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Vivir Bien |REGRESO A LO ANALÓGICO

Vinilo revival

En el mejor momento de la música digital crece el culto a estos discos que desbancaron al CD de los `90 y se posicionan como un producto de consumo diferenciado

Vinilo revival

La venta de vinilo crece año tras año. La calidad del sonido es la excusa de los melómanos para inclinarse por el formato analógico

PEDRO GARAY Y MARÍA LAURA LÓPEZ SILVA / Fotos DEMIAN ALDAY
Por PEDRO GARAY Y MARÍA LAURA LÓPEZ SILVA / Fotos DEMIAN ALDAY

17 de Febrero de 2019 | 07:14
Edición impresa

El mundo parece ir en la dirección contraria: hoy el público escucha la música desde su celular, mientras anda por la calle, con el ruido de los autos y los micros de fondo. La música es portátil y el álbum, parece haber desaparecido como producto cerrado, derrotado por la canción, el hit, que descargamos y colocamos entre otros temas de otros discos.

Y sin embargo, hay algo en la experiencia de abrir los discos de vinilo, sacarlos de su envoltura y ponerlos a dar vueltas en un reproductor que sigue fascinando a los melómanos y eso, en tiempos donde la inmaterialidad parece reinar, se ha traducido en un importante aumento de las cifras de ventas de vinilos.

Según las últimas cifras de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI), en 2017 se vendieron más de 42,3 millones de nuevos discos de vinilo en todo el mundo. Esto supone un 36,6% más que en 2016 y el 12% de la facturación de las tiendas de música a nivel mundial.

Argentina también acompañó el reverdecer del vinilo: el país dejó de editar discos en 1991, pasándose al CD y obligando a los amantes del disco a hurgar en las colecciones de usados o a importar. Pero la cultura del vinilo no cedió y a los viejos coleccionistas se unió una nueva generación de melómanos que empujaron a que la industria nacional vuelva a traer vinilos, relanzamientos de clásicos que van desde Los Beatles y Génesis hasta Pink Floyd. “Diría que creció más la venta de vinilos que la de CD. Es un poco moda, pero creo que tiene que ver con una necesidad de tener el objeto en la mano, de la materialidad de las cosas. El disco tiene otro valor que la música que se escucha por Internet”, dice Cristian, empleado de la disquería de 8 y 54 donde se ofrecen novedades, reediciones y usados.

LA CACERÍA. Tras el boom que hubo hace unos años, ahora el mercado local del vinilo se estabilizó. “Por un lado, la economía no ayuda a que crezcan demasiado las ventas, pero también es cierto que al crecer la producción nacional, el crecimiento es como horizontal porque hay producciones de todos los géneros: rock, folklore, jazz, clásica. El público es amplio”, explica Juancho Passeri, dueño de la tradicional disquería de 6 entre 47 y 48, que cuenta que tiene clientes fijos que le hacen encargos especiales.

Los jóvenes empujan el mercado: hace ocho años la disquería donde trabaja Cristian, hoy el punto de encuentro de los coleccionistas platenses, comenzó a traer vinilos desde afuera, “y desde entonces la demanda va en aumento”, cuenta el vendedor y diferenció a los tipos de melómanos: “Quienes compran discos usados ya tienen una colección en su casa. Saben lo que compran y pueden pelear precios. Los que recién incursionan en este mundo se llevan vinilos nuevos”.

“Es una actividad muy de sábado”, comenta, y explica que los fines de semana el negocio recibe la visita de los melómanos que pasan la tarde entera revolviendo la oferta. Esa cacería, la búsqueda del disco imposible, de la mejor oferta, es parte del atractivo del vinilo.

Parte de la cacería tiene que ver, claro, con los altos que han alcanzado los discos de vinilo. Cuenta Marco Catullo, coleccionista de Tres Arroyos que vive en nuestra ciudad, que hace unos años consiguió “Kamikaze” de Spinetta por $5 en Parque Rivadavia. “Y hoy te lo venden a más de mil pesos. Pasó algo ahí en el medio que explotó el precio. Los estaban tirando en ese momento, y ahora está muy caro”, cuenta entre la risa y la indignación.

Hoy un disco reeditado puede costar unos 550 pesos, y uno importado un poco más del doble, pero un disco difícil y en buen estado puede trepar hasta los $2.000. “No gastaría tanta plata en un disco, a mi me gusta esperar lo que me parece que está a buen precio”, cuenta su estrategia Marco que, como todo amante del vinilo, acostumbró a pasar las tardes revolviendo bateas. Claro que todo depende de la oferta y la demanda. “Si es un disco que tuvo pocas copias, el precio aumenta, por más que esté re usado. Podés encontrar un producto bueno por $200 o que lo quieran vender más caro que un vinilo importado y nuevo”, agregó el coleccionista.

EL OBJETO. La excusa oficial para el fanatismo es, por supuesto, que el vinilo tiene un sonido superior al resto de los formatos. Pero, en tiempos de inmaterialidad, es el objeto el que cobra valor: “A muchos no le importa el estado de la tapa, pero hay algunos que coleccionan ciertas bandas, y sé que cuando viene un disco de Maiden o Springsteen hay que avisarles”, describe, y mira a la derecha, a un cliente, mientras explica que “están hasta los que los guardan en caja cerrada”…

“Cuando estaba por terminar la secundaria pegué carteles para comprar vinilos: en ese momento no tenía ni bandeja, creo que me gustaban por las cajas grandes”, reconoce Marco, aunque aclara que se volcó al vinilo porque hay más oferta que en CD, y explica que “cuando juntás discos, es como una especie de fetichismo: el objeto es bastante más lindo que la cajita de plástico”.

“Escuchaba vinilos de chico y a finales de los 80 perdí la costumbre con la llegada de los CD. Hace cuatro años más o menos volví a querer tener ese sonido de disco y la sensación que produce este formato, compré una caja y empecé de a poco a comprar nuevos”, explica Enrique Russo, un abogado fanático de los Beatles y “la buena música”.

Si bien los melómanos hacen hincapié en la calidad de sonido de los vinilos, lo cierto es que esto no depende ciento por ciento del disco. “En una época vendíamos unas mochilas que eran muy lindas pero tenían una púa tan mala que se escuchaba espantoso. No las trajimos más, sentíamos que engañábamos a la gente ”, recuerda Cristian.

En el mismo sentido Juancho, que tiene su vieja bandeja en perfectas condiciones, afirma que “la calidad y estado del equipo son fundamentales para disfrutar de los matices”.

LA EXPERIENCIA. “Uno tiene una relación diferente con la música en el momento que te sentás a escuchar. Hoy se volvió al tema suelto, con Spotify ya no se escuchan discos enteros; en cambio con el disco te relajás en el sillón, ponés el lado entero, y quizás como requiere un trabajo mayor, uno le da más importancia a la experiencia”, explica Marco.

Es que la música se ha transformado de la experiencia casi religiosa de los ’70 al consumo fugaz propio de la inestable era de la internet: siempre de fondo, hay pocos momentos donde el consumidor se sienta a escuchar un disco entero.

El vinilo representa la posibilidad de venerar la música en tiempos donde los artistas surgen y desaparecen por arte de magia y los temas son hechos para consumo digital. Más allá de si, en efecto, el melómano puede escuchar la famosa profundidad de sonido que brinda el vinilo en relación al CD o al mp3, el acto de sentarse a escuchar un disco aparece como una especie de resistencia cultural frente a los nuevos consumos, un momento de conexión espiritual con la música en tiempos fugaces.

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