natural

En su segundo largo, que se estrena hoy en el EcoSelect, Dominga Sotomayor filma una delicada historia sobre la adolescencia

“Tarde para morir joven”: la melancolía adolescente al natural

Demian Hernández viaja en moto al peligro en “Tarde para morir joven” / Zylberberg Prensa

25 de Octubre de 2018 | 03:45
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Es un placer ingresar al mundo nostálgico, de atardeceres, naturaleza y sentimientos adolescentes encontrados, de “Tarde para morir joven”, el segundo trabajo de la talentosa cineasta chilena Dominga Sotomayor, que llega hoy al Cine EcoSelect del Centro Cultural Islas Malvinas en simultáneo con su estreno en capital federal y tras haber sido premiada en el prestigioso festival de Locarno con el Leopardo a mejor dirección, entregado por primera vez a una directora mujer.

La cinta, que se proyectará hasta el próximo miércoles, todos los días (excepto el sábado) a las 17, tiene lugar durante el verano de 1990 en Chile: un pequeño grupo de familias vive en una comunidad aislada a los pies de los Andes, construyendo un nuevo mundo, lejos de los excesos urbanos, con la libertad que aparecía tras el final reciente de la dictadura.

En este tiempo de cambios, Sofía, Lucas, de 16 años, y Clara, de 10, vecinos de la comunidad, viven sus primeras desilusiones y miedos en “una película acerca de crecer en un período de grandes cambios, y que para mí tiene que ver con la nostalgia y la desmitificación de un período. Es una historia de coming of age, tanto para los personajes, como para una sociedad, Chile, que estaba en un proceso de dolor después de la dictadura”, dice su directora.

Sotomayor “quería explorar una forma libre y abierta, cercana a la naturaleza misma de esta comunidad cerca de las montañas, lejos de límites y definiciones”. Una historia libre, sin los típicos arcos narrativos del cine coming of age, y anclado particularmente en Sofía, la adolescente interpretada por Demian Hernández. De 20 años y en su primera experiencia en cine grande, Demian, hoy volcado al estudio de la música, comenzó su transición de género durante el rodaje, al que accedió a través de un casting cerrado a pesar de su poca experiencia.

“Siempre me ha gustado el teatro, hice algunos talleres, pero no tengo una formación profesional”, dice en diálogo con EL DIA Hernández, y revela que “comencé haciendo cortometrajes para estudiantes de cine, pero este fue mi primer gran trabajo”.

Lo cual no deja de sorprender, teniendo en cuenta los matices, el misterio y la delicadeza de su personaje, asfixiada en aquel mundo, deseosa de escapar a la ciudad y atraída por un muchacho que no parece ser el mejor para ella.

Pero Hernández afirma que no es consciente de cómo se construyó ese personaje complejo, acreditando por el éxito a la dirección. “Todo se construyó en el set, en la escena, haciéndolo, así que para mi se trató de estar presente, conectarme con las situaciones, el ambiente, los demás personajes, sin tanta preconcepción de cómo debería ser”, cuenta.

Hernández es parte de un elenco que construye esa vida en comunidad de manera muy natural y fluida, una búsqueda de la cineasta que trabajo con coaches de actuación para que los actores, durante un mes, se familiarizaran con las historias y las formas de ser de sus personajes sin necesariamente “pasar guión” y ensayar las escenas.

Incluso, “había escenas donde no me mostraban guión, había espacio para la improvisación y que todo saliera de modo más natural”, revela Hernández, que según la confesión de Sotomayor encarnó “momentos autiobiográficos de la realizadora. Pero “si hay algo autobiográfico, yo no lo conozco: me conecté mucho más con mi autobiografía”, dice Hernández, que entró en contacto “con haber sido adolescente, tener los mismos deseos y miedos de Sofía. Son tan universales. Más que las experiencias puntuales, me conecté con los sentimientos, las emociones, de esa época”.

Y, para el actor y músico, eso es lo que propone la cinta: una conexión menos racional, más emocional. “La película plantea una historia, pero es un pretexto para cosas mucho más sutiles, que son globales. Podemos ver la historia de esta comunidad, estas niñas, sus primeros amores, sus deseos, pero no se trata de las situaciones específicas, sino sobre la soledad, el miedo, el deseo, sentimientos que son tan globales que uno conecta de forma muy personal”, opina.

Y agrega que “la fotografía está compuesta de manera tan delicada que acompaña que el conectarse con estas emociones sea my personal, muy íntimo. Siento que la película es una experiencia muy sensorial: hay una trama, pero hay una parte B que es sobre el estar en la película, el estar presente en otra realidad que te conecta con una realidad más personal”.

 

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