El ruego desesperado de un jugador reabre el debate sobre la ludopatía

Se llama Juan Matías González, tiene 40 años y vive en Salta, pero podría ser cualquier otro de cualquier lugar del país. Hay cientos, miles de personas que a diario sufren los ardores de ese infierno llamado ludopatía. En su caso, es jugador desde hace ya dos décadas y, tras perder el taxi con el que trabajaba y estar endeudado “hasta el cuello”, acaba de pedir la autoexclusión de las salas de bingos y casinos. Es un ruego desesperado. Un grito que, a veces, pese a la desolación que deja a su paso el juego compulsivo, no todos escuchan ni prestan real atención.

“Yo pedí mi autoexclusión de los casinos dos veces -cuenta González-. La primera recorrí cada una de las salas y la segunda fui al Enreja (Ente Regulador del Juego de Azar), presenté mi formulario, me sacaron una foto y durante un tiempo no me dejaron entrar a los casinos, pero después ya me dejaron de controlar y terminé entrando”.

Según cuenta González, su adicción lo lleva a no reparar demasiado en el que juego que elige: ruleta, tragamonedas, póquer, lo que sea. “Intenté en varias oportunidades dejar de jugar -reconoce-, sobre todo cuando parece que uno toca fondo, pero siempre se vuelve a jugar y a gastarse hasta lo que uno no tiene”.

El relato de este salteño no difiere de los miles que se escuchan a diario en nuestra provincia o entre varios de los clientes al bingo de la Ciudad: máquinas tragamonedas, ruletas electrónicas, punto y banca, póker, bingo. Entrar al mundo de los adictos al juego es entrar a un mundo de historias que siempre, o casi siempre, terminan mal. Los jugadores suelen apostar hasta quedar sin nada y, préstamos mediante, vuelven a jugar para recuperar lo perdido, en una espiral que no parece tener comienzo ni tampoco final.

En nuestra provincia, el programa específico atiende a más de 600 jugadores compulsivos por año. Y mientras los expertos en adicciones aseguran que los casos aumentan porque creció la cantidad de salas de juegos y hay ofertas de apuestas online, las autoridades del programa bonaerense confirman que, al igual que taxista salteño, más de 1800 personas ya pidieron que nos las dejen entrar más a los bingos o casinos.

Según los datos oficiales, entre los jugadores la mayor adicción está referida a las máquinas tragamonedas con el 64% de los casos, seguida de lejos por la ruleta electrónica con el 13% y, más atrás, con el 9%, la ruleta común (ver gráfico).

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“Si para entrar en una cancha de fútbol hay derecho de admisión y a uno le piden huellas dactilares -razona el propio González-, por qué en los casinos no se toman medidas así. ¿Sabés cuántas veces vi a personas que gritan, lloran y se lamentan porque perdieron el sueldo por jugar? Hasta sé de gente que se murió mientras jugaba”.

Hombres que lo perdieron todo. Mujeres que no pueden dejar de ir cada noche a la sala de bingo y apostar y apostar como si en aquellos se les fuera la vida. Cada vez son más los pedidos de ayuda que pueblan la línea del Programa bonaerense, donde todos los meses se recibe un promedio de cien llamadas de hombres y mujeres que buscan una solución a su adicción compulsiva al juego. En ese punto, los responsables del área mencionan un cambio respecto a mediciones anteriores: mientras que en 2014 el 57% de los que llamaba para pedir ayuda era el propio jugador, ahora ese número subió al 69%.

Este sistema se puso en marcha en septiembre de 2005. Desde entonces hasta febrero pasado -fecha en que se hizo el último corte estadístico-, el servicio atendió un total de 7.395 personas, de las cuales el 13,6% corresponde a La Plata. “Los ludópatas no juegan para divertirse -aseguran quienes estudian el tema-, ni siquiera para ganar. Juegan para jugar. Y aunque suene paradójico, juegan para perder: pierden plata, pero también tiempo y la confianza de sus seres queridos. Estas pérdidas reafirman su sentimiento de culpabilidad, que luego tratan de aliviar con una nueva apuesta”.

Al tratamiento llega un arco de pacientes que va desde los 18 hasta los 80 años, pero son los cuarentones la franja más vulnerable a la ludopatía. Los más jóvenes, se apunta, son los que se vuelven adictos mediante Internet, un factor que preocupa cada vez más a los especialistas.

Quienes abordan la problemática aseguran que, aunque compleja, la ludopatía es una patología que puede curarse, y que esa recuperación comienza con el propio tratamiento. Para lograr resultados positivos, se asegura, lo aconsejable es que intervenga un psiquiatra, que es el profesional adecuado para detectar la patología de base y tratarla. En los últimos tiempos, como se dijo, la tecnología y las salas de juegos de azar se han incrementado a la par que esta patología ha comenzado a aparecer con más frecuencia en los consultorios.