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La Ciudad |Sesenta años de trayectoria en meridiano v

Baja las persianas “Lo de Edgardo”, el bodegón de 17 y 71 que marcó una época

Su particular estilo atrajo a varias generaciones de platenses. El jueves servirá la última comida. Adiós a un clásico

Laura Garat

Laura Garat
lauragarat@eldia.com

26 de Febrero de 2019 | 03:50
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En este caso no lo acorralaron los tarifazos, la recesión, ni la falta de incentivos a las pymes, sino la toma de conciencia de estar ante un ciclo cumplido. “Estoy viejo y cansado”, dice el dueño del último bodegón platense, el Restaurante Edgardo, y así explica las razones del inminente cierre de un reducto que durante décadas fue el único lugar para comer en el barrio Meridiano V y que en 60 años mantuvo un público tan fiel que lo siguió, incluso, con sus particularidades, como un horario restringido y hasta arbitrario, pues a las nueve y media de la noche a ese local ya no entraba nadie.

Todo está como entonces, con su mística propia, tras la pesada cortina metálica de 71 entre 17 y 18. En el salón, atiborrado de objetos de otras épocas, se destacan las camisetas de fútbol (mayoritariamente de Estudiantes, pero también de otros varios equipos). Entre una docena de mesas con mantel de hule bordó, los platos dados vuelta a la vieja usanza doméstica con sus cubiertos al lado, ya listos para el uso de los comensales de la noche, las más curiosas antigüedades y cientos de botellas de vino, whisky y ginebra, Edgardo Ricci -80- se desplaza con su bastón obligado por los ligamentos cruzados y los meniscos rotos que le dejó su paso por las inferiores del Pincha. Se detiene y señala todo aquello que le despierta algún recuerdo.

Fotos de ídolos del fútbol de todos los tiempos; sifones viejos; planchas de hierro que se calentaban a carbón; picadoras de carne; almanaques de Molina Campos; una inmensa barra de bar de madera cuyo interior funciona como heladera; la colección completa de “El tesoro de la juventud”; banderines de Atlanta, Tigre, Cambaceres; una “Speed Graphic”, la cámara fotográfica creada en 1912 para el uso de la prensa. “Un verdadero museo”, acota, fascinado por esa constelación de objetos, el reportero gráfico de EL DIA mientras dispara sin parar su máquina digital.

No hay pesar en la decisión de cerrar, este último día del mes, el emprendimiento que le ocupó la vida y lo llenó de amigos, pero sí un sentimiento de gratitud: “a mis compañeros de trabajo (así prefiere llamar a los empleados que contrató para que lo ayudaran a atender el bodegón); a la clientela; al barrio, porque fueron todos muy generosos conmigo”, aclara y entonces la emoción le quiebra el tono de las palabras.

Una historia de otro siglo

La trayectoria de Edgardo no sólo es larga, sino también muy rica en detalles. Era un nene de 10 años cuando su padre -trabajador ferroviario- lo hizo entrar a trabajar de “mensajerito” en la Estación Meridiano V. Llevaba y traía papeles de una oficina a otra. A los doce, un día lo mandaron “enfrente”, al Bar Americano (después convertido en Lo de Edgardo, como le dicen los asiduos clientes) a comprar un sandwich de jamón y queso enmantecado y quedó prendado de ese lugar de hombres “grandes” que bebían y jugaban a las cartas. Corría 1950 y el Tren Provincial ya lo había nombrado “efectivo”.

Pasaban los años y para Edgado ese bar era su faro. Desde adolescente le había apuntado como negocio y el sueño se le cumplió, en parte, en 1959, cuando su tío -Modesto Cataldi- junto a un amigo - “Luisito” Vaudagna- compraron el fondo de comercio. Su papá entró como ayudante de Cataldi durante el día y él se incorporó al proyecto al lado de Vaudagna para cubrir, entre los dos, el turno de la noche. A ese par de socios no le duró mucho la iniciativa: uno era taxista y el otro camionero y para ambos se trataba de un “laburo jaulero”; preferían andar por la calle antes que encerrarse en un local. Era 1961 y el fin del tren provincial; a Edgardo y a su padre los despidieron y con la indemnización que cobraron adquirieron el negocio, desde entonces Restaurante Edgardo.

Tenía 23 años y se puso el proyecto al hombro. Tanto que rápidamente se metió en la cocina y aprendió a elaborar algunos platos, como milanesas de carne y de pollo rellenas, también otra especialidad: “santimbocca alla romana”. Preparaciones todas que terminaron identificadas con la casa. “Las aprendí a hacer con la práctica. Una carta con poca variedad y comida común, pero buena”, confía.

La última noche

Este jueves será la última noche en Lo de Edgardo. Luego de esa tanda de cenas (que el dueño calcula que terminará muy tarde porque en las últimas semanas, contrariamente a la costumbre “tempranera” del lugar, estuvo cerrando a la madrugada) bajará la persiana para siempre. En los días siguientes comenzará a liquidar todo ese enorme mundo que encierra el antiguo local. “La idea es vaciarlo y alquilarlo. Yo ya trabajé suficiente. Es hora de dedicarme a descansar”, resalta y aclara: “este cierre no tiene nada ver con la economía del país; es una decisión personal”.

Edgardo, a poco de cumplir los 81 (el 25 de mayo), abandonará la rutina de trabajar día tras día en la cocina del restaurante. Pasará así más tiempo con su mujer Sonia y con sus hijos Edgardo y Karina y también podrá pasear tranquilo, sin horarios, por el barrio de sus amores. “Dicen que es como San Telmo; pero nosotros no queremos parecernos a nadie, solamente a Meridiano V”, subraya.

Ramos generales
El local de Edgardo es una fracción de varios lotes que ocupaban desde la esquina hasta mitad de la cuadra de 71 entre 17 y 18. Fue antes que bar un gran almacén que perteneció a José Bocadelli

 

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Tras cerrar, se liquidarán casi todos los singulares objetos / s. casali

Edgardo ricci, dueño de un bodegón que lleva su impronta y que siente que ya cumplió un ciclo y tiene que cerrar / Sebastián casali

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