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Deportes |UNA HISTORIA DE AMOR CORRESPONDIDO

Vuela, barrilete cósmico, no te detengas nunca

Entre Maradona y la Selección existía una empatía sin igual y muy difícil de superar

Vuela, barrilete cósmico, no te detengas nunca

La definición de Diego en el mejor gol de todos los tiempos ante Inglaterra, en México 1986 / Télam

Adrián D’Amelio

Adrián D’Amelio
adamelio@eldia.com

26 de Noviembre de 2020 | 04:28
Edición impresa

En 1970, con una Selección Argentina que no se había clasificado para el Mundial de México, aparecía en la pantalla de televisión blanco y negro la figura de un chico con rulos, las piernas flaquitas, pantalones cortos, zapatillas y una camiseta con el número 10 en la espalda haciendo jueguito en un potrero de Villa Fiorito. Ese pibe menudito, que ante la pregunta del periodista que le acercó el micrófono, dijo que “mi primer sueño es jugar un Mundial y después salir campeón”. Ese pibe era Diego Armando Maradona.

El Pibe de Oro creció y pasó a deleitar en la previa de cada partido de Argentinos Juniors con los “Cebollitas” con la pelota haciendo piruetas. Al poco tiempo, Pelusa pasó a jugar en Primera. También comenzó a entrenar como sparring con el seleccionado argentino. Un día ese chiquitín de 16 años se iba para el vestuario después de la práctica, cuando lo detuvo el llamado a la distancia de César Luis Menotti. “Báñese y vaya para la concentración en Los Dos Chinos (un hotel céntrico donde en ese momento concentraba el seleccionado). Avísele a sus padres, pero no lo comente con nadie más”, le dijo el Flaco. Era un viernes 25 de febrero de 1977. Faltaban dos días para que el equipo nacional se enfrentará con Hungría, en La Bombonera, y Diego Armando Maradona recibía, en secreto, su primera convocatoria para ponerse la celeste y blanca.

Apenas cuatro meses después de su debut en la categoría superior con Argentinos y con solamente 11 partidos sobre sus hombros, el domingo 27 de febrero, Maradona se sentó en el banco de la cancha de Boca ansioso, porque la Selección ganaría por goleada, para tener la chance de mostrarse. Así se lo había adelantado el entrenador en aquella inesperada charla 48 horas antes: “No quiero ponerlo nervioso, pero si las cosas van bien. Lo meto a usted en el segundo tiempo”, le recordó Menotti.

El penal que le atajaron a Osvaldo Ardiles, a los 4 minutos de juego, le hizo creer que no; no sería esa la tarde de su estreno con la albiceleste. Sin embargo, a los 11’ Daniel Bertoni le “devolvió la ilusión” con el primer gol del partido. Para cuando llegó el entretiempo, Argentina ya ganaba (4-0), con otros dos tantos del por entonces delantero de Independiente y uno de Leopoldo Luque, quien a los dos minutos del complemento amplió la cuenta a 5-0. Entonces, sólo era cuestión de esperar que el entrenador recordara lo que había prometido.

A ningún jugador en la historia del fútbol argentino le calzó tan bien la camiseta de la Selección como a Diego Armando Maradona. Esa entrega total siempre fue un diferencial respecto a cualquier otro crack.

El camino no fue siempre de rosas y tuvo sus decepciones. La primera fue en la previa al Mundial de Argentina ‘78. A pesar de tener solo 17 años, ya se destacaba en Argentinos Juniors y estuvo cerca de ser convocado. Finalmente, César Luis Menotti lo dejó fuera de la lista y debió esperar hasta 1982 para tener su primera cita mundialista con la mayor.

Claro que la primera gran alegría fue en la Sub 20, en el Mundial de Japón 1979. Diego metió uno de los goles en la victoria 3 a 1 ante Unión Soviética en la final, Argentina salió campeón y fue elegido mejor jugador de dicho torneo juvenil. De ahí en adelante y tras su gran paso por Boca, Maradona se volvió una pieza fija del seleccionado. En el Mundial de España ‘82, Argentina llegaba como candidata y defensora del título, pero no logró colmar las expectativas.

El equipo quedó eliminado contra Brasil en la segunda fase de grupos y el “Diez” fue expulsado por una dura infracción al mediocampista brasileño Batista.

Esa derrota y el duro camino hasta clasificar a México 1986, hicieron que el equipo de Carlos Salvador Bilardo no llegue como candidato. Cuando el Narigón se hizo cargo de la Selección tomó como primera medida darle el brazalete. La capitanía y el liderazgo de Diego eran puestos en duda en la previa. Contra esos pronósticos, Maradona brilló, el grupo se consolidó y terminó festejando su segunda Copa del Mundo.

En México, donde se vio la mejor versión de Diego desde el punto de vista físico (una figura esbelta) y futbolístico. Se encargó de anotar cinco tantos, dos de ellos en el inolvidable partido contra Inglaterra por los cuartos de final del Mundial. El primero con la famosa “Mano de Dios” y el segundo catalogado como el mejor gol de todos los tiempos. Imposible de igualar a ese “barrilete cósmico” pasando y dejando rivales en el camino en el césped del Estadio Azteca.

Diego ya era inmortal para ese momento y estuvo cerca de repetir en Italia 1990. El capitán sufrió mucho el juego brusco rival y llegó con lo justo físicamente a la final con Alemania. En ese Mundial, Maradona fue muy castigado y jugó con un tobillo izquierdo tan inflamado que parecía una pelota de tenis. Y a pesar de estar “herido” le alcanzó para darle un pase magistral a Caniggia, para que el “Pájaro” se encargue de marcar el único gol frente a Brasil.

Los penales atajados por Sergio Goycochea y el mencionado triunfo ante Brasil hicieron que sea otro campeonato mítico para la Selección Argentina dirigida técnicamente por Bilardo y que tenía como líder indiscutido a Maradona.

La suspensión por doping en 1991 lo mantuvo alejado del equipo argentino hasta su recordado regreso en el repechaje con Australia. Diego llegó en gran estado al Mundial de Estados Unidos 1994 pero allí viviría su capítulo más triste con la camiseta del seleccionado nacional. El otro dopaje positivo y el “me cortaron las piernas” dolieron más que cualquier eliminación. Injustamente esa fue su “despedida”.

El reencuentro se dio en 2008 pero como entrenador. Maradona sucedió a Alfio Basile y, tras una irregular etapa, logró clasificar en la última fecha de las Eliminatorias al Mundial de Sudáfrica 2010. La dura caída ante Alemania, con goleada 4 a 0, en cuartos de final marcó el final del ciclo de Diego. Ninguna frustración pudo haber tapado el título de México ‘86, ni jamás estará en duda el amor de Maradona por la Selección Argentina. Un amor que fue correspondido.

 

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