Por orden del Viejo

Promediaba el año 1977, el vecino de al lado puso en venta su Fiat 600, ya le quedaba chico para llevar una familia con tres pibes. Vehículo conocido, bien tratado; y yo de a pie con licencia de conductor flamante y un dinero guardado de la venta, por orden del Viejo, de una moto con la que me había pegado el palo de mi vida (cinco meses de yeso). Rápidamente, con ayudita del Viejo como siempre, se convirtió en mi primer auto. Tal como fue el primer cuatro ruedas de tanta gente. Lo amé porque, aunque se rompiera, era fácil de arreglar. Con él aprendí algo de mecánica, ya que a los 19 o 20 años apenas había un mango para ponerle nafta, así que uno se arremangaba, cerraba los ojos y desarmaba y armaba, mil manchones de palier le cambié, entre otras cosas; y muy fiel seguía andando y andando. Una joyita que debía compartir con mi hermana mayor, por orden del Viejo que se cobraba de esa manera su préstamo, hasta que un día ella volvió desde Quilmes a La Plata en primera! , no le pasaban los cambios, … y como resultado un pistón descabezado. Fue su último viaje en ese Fitito, por orden del Viejo que dio por saldada la deuda.

(*) 60 años, Químico

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