Gimnasia fue un equipo serio, ganó con total justicia y demostró que está vivo

Tiene pulso. Vive. Gimnasia cerró su semana más feliz en mucho tiempo y con la tercera victoria hilvanada de manera consecutiva demostró que ahora sí está en condiciones de dar la gran pelea hasta el final por mantenerse en la máxima categoría de nuestro fútbol. No sólo por lo matemático, lo central en esta historia, también por la manera en que ganó. Porque el marcador final 1-0, gracias al grito de Matías García, no hace en verdad honor a lo que fue el desarrollo del partido. La escuadra de Maradona hizo méritos y generó situaciones claras de gol suficientes para evitar el sufrimiento de los últimos minutos.

Pero... ¿En verdad se le vino encima Atlético Tucumán en el final del trámite? La verdad es que no, pues los de Zielinski sólo tuvieron un par de chances con envíos largos ya cuando el partido había entrado en el plano de la desesperación. La sensación de riesgo, entonces, tuvo mucho más que ver con los antecedentes negativos (el partido ante Patronato al tope de los recuerdos grises para el Lobo) que con lo acontecido puntualmente ayer. En la cabeza de cientos de espectadores que colmaron el recinto de 60 y 118 debe hacer corrido la secuencia del penal errado por Barrios que derivó en el 1-1 del Patrón más de una vez, pero la historia tuvo otro final. Y no fue azaroso, el final fue distinto porque la producción del equipo fue otra.

La victoria albiazul resultó inobjetable. Fue más que su rival en todas las fases del juego

Gimnasia fue un equipo serio, si es que tomamos como argumento de ese concepto la solidez defensiva, el poder de combate y equilibrio en la zona media y la capacidad de generación de situaciones de gol en la ofensiva.

El peor pecado de Gimnasia en aquella fatídica tarde frente a los de Paraná fue el retroceso exagerado en el campo que propició el agrande de la visita de turno. Masticada esa situación, el Lobo fue capaz de no tropezar dos veces con la misma piedra y siguió apostando a la generación ofensiva con salidas rápidas en transición, gracias al sólido bloque que supo achicar espacios hacia atrás, sin por ello jugar exageradamente cerca de Broun.

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TARDÓ EN LLEGAR, PERO TUVO SU RECOMPENSA...

El gol albiazul se demoró más de la cuenta. Las situaciones gestadas no contaron con finalizaciones apropiadas. La falta de precisión en los últimos metros de la cancha pica en punta como el gran agujero negro en el análisis global del juego del equipo de Maradona. Fueron muchas -y muy claras- las ocasiones malogradas. Un equipo con loas carencias generales de Gimnasia no puede darse semejante lujo. Ante un rival más inspirado pudo haberle costado la pérdida de dos puntos.

El gol premió a los dos hombres más importantes del plantel albiazul. Porque la asistencia fue de Mancilla, un todo terreno que se va metiendo de a poco en el corazón de los hinchas mens sana, y la definición, del hombre más claro para jugar que tiene todo el plantel: Matías García. Por esos cosas muchas veces difícil de explicar en materia de política deportivo, “Caco” se fue la puerta de atrás de Gimnasia. Y tuvo que pelearla en San Martín de Tucumán para que después, desde calle 4, se decidieran a repatriarlo. Es un jugador completo, con desborde, capacidad para ganar en el uno contra uno y panorama para asociarse en triangulaciones. Sin descollar, es el hombre más parejo de un plantel al que no le sobra nada. En el Bosque tuvo su premio con un gol que llevó mucho de desahogo y otro tanto de jerarquía para colocar la pelota en un ángulo bastante cerrado. Abrió un partido durísimo, puso la distancia que al cabo de los 90 minutos redundó en una victoria que bien podría marcar un punto de quiebre para un grupo que mostraba serias ataduras psicológicas para soportar la presión de ganar ante su gente. Rompió con una inercia negativa en el Bosque que, de seguir, lo hubiera alejado de toda chance real de pelear por la salvación.

CON DIEZ HOMBRES, SACÓ A RELUCIR EL PLUS DE LOS LÍDERES

Gimnasia se encontró en el tramo final del partido con un inesperado desafío. Si todo le cuesta el doble a este equipo por infinidad de situaciones, la expulsión de Melluso le puso un ingrediente extra al trámite. El adelantamiento adversario fue inexorable y el retroceso local, una lógica consecuencia.

Pero a diferencia de otras tardes, los de Maradona supieron sacar a relucir ese plus de personalidad y temperamento necesarios para no poner en riesgo los fundamentales tres puntos.

Ante los envíos aéreos de los dirigidos por Zielinski, fue más patrón que nunca el capitán albiazul, Paolo Goltz, cuya figura se agigantó para sacar todo lo que merodeó el área tripera desde arriba y acomodar a sus compañeros en la cobertura de espacios.

El pitazo final, con la victoria consumada, causó una mezcla de alivio y éxtasis, si es posible que esas sensaciones convivan al unísono. Alivio entre los protagonistas por el deber cumplido, porque se quitaron de encima un estigma cruel y pesado: ganar como local. Y éxtasis, porque fue lo que se vivió en las tribunas, que temblaron ante el griterío y los saltos, a la par de la coreografía maradoneana. Se cerró para Gimnasia un mini ciclo feliz, que irrumpió como una bocanada de aire fresco luego de tanta cachetada artera. Demostró que está vivo.