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¿Hay niños prodigio en la literatura?

La precocidad se manifiesta muy temprano en la música y en otras artes y ciencias. Mozart deslumbraba en el piano a los 5 años de edad. Entre los escritores se habla de un solo caso: el de Ana Frank

¿Hay niños prodigio en la literatura?

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

10 de Febrero de 2019 | 07:39
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La precocidad artística y también la científica han sido mucho más comunes que la literaria, casi inexistente. Mozart al piano, ya deslumbrante, a los 5 años de edad; o los niños precoces violinistas; o los ajedrecistas como Bobby Fischer; los bebés de 3 años como Johann Carl Friedrich Gauss (1777-1855) conocido poco después como “el matemático más grande desde la Antigüedad” y muchos más niños prodigios que se siguen presentando en estos días y que fascinan a multitudes.

En cambio, el dilema que plantea el cuadro de Picasso –“Niño escribiendo”- no ha sido resuelto. ¿Ese chico estará meditando para escribir una obra que perdure o, por ejemplo, sólo enviándoles una carta de pedido a los Reyes Magos? La precocidad literaria ha sido y es, obviamente, mucho más acotada que en otras artes y disciplinas.

La literatura puede nacer temprana, pero, por lo general, lo hace recién en la adolescencia. Se sabe de unos pocos escritores que, antes de los 20 años de edad, llegaron a componer obras maestras, aún cuando existen algunos ejemplos excepcionales que rompen esa regla.

“¡Las mujeres deben ser respetadas! En términos generales, los hombres son tenidos en gran estima en todas partes del mundo, así que ¿por qué no pueden las mujeres tener su parte? A los soldados y a los héroes de la guerra se les honra y conmemora, a los exploradores se les otorga fama inmortal, los mártires son venerados, pero ¿cuántas personas ven a las mujeres también como soldados?”, escribió a sus 13 años de edad una pobre muchacha alemana con ascendencia judía, que murió de tifus y presa en el campo de concentración nazi de Bergen-Belsen.

Se habla, claro, de Ana Frank (1929-1945), autora de un diario íntimo en el relató las penurias de ella y su familia, que debieron ocultarse durante más de dos años de los nazis que ocupaban Amsterdam durante la Segunda Guerra Mundial hasta que fueron capturados. El relato pasó un tiempo desapercibido y el padre de la niña, Otto Frank –único sobreviviente de la familia- logró publicar esa obra con el título de “La casa de atrás”, aún cuando poco después se inmortalizó con el nombre “El diario de Ana Frank”.

Asediada por el terror y la muerte, la chica escribió párrafos que impresionan por su madurez y su compasión frente a tanta miseria humana: “Toda persona tiene dentro de ella algo bueno. La noticia es que usted no sabe lo grande que puede ser”. O, frente al contexto de espanto que la desmentía, esta otra: “Es difícil en tiempos como estos pensar en ideales, sueños y esperanzas, sólo para ser aplastados por la cruda realidad. Es un milagro que no abandone todos mis ideales. Sin embargo, me aferro a ellos porque sigo creyendo, a pesar de todo, que la gente es buena de verdad en el fondo de su corazón”.

La literatura puede nacer temprana, pero, por lo general, lo hace recién en la adolescencia

 

Oculta en sótanos, en rincones de miedo, ella escribió también: “No pienso en la miseria sino en la belleza que aún permanece”. Su libro, su muchas veces editado “El diario de Ana Frank”, suscitó elogios también por sus méritos literarios. Su biógrafa Melissa Müller sostuvo que ella usó de “un estilo preciso, confiado y económico, pasmoso en su franqueza”. También se aludió a su capacidad para concretar un exacto estudio de personajes, infrecuente en una persona que recién ingresaba a la adolescencia.

OTRAS DOS MUJERES

Su nombre civil fue Francoise Marie Thérese Martín, pero se la conoce como Santa Teresita de Lisieux (1873-1897). Ingresó para ser monja a los quince años de edad en el Carmelo Descalzo y poco después escribiría, entre otras obras imperecederas, “Historia de un alma”. Fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925 por el papa Pío XI.

Se ha calificado al libro escrito por esa muchacha francesa como “delicioso y universal”. Desde su inocencia surgió un clásico de la mejor literatura espiritual. Lo curioso es que “Historia de un alma” ha sido adoptado por muchas otras religiones, además de haberse traducido a más de 60 idiomas.

Asediada por el terror y la muerte, la chica (Anna F.) escribió párrafos que impresionan

 

Se reproducen aquí algunas frases escritas por esa joven mística: “En el lavadero mi compañera de trabajo sacudía la ropa con tal fuerza que me salpicaba de jabón la cara. Esto me hacía sufrir, pero jamás le dije nada al respecto, y así ofrecía este pequeño sacrificio por los pecadores.”

“Voy a pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra”, dijo también. O esta otra: “La vida es un instante entre dos eternidades”. O esta: “Vivir de amor es disipar el miedo, aventar el recuerdo de pasadas caídas. De aquellos mis pecados no veo ya la huella, junto al fuego divino se han quemado”. Y esta final: “Vivir de amor es navegar sin tregua en las almas sembrando paz y gozo. ¡Oh mi Piloto amado!, la caridad me urge, pues te veo en las almas, mis hermanos. La caridad me guía, ella es mi estrella, remo siempre a su luz. En mi vela yo llevo grabada mi divisa: ¡Vivir de amor!”. Lo cierto es que hoy, miles de lectores –católicos y no católicos- no sólo la admiran sino que se convierten en peregrinos que acuden año tras año a Lisieux.

Hay, claro, otras mujeres precoces en la literatura. Cuando recién rozaba los 21 años de edad la londinense Mary Shelley escribió “Frankenstein o el moderno Prometeo”, la historia de terror que sigue haciendo temblar a lectores y a los millones de espectadores que ven las múltiples versiones cinematrográficas o televisivas de esa obra, cuya vigencia no cede.

Entre los escritores varones es cita principal Rimbaud (1854-1891), que abandonó la literatura cuando tenía 19 años de edad, después de haber escrito, entre otras obras maestras, “Una temporada en el infierno” e “Iluminaciones. Su talento fue tan grande que Víctor Hugo lo llamó “el Shakespeare niño”. También puede citarse, entre otros, a Thomas Mann (1875-1955), que fue un gran escritor longevo y que recibió el Nobel en 1929, pero que comenzó su carrera literaria recién pasados los veinte años de edad con “Los Buddenbroock”. Por su parte, a los 21 años de edad Ray Bradbury ya se hacía conocer con sus primeras y exitosas obras de ciencia ficción.

LOS URUGUAYITOS DE FIRPO

Un maestro de escuela uruguayo, José María Firpo (1916-1979), convulsionó las editoriales y librerías ríoplatenses de mediados de la década del 70 con un libro inesperado –“Qué porquería es el glóbulo”- en el que recopiló las frases que, durante cuatro décadas, le habían escrito en distintos deberes sus alumnos en los cuadernos del primario. Justamente, al comentar una clase de medicina elemental, uno de ellos había escrito esa frase que usó como título del exitoso libro publicado por Ediciones de la Flor en 1976.

Firpo fue algo más que un meticuloso y tierno compilador, ya que las glosas y los textos propios de otros libros lo confirmaron como un travieso cronista de los ambientes escolares en los que se movió. Pero lo que logró también fue reunir entre los miles de botijas que fueron sus discípulos expresiones que son como pequeños diamantes literarios, parecidas a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna.

A continuación se transcriben algunas, empezando por las que surgieron de las primeras clases sobre medicina básica que les dio Firpo a sus estudiantes:

-“ Cuando se abre una herida entran muchos microbios y se arma combate; entonces los glóbulos blancos se mueren y ellos los tiran para afuera y se forma pus”.

Entre los escritores Rimbaud, que abandonó la literatura cuando tenía 19 años

 

- “La sangre tiene 8 millones de glóbulos blancos y nada más que 25.000.000 trillones de glóbulos rojos”.

- “Los glóbulos blancos pelean con los microbios como Artigas peleaba contra los españoles”.

- “La parte de abajo del corazón se llama ventriloco”.

- “Microscopio, en griego, quiere decir esto: micros”, ómnibus, y “scopio” miles”.

- “ Yo conozco una muchacha muy churra que es chorra”.

- “Conozco un hombre que trabaja de desocupado”.

-“Ayer estuve pensando una hora seguida”.

-“ Mientras no llueva hay esperanzas de que no llueva”.

- “Si a uno le pegan con puntería en un ojo le pueden dejar ciego. El ojo es un órgano bárbaro. Usted, un suponer, ve venir un ferrocarril; el ojo lo ve y le pasa la noticia a los nervios, y entonces se mueven los músculos y usted sale corriendo, si no capaz que el ferrocarril lo agarra”.

- “Mi padre una vez dijo que hay que tener cuidado con los ciegos y los tuertos, que capaz que ven mejor que uno y arriba te afanan”.

En todas estas gotas se insinúa el océano. La literatura no ha sido precoz, pero espera y se nutre en el talento de los niños.

 

 

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Anna Frank escribió su libro a los 13 años

A Rimbaud, Víctor Hugo lo llamó “el shakespeare niño”

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