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Desde el título de su gira (“No estoy muerto aún”), el músico inglés avisa que todavía tiene para dar. Sentado, agasajó a sus fans
María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com
Dijo “hola, Buenos Aires”, se refirió al frío, preguntó si estaban listos y comenzó a cantar. De movida, ablandó con “Against all odds” seguido de “Another Day in Paradise” los pies de las 55 mil almas en su mayoría teñidas de canas que lo esperaban desde hacía casi un cuarto de siglo, cuando llegó por primera vez, en pleno esplendor. Otras, no lo habían visto jamás. Por eso esta presentación, con el halo de la despedida flotando por el aire, era “la oportunidad”. Y Phil Collins (67), que se mostró achacado y que cantó sentado durante todo el show, los compensó, junto a su potente banda, con una seguidilla de hits, que mezcló clásicos de su época de solista, y de su etapa anterior con Genesis.
Era la previa a la llegada del otoño en el Campo Argentino de Polo todavía mojado por la tormenta del domingo. Había humedad y hacía frío, sí, ya lo había advertido Phil. Pero a pesar de la máxima entrega de ese ídolo que desde la silla en el medio del escenario grita “No estoy muerto aún” (así, de hecho, se llama su gira) no se sintió en el predio ese calor contagioso que brota entre los espectadores en un evento de esta envergadura. Y no es para menos. El paso del tiempo nos llega a todos y más si en ese tiempo hubo maltrato a un cuerpo que, según dijera él mismo varias veces, le ha hecho sentir la parca de cerca. Ver a esa gloria de la música entrar caminando con la ayuda de un bastón al escenario que supo recorrer con histrionismo durante años y años, a más de uno le vidrió los ojos. Pero no había sentimiento de lástima. El público lo disimuló muy bien, agradecido, desoyendo desajustes y tonos no alcanzados, felices por escuchar en vivo aquellas melodías que se convirtieron en la banda sonora de sus primeros amores y desamores.
Hubo baladas, hubo rock y hubo funk. No faltaron clásicos como “I Missed Again”, “Throwing It All Away”, “Follow You Follow Me”, “Separate Lives”, “Something Happened on the Way to Heaven”, “In the Air Tonight”, “You Can’t Hurry Love”, “Dance Into the Light”, “Invisible Touch”, “Easy Lover” ni “Sussudio”. Sonidos ochentosos, con los vientos y los coros como las otras ruedas de auxilio del cantante, acompañados por una puesta en escena sin estridencias, con pantallas gigantes que mostraron fotos de todas sus etapas, además de videoclips de la mítica banda de la que surgió desde la batería, ese amor al que ya no puede acariciar.
Los problemas de salud con los que viene cargando desde hace tiempo -pérdida de parte de la audición, dislocación de una vértebra que dañó los nervios de las manos, alcoholismo y depresión-, y que lo llevaron en 2011 a anunciar un retiro que finalmente no cumplió -volvió a los escenarios en 2016-, hicieron mella en Phil y él entregó el legado batero a su hijo Nicholas, de 16 años. El chico se lució el martes, y lo hizo con una camiseta argentina puesta. Otra herencia musical. Sting, el año pasado, también llegó con su vástago, en una especie de presentación oficial.
Rodeado de food trucks sin choripanes , el escenario, además de los sectores campo, campo vip y las plateas que se mostraban colmadas, estuvo flanqueado también por un edificio con ubicación de lujo que, desde enfrente, puso a todos los vecinos a festejar desde colapsados balcones todo lo que sucedía en el Campo de Polo… sin pagar un solo mango.
Con el reloj rozando las 23, los músicos saludaron y Phil, con su bastón rojo, se fue del escenario, despacito y ovacionado. Las luces se apagaron y a pesar de que aún así los espectadores se hubieran ido felices, regresó, despacito y ovacionado. Esa muestra de grandeza, tras el clásico “Take me home”, le valió, esta vez, un nuevo gran aplauso, quizás, el último que se lleve de nuestro país.
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Tras su presentación en Buenos Aires con entradas agotadas, el legendario músico cerrará el viernes su gira americana en San Juan, Puerto Rico, con The Pretenders como telonera, al igual que en nuestro país.
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Con un show que apeló a la nostalgia ochentosa, phil collins cantó sentado durante 90 minutos / télam
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