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Vivir Bien |Como en los cuentos de hadas

Una boda soñada

El casamiento de la princesa Eugenia de York con Jack Brooksbank fue el acontecimiento más deslumbrante del mundo de la realeza, superando incluso el casamiento del príncipe Harry y Meghan Markle

Una boda soñada

Eugenia de York y Jack Brooksbank salen de la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor

Textos: Virginia Blondeau - Fotos: Instagram: @princesseugenie @kensingtonroyal

13 de Enero de 2019 | 07:18
Edición impresa

Si tuviéramos que elegir un acontecimiento del mundo royal de 2018 sería, sin duda, el casamiento de la princesa Eugenia de York con Jack Brooksbank... Si bien, unos meses antes el príncipe Harry había ocupado las portadas por su boda con una actriz estadounidense, divorciada y mestiza, la de Eugenia, ocurrida el 12 de octubre, resultó ser, en el balance anual, mucho más atractiva.

Que haya sido con un proyecto de banquero devenido en camarero en lugar de con un príncipe azul ya no sorprende a nadie. Pero su sonrisa, tan franca, y su vestido, tan vaporoso, llamaron especialmente la atención y la convirtieron en la novia real del año.

Y es que Eugenia es muy linda, la más linda de las chicas Windsor. Pero nunca tuvo un estilo definido ni, tampoco, un cuerpo espectacular. Al lado de sus muy fotografiadas primas políticas Kate y Meghan, ella y su hermana Beatriz parecen, a pesar de ser princesas de sangre real, las opacas hermanastras de los cuentos de hadas.

Quedaron grabados en la memoria popular los tocados injustificables que llevaron en la boda de Guillermo y Kate: la princesa Beatriz con un moño rígido frontal que, de haber sido rojo, hubiera sido un precioso adorno de Navidad, y Eugenia con una fuente repleta de alcauciles morados rematada con penachos de pluma.

Por eso no esperábamos mucho del traje de novia. O, tal vez, esperábamos demasiado: una profusión de flores, volados y tules.

Sin embargo la princesa Eugenia fue una novia preciosa. Muy lejos del minimalismo que hemos visto en las últimas bodas de la realeza, el de Eugenia fue un traje importante, tradicional y muy, muy romántico. A tono con el amor y la alegría que transmitían ella y Jack con la mirada.

Los elegidos para confeccionar el vestido fueron los diseñadores Peter Pilotto y Christopher de Vos. Varias capas de tela daban volumen a la falda y una cola de casi cinco metros salía de la ajustada cintura. En jackard de seda y viscosa se agregaron a la tela guirnaldas con motivos de flores con mucho simbolismo: el cardo de Escocia, el trébol de Irlanda, la Rosa de York y la hiedra, presente en el escudo de la nueva pareja.

El escote era en pico, pronunciado tanto adelante como en la espalda. Y no llevaba velo: Eugenia quiso mostrarle al mundo la cicatriz de una compleja cirugía a la que tuvo que someterse de niña para corregir su escoliosis. Quería y debía mostrarla porque gracias a esa operación pudo recorrer por sí misma el camino hacia el altar. La princesa dio un mensaje de superación y la cicatriz se convirtió en su mejor complemento.

Algo viejo, algo nuevo… ojos azules y una tiara prestada por su abuela, la reina Isabel II, completaba el look. Nada de brillantitos discretos ni coronitas de flores: la tiara de Greville. Una impresionante joya, de hechura francesa, con esmeraldas y diamantes que cortan el hipo.

Jack Brooksbank estaba perfecto y “es un encanto de chico”, según comentaron a la prensa rosa los padres de la novia. Pero… ¿qué importancia puede tener el novio, desconocido para el gran público, si en su boda están Demi Moore, Naomi Campbell, Robbie William y Kate Moss, por nombrar sólo algunos de los tantos famosos presentes?

Más allá de alguna que otra extravagancia tanto las celebrities como las damas de la familia real mostraron sus mejores galas y, como en todo evento británico que se precie, llevaron arreglos en la cabeza dignos del Museo Del Traje.

Eso sí, muchos volaron por los aires y pudo verse a varios caballeros que, sin importar su rango o fama, tuvieron que correr a rescatarlos para que no desaparecieran por las calles de Londres. Y es que el viento fue implacable: despeinó tocados, revoleó sombreros y, lo más bochornoso, levantó faldas que dejaron al descubierto partes del cuerpo que no está bien mostrar en bodas con cientos de fotógrafos presentes.

La princesa Eugenia y su no príncipe azul serán felices y nosotros esperaremos con ansias la próxima boda real.

 

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