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Espectáculos |Crítica

“Glass”: un cierre terrenal para una trilogía superheroica diferente

La saga que abrió Shyamalan con “El Protegido” y que continuó con “Fragmentado” culmina con una historia sin brillo

“Glass”: un cierre terrenal para una trilogía superheroica diferente

Glass y la bestia, los personajes de “el protegido” y “fragmentado”, se encuentran en “Glass” / outnow

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

19 de Enero de 2019 | 05:37
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M. Night Shyamalan, el director de “Sexto Sentido”, ¿es un genio o un farsante? La pregunta, que el propio director procura responder en su última cinta, “Glass”, con el dedo medio levantado hacia los escépticos, es antes que un debate real y valioso un ejemplo del dicotomismo del que estamos presos como sociedad, de nuestra necesidad de ordenar el mundo en categorías absolutas, y de la lógica “excepcionalista” que deriva de esa tendencia: si es un genio, solo debe producir “obras maestras” (otro concepto nocivo, por cierto).

Y ojo que es el mismo Shyamalan el que abona a esta visión con su obra de virtuosos movimientos de cámara y sus misterios (y sus cameos) con ínfulas hitchcockianas. Su alter ego fílmico apareció por primera vez en “El Protegido”, primera entrega de la trilogía que cierra “Glass” (en medio, esa secuela/spin off que fue “Fragmentado”): no es David Dunn, el personaje irrompible de aquella cinta que daba la vuelta de tuerca final al género fílmico superheroico antes de que este se desarrollara, sino Glass, encarnado por Samuel L. Jackson: Glass, como Shyamalan, es la mente maestra que teje mitos y tramas, obsesionado por mostrar al mundo lo excepcional.

Los paralelismos se hacen evidentes en el guión: Glass lleva años institucionalizado, sedado, como, podría argüirse, la carrera del director indio-estadounidense de misterioso nombre. Hacia el final, ambos, personaje y director, recuperarán la fe en lo que creían: la potencia del mito.

Por lo tanto “Glass”, la película que tiene al alter ego del cineasta como protagonista, no podía ser sino una reflexión sobre los mitos, las tramas y la fe: es una historia sobre la excepcionalidad perdida en un mundo y un cine, y un cine de superhéroes, de consensos. El consenso de la normalidad lo logra en la cinta la ciencia, y es la mente maestra la que propone mostrar al mundo lo excepcional, lo que escapa a esa norma impuesta, para volver a creer. “Glass” es, ante todo, una película sobre el poder de las ficciones en la fe, en tiempos de mitos resquebrajados (recurrente metáfora en la cinta) y de un cine, parece decir el director, desprovisto de potencia mitológica.

El cine es para Shyamalan una máquina de mitos, una puerta hacia el asombro, un camino más allá de la chatura terrenal, racional, que intenta silenciar las evidencias de lo misterioso, lo extraordinario. El cine de la era de los consensos también pierde el misterio, mucho más el cine superheroico, con esa luminosidad que no permite un solo personaje en sombras, un solo misterio fuera de cuadro: es un cine masivo, consensuado.

Shyamalan parece revisitar su filmografía tantas veces retratada como una colección de éxitos y fracasos igual de rotundos (“genio o farsante”) y no adherir a ese consenso, a esa pulcritud estética y esa narrativa transparente, por ideología, no por falta de presupuesto o reconocimiento: su cine, parece decir, propone misterio, opacidad, y breves momentos de lo extraordinario.

Él pertenece a la causa que defienden sus superhéroes, la causa de los resquebrajados, los inadaptados: los marginados del sistema, explicita el filme, son los excepcionales. Ellos son quienes heredarán las llaves del reino, los que producen arte y misterio y mitos en una era de relatos pausterizados.

Ahora, la ambiciosa propuesta/manifiesto del cineasta no encuentra la forma de hacerse carne, cuerpo, en la narración de “Glass”: los conceptos sobre la fe y su falta aparecen a menudo como golpes de guión, monólogos que interrumpen una trama que avanza casi en paralelo, y hasta por momentos siguiendo el manual de instrucciones de la industria que pide una escena de acción cada equis cantidad de minutos para sostener la atención (algo que no pesaba sobre la atmosférica “El Protegido”). Pasan muchas cosas, pero la mayoría descartables para el corazón conceptual del filme.

El director muestra además la crisis de fe de sus personajes, a los que de repente la ciencia les dice, con su discurso normalizador, que no son excepcionales, que son delirantes que se creen superhéroes. Pero esa duda no se encarna en el espectador, básicamente, porque hemos visto dos filmes de David Dunn y La Horda actuando de forma sobrenatural. Cuando llega el final y el maestro de ceremonias Glass levanta el velo de los ojos del mundo y descubre la extraordinaria verdad de sus héroes y del universo, el impacto en el público, que nunca dudó, es ínfimo.

En algún lado hay una excelente película, con los sobrevivientes de la historia, como Ismael, estableciendo un nuevo mito, con un espectador envuelto por la cinta en más dudas sobre la naturaleza de sus protagonistas, con más revelaciones sobre cómo las historietas pueden llegar a ser retratos basados en la realidad, brevemente exagerados, con mayor desarrollo emocional para sus personajes: el guión asoma apresurado, como si todas estas ideas que Shyamalan tiene hace años en la cabeza (desde “El Protegido” afirma que esta es una trilogía) hubieran sido volcadas al papel de apuro, para aprovechar el furor que despertó “Fragmentado”, la cinta de terror que se inserta en este universo superheroico, protagonizada por James McAvoy interpretando 23 personalidades (“La Horda”), una simpatiquísima tarea que vuelve a realizar con gran compromiso en el estreno de esta semana.

Y el mismo apuro se respira en la puesta en escena, escasa de los virtuosos movimientos de cámara y encuadres del director, también apresurada y homogeneizada. Y que sí poblaban “El Protegido”, aquella cinta casi perfecta que cayó víctima del estéril debate sobre el virtuosismo como una característica positiva o negativa.

Criticada por sus seguidores, que esperaban otra “Sexto Sentido”, estrenada antes de su tiempo, previo a la fiebre del cómic, y vituperada por quienes ya despreciaban su estilo ostentoso para adaptar el siempre noble cine de género, “El Protegido” sí tenía en sus cuadros, en su sangre, algo que trascendía los cuadros, la sangre: misterio. Algo que “Glass” solo tiene en su discurso. Por eso “El Protegido” es una cinta indeleble en nuestras mentes, y “Glass”, ni una genialidad ni una farsa, solo una conclusión a una saga algo interesante, algo apresurada y poco más: terrenal.

BUENA + (***1/2)

 

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