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Vivir Bien |DESEOS CUMPLIDOS

Súper papás

Mediante tratamientos o por adopción, tras afrontar procesos arduos con una voluntad a prueba de frustraciones, cumplieron su mayor sueño y hoy festejan el Día del Padre

Súper papás

Juan Pablo Baldoni acomodó sus horarios laborales para pasar más tiempo con sus hijas Felicitas e Isabel / Foto: César Santoro

CECILIA FAMÁ / Fotos ROBERTO ACOSTA, GONZALO MAINOLDI Y CÉSAR SANTORO
Por CECILIA FAMÁ / Fotos ROBERTO ACOSTA, GONZALO MAINOLDI Y CÉSAR SANTORO

16 de Junio de 2019 | 08:22
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Son superhéroes sin capas ni escudos, pero con un súper poder: el amor. Esa fuerza motriz indoblegable, combinada con virtudes nada menores como el altruismo y la generosidad, los llevó a trascender barreras biológicas, burocráticas y temporales hasta convertirse en padres. Hoy están de festejo y con sus hijos celebrarán un día más juntos, y un anhelo hecho realidad. Gracias a la ciencia, a las leyes, al haber ayudado a la suerte recibiendo a cambio las bendiciones más impensadas, se han convertido en súper papás.

Un gran porcentaje entre las parejas que detectan dificultades biológicas para procrear recurre a la adopción, mientras que otro segmento apela a tratamientos de fertilización asistida. Según el Registro Argentino de Fertilización Asistida publicado por la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva en 2018, entre 2004 y 2017 se realizaron 21 mil procedimientos de ese tipo: el 62 por ciento con gametos propias, el 26 por ciento con gametos donadas y el 11 por ciento con espermodonación (ver aparte). Ambos procesos tienen un factor común. Suelen ser largos, y presentar obstáculos bravos pero no insalvables. Lo demuestran estas historias de hombres que han logrado ser padres, que tras muchas angustias hoy posan felices junto a sus deseados hijos.

SE ELIGIERON MUTUAMENTE. Hay quienes sostienen que los hijos eligen a los padres. Una afirmación que suena mágica, pero que si nos consentimos un pacto con la magia puede valer tanto para vínculos biológicos como para aquellos que en su origen no lo son. Omar y Mariana, por ejemplo, se eligieron. Y no fue a primera vista.

Él recuerda bien aquel primer día en que la vio, en un cuarto de una Casa de Amas de Wilde, a donde fue con “La Tana” (su esposa entonces y madre adoptiva de Mariana -16-), luego de varios años de trámites de adopción. “Nos fueron dejando solos con ella, había varios juguetes en el piso... cuando estuvimos los tres, de repente: ‘¡buuaaaaa!’, se largó a llorar de una manera terrible. Para nosotros fue un ‘no me gustan éstos’. Pero volvimos al otro día, al otro le estiró los brazos a la Tana ni bien nos vio... al otro ya la llevamos a casa y durmió la siesta... y al cuarto día, cuando la llevábamos definitivamente a casa, le dijo ‘chau’ a Esther, la señora que la cuidaba, de una manera muy natural. Todo siempre en nuestra familia fue de una manera muy natural y así lo vivimos hasta hoy... casi 15 años después”, dice el “Negro” Gómez (43), músico y profesor de bajo.

La biología y la magia también hacen las paces cuando, al subir a un taxi o enfrentar cualquier otra situación cotidiana con Mariana, Omar escucha “...es indudable que es hija tuya”, en referencia al parecido físico de ambos. Y a ellos les resulta muy natural, sobre todo con el paso de los años: claro que es indudable que son padre e hija.

“Yo lo digo siempre, y hasta lo escribí en una canción que le hice: para mí Mariana es mi hija, y mi hija siempre fue ella... de cualquier forma que hubiera llegado a mi vida, siempre hubiera sido ella, así como es”, se emociona y emociona Omar cuando le canta: “sólo sé que eras vos, de cualquier forma, siempre eras vos”.

“A fines de los ‘90 nos enteramos de que iba ser muy difícil ser padres biológicamente. Nos dieron la opción de hacer tratamiento, pero fuimos derecho a la adopción. En el 2000 nos casamos, porque nos dijeron que así iba a ser más fácil y empezamos todos los trámites: nos anotamos en varios juzgados y nos ayudó mucho una institución, Equipo San José, integrada por psicólogos, asistentes sociales y abogados que nos asesoraron en todo” repasa Gómez.

“Un día nos dijeron que estábamos seleccionados. Para nosotros era increíble y muy raro... el proceso de adopción es un embarazo muy largo... el nuestro fue de cuatro años... y un día de repente te llaman y te dicen ‘tenés un hijo dentro de un mes’. Fue muy loco, nos pusimos a pintar la pieza, a comprar cosas, a preparar todo repentinamente” dice Omar, mientras recuerda cada instante de esas primeras visitas a Mariana y esa primera noche que durmió en la que sería su casa: “yo tenía show, así que me tenía que ir a tocar, pero antes le canté una canción... y ella me aplaudió. Tenía un año y medio”.

Nunca más se separaron. Ella conserva el nombre que le pusieron las enfermeras en el hospital donde nació. “Y tiene nuestros apellidos: Gómez Cortés” aclara el papá: “sabe todo lo que sabemos de ella. Y sabe que, si un día quiere investigar más, acá estamos los padres para acompañarla en lo que sea”.

EN LA DULCE (Y LARGUÍSIMA) ESPERA. Los tratamientos de fertilidad tienen un alto índice de efectividad. Pero también es alta la dosis de paciencia que hay que invertir cuando se los encara. Así lo demuestran muchas historias de vida de padres que han logrado gestar a sus hijos de ese modo, como las de Juan Pablo Baldoni (43) y la de Franco Corbetti (45) que también forman parte de la galaxia de los súper papás.

Mientras juega en el parque de su casa de City Bell junto a las gemelas Felicitas e Isabel (5), Juan recuerda el largo peregrinar junto a su esposa, Melisa Badaracco (37), hacia el sueño de tener un hijo... que se duplicó sobre la marcha.

“Estábamos en la búsqueda de tener un bebé, pero Melisa sufrió una trombofilia. Tuvo una cirugía de urgencia, que no quedó bien y supimos desde ese momento que ya no sería fácil convertirnos en padres naturalmente. Empezamos a averiguar por tratamientos y dimos con una especialista que nos ayudó mucho. Porque es doloroso al principio tomar la decisión. Pero después estás agradecido por siempre”, cuenta Juan.

Juan y Melisa se sometieron a un tratamiento in vitro. “Nos pusieron dos óvulos fecundados, de los que sólo prendió uno, que luego se dividió en dos, y así se gestaron nuestras hijas gemelas. Desde ese mismo momento me cambió por completo la cabeza y la vida: antes sólo pensaba en crear empresas y en hacerlas crecer, y empecé a pensar en cómo iba a hacer para dedicarle el mayor tiempo posible a mi familia y a mis hijas. Trabajo mucho más desde casa, no voy tanto a Buenos Aires y paso largas tardes con ellas, jugando, aprendiendo cosas, arropados mirando dibujitos...”.

“Vivimos muchos meses de bastante angustia antes del embarazo. Primero estuvimos un año entero probando, luego vinieron los tiempos del tratamiento. Me ayudó muchísimo abrirme, contar lo que me estaba pasando. Yo lo contaba a todos y había mucha gente que había pasado o estaba en una situación similar. Para mí fue fascinante, me mandaban mensajes preguntando cómo iba todo... sentí mucho apoyo de otros padres o personas que también estaban buscando serlo. Recomiendo al cien por ciento no esconder lo que pasa y compartirlo con los seres queridos y conocidos. Quienes tienen la posibilidad de hacer un tratamiento, encárenlo, porque la vida es una sola y ser padre es algo único”, afirma.

Franco y su esposa, Solange Maldonado (36), pasaron dos veces por tratamientos de fertilización asistida. En primer lugar, para concebir a Milo (4) y luego para traer al mundo a Uma y Charo, que nacieron el 30 de abril pasado. Este súper papá celebra hoy el Día del Padre junto a sus tres pequeños, en su casa de Magdalena. “No fue nada simple, pero acá estamos los cinco”, dice, mientras come unos panqueques y mira atrás pero no mucho, hacia una historia reciente.

“Con Sol estamos juntos desde el 2007 y en 2010 empezamos a ver la posibilidad de tener un bebé, que sabíamos que no podía ser de manera natural. No hay un problema grave y concreto, pero se plantearon algunas incompatibilidades y nos decidimos por hacer un tratamiento in vitro. Pero resultó que Sol era muy joven, porque según la Ley de Fertilidad, las madres deben tener por lo menos 30 años. Entonces, el mismo día que Sol cumplió 30, nos fuimos a IOMA y presentamos la carpeta para iniciar el trámite”, recuerda.

“Primero transitamos un derrotero de médicos que nos asignaban, que quedaban lejos, que nos hacían hacer los mismos estudios que ya habíamos hecho... era eterno. Hasta que dimos con una doctora que nos asesoró en todo y nos acompaña hasta hoy”, cuenta Franco, que se detiene a pensar en aquellos tiempos en los que los amigos, primos, familiares se convertían en padres o anunciaban que venían bebés en camino. “Son momentos duros, uno se alegra por el otro, pero a la vez se angustia porque no está pasando por lo mismo... cuando uno lo desea mucho, aunque esté haciendo todo para lograrlo, esas cosas son muy angustiantes”, reconoce.

“Tuvimos muchos intentos fallidos, hasta que en marzo de 2014 el test dio positivo y Milo nació el 4 de diciembre de ese año... lo trajimos a casa el 6 de diciembre, el día de mi cumpleaños. Recuerdo esos días y lloro de emoción”, se conmueve Franco. “Siempre tuve debilidad por los chicos. Soy un profe de Educación Física frustrado, aunque ahora me saco las ganas entrenando a un equipo de hockey. Me encantan los chicos, y por eso intentamos de nuevo y vinieron las melli”.

“Obviamente ser papá me cambió todo. Hasta nos mudamos a Magdalena, para poder estar más cerca de la familia y organizarnos mejor. Fue tanto el deseo... lo buscamos tanto. Por suerte se dio. Pude ser padre, pude hacer abuelo a mi padre... ahora mi deseo es poder ser un padre ejemplar tanto como lo es el mío, a quien adoro”.

“Mientras hacíamos los tratamientos, pusimos la fe en miles de cosas: ir a visitar a la Virgen de la Dulce Espera, viajar a Rosario a recibir la imposición de manos del Padre Ignacio... Comí cabezas de ajo, tomé agua bendita, apliqué ungüentos en el vientre de Sol...” recuerda con sinceridad Franco: “yo no soy creyente, pero lo que me decían que tenía que hacer, lo hacía. Todo. Todo por ellos”.

“El proceso de adopción es un embarazo muy largo... el nuestro fue de cuatro años...”

 

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