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Séptimo Día |MARÍA GAINZA

Relatos en el museo

Con su novela “El nervio óptico”, la crítica despliega una composición de artistas e historia del arte en clave de guía o extraña crónica

Relatos en el museo

Gainza plantea una trama que puede ser leía de varias maneras /web

4 de Noviembre de 2018 | 08:41
Edición impresa

En la novela “El nervio óptico”, la crítica y escritora María Gainza traza una composición de cuadros, artistas e historia del arte para dar forma a una trama que puede ser leída como una crónica, una reseña de obras o una guía de museos, y que en cualquiera de los casos logra lo mismo: transmitir la potencia magnética de un objeto artístico.

“Me recordó que en la distancia que va de algo que te parece lindo a algo que te cautiva se juega todo en el arte, y que las variables que modifican esta percepción pueden y suelen ser las nimias”, escribe la narradora de esta novela hecha de a relatos y donde el arte funciona como un vehículo que enhebra ficción pero también teoría, conocimiento e historia.

“No soy una escritora profesional y lo que escribo no parece entrar con comodidad en ninguna de las categorías clásicas -dice la autora-. Supongo que se lo puede definir por lo que no es: no es novela, no es cuento no es ensayo, ni crónica. Pero en el fondo para mí son relatos que conforman una ‘guía caprichosa de museos’. Así lo imaginé y así lo sigo entendiendo.

“No soy una escritora profesional y lo que escribo no parece entrar con comodidad en ninguna de las categorías clásicas”

 

En el libro se enhebra la narración de una manera original: se transfiere información -datos duros, anécdotas, nombres, años, citas- sin generar en el lector incomodidad frente a tantas referencias.

“Los textos se fueron armando por capas -dice Gainza-, como una pintura renacentista. La primera regla fundamental de cómo pintar al óleo es pintar ‘graso sobre magro’, es decir que las últimas capas contengan un porcentaje mayor de aceite que las primeras capas. Yo escribo de la misma manera. Primero pinto una capa base para dar un color de fondo general, sin definir detalles, solo para marcar los límites entre los objetos. Luego añado de a poco un nivel mayor de detalle. Es un proceso lento pero le da mayor flexibilidad a la pintura o a la prosa. Disto mucho de ser una erudita, quizás sea eso lo que le da esa sensación de ligereza al libro”.

Con un registro sencillo que logra despertar muchos sentidos -sobre una obra la narradora escribe: “me provoca una sensación molesta, como si quisiera respirar abajo del agua”-, la novela aborda la relación que la protagonista tiene con el arte y lo más notable es el modo en que logra transferir al lector (sin que este acuse recibo) datos, citas, referencias, años: historia.

Es que en este libro, que ahora reedita Anagrama (y hace cuatro años publicó Mansalva) y que también tuvo una adaptación performática en el Museo Nacional Bellas Artes, Gainza se vale de capítulos aleatorios de la vida de una crítica de arte para encadernarlos con cuadros y nombres del mundo del arte, como Cándido López, Alfred de Dreux, Henri Rousseau o El Greco.

Y para para la protagonista -oveja negra de una familia patricia, que abandona los privilegios de su clase- el arte se revela como sanador: lejos de la pompa, más lejos del libreto, el arte adquiere una dimensión corporal, una sensibilidad que interpela o no. “Cómo decía Aby Warburg -recuerda Gainza-: Las imágenes curan”.

“Los textos se fueron armando por capas. Es un proceso lento pero le da mayor flexibilidad”

 

Antes de esta primera novela que salió en 2014, Gainza publicó “Textos elegidos” (2011) donde reúne notas y ensayos de arte argentino. Desde esos textos no volvió a publicar, pero no dejó de escribir. De hecho en octubre publicará una nueva ficción por Anagrama y, ahora, está a mitad de otro libro. “Avanzo despacio, cada tanto se abre la bruma y escribo un par de páginas, después la bruma se cierra y durante días no escribo nada”, cuenta.

Si como dice la narradora de “El nervio óptico”, “mal administrada, la historia del arte puede ser letal como la estricnina”, la autora desarma el estereotipo de que un libro en el que se reseñan, se citan o se referencian obras de arte la solemnidad es cuota obligada. Aquí no hubo más que una única pretensión, dice Gainza: “no aburrir”.

 

 

“El nervio óptico”

MARÍA GAINZA
Editorial: Anagrama
Páginas: 160
Precio: $415

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