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¿Qué pasará con el déficit fiscal en 2021?

Francisco Eggers (*)

26 de Febrero de 2021 | 08:50

En octubre pasado advertí que no debía darse por segura una megadevaluación del peso. En enero, que es probable que el nivel de actividad económica de 2021 aumente más que lo que, en forma bastante generalizada, se proyecta. En ambos casos, me pareció pertinente plantear mis dudas sobre lo que algunos de mis colegas dan por seguro. A los economistas se nos pide que digamos cómo va a ser el futuro, pero la verdad es que no lo sabemos: hacemos proyecciones, pero podemos acertar o no. Continuando con esa línea, hoy quisiera dudar sobre las proyecciones de déficit fiscal nacional en 2021 que, en forma bastante generalizada, se publican. No digo que estén necesariamente erradas, sino que pueden equivocarse.

Viene a cuento porque, en los últimos días, se publicó un informe sorprendente, sobre un tema muy relevante para el futuro económico, y que pasó casi desapercibido en los medios de comunicación, incluso en los especializados en finanzas: la ejecución presupuestaria base caja del sector público nacional del mes pasado. Mostró un déficit del Gobierno casi nulo y para un mes de enero fue el menor, en valores reales, de los últimos diez años.

Fue sorprendente, porque en 2020 hubo el mayor déficit de la Administración Pública Nacional de las últimas décadas y para 2021 se presupuestó un déficit menor, pero aún muy grande, equivalente a 6% del PIB, que luce difícil de financiar si, al mismo tiempo, el propósito es estabilizar la economía.

El tema es muy relevante porque la involución económica en Argentina, más allá del caso puntual de la pandemia, se debe en gran medida a la inestabilidad económica, con inflación alta y variable y crisis frecuentes. Y estas cuestiones se vinculan con la falta de resolución eficiente de las pujas distributivas, que derivan en crónico déficit fiscal, financiado (en forma inmediata o diferida) por emisión monetaria.

El casi equilibrio fiscal de enero se debió, en buena medida, a un hecho no repetible (aunque podría extenderse a febrero): la extraordinaria recaudación de Derechos de Exportación. Pero aun así no deja de ser notable: con un Gobierno “redistribucionista” (“populista”, para algunos) y con la pandemia todavía condicionando la actividad, el gasto de “caja” del sector público nacional en enero fue, en valores reales, uno de los 5 más bajos de los últimos 61 meses.

El gasto público nacional –tomando como referencia los últimos 12 meses ejecutados– creció en 2017, pero luego bajó en 2018 y 2019. Luego subió entre febrero y septiembre de 2020 (en gran medida, afectado por la pandemia), pero en los últimos meses tendió a disminuir. A diferencia del ajuste de 2018-2019, este último se concentró principalmente en intereses de la deuda; pero también hay fuerte baja en “otros programas sociales”, debido al desarme o reducción de programas de emergencia implementados durante la “cuarentena dura”.

A partir del buen resultado fiscal de enero, uno podría plantearse si existe intención del Gobierno de reducir el déficit proyectado para 2021. Es sólo una suposición, ya que nunca anunció esa intención; y en general los pronósticos asumen que no ocurrirá. Este año es electoral, y tiende a pensarse que en años electorales los gobiernos realizan políticas fiscales expansivas, que aumentan el gasto público y el déficit. Los datos nos dicen que no siempre ha sido así, pero existe la creencia de que una política expansiva “rinde” electoralmente y que un ajuste fiscal hace perder votos.

Pero nada hace perder más votos que una economía disfuncional y si el déficit fiscal no se reduce a niveles que puedan financiarse sin alimentar la inestabilidad, seguiremos sin levantar cabeza.

Esa reducción depende, en gran medida, del nivel de actividad económica, que condiciona la recaudación tributaria, pero también de la voluntad de controlar gastos. El Ministerio de Economía no fue optimista, al menos para 2020: en septiembre proyectó para el año pasado una caída del 12,1% del PIB y fue 10%, y un déficit de la Administración Pública Nacional de 10,5% del PIB, y el último cálculo lo redujo a 9,6%. Esto último se debió a que la recaudación fue mayor a lo proyectado, pero también a que los gastos ejecutados fueron menores.

La ejecución del mes de enero dice poco acerca del conjunto del año, pero algo dice. La pregunta es qué pasará en el resto del año.

En gran medida depende de la evolución de la pandemia y de la reacción ante ésta. Parece claro que va a seguir un tiempo más con nosotros; pero hay buenas chances de que la vacunación logre bajar la letalidad en el transcurso del presente semestre y, si fuera así, lo más probable es que no haya una intensificación de las restricciones que afecte significativamente a la actividad económica. La economía continuó recuperándose incluso cuando el promedio de los muertos por Covid informados rondaba los 400 por día. Hoy son menos de la mitad. Las infecciones confirmadas están volviendo a subir, pero si somos lo suficientemente prudentes y la vacunación sobre la población de riesgo avanza a un ritmo aceptable, no se superaría el ritmo de decesos por Covid que hubo en octubre.

La recaudación tributaria para 2021 se proyectó en el Presupuesto asumiendo que el PIB de 2021 sería 7% inferior al de 2019, pero en diciembre pasado el nivel de actividad económica estaba solo 2% por debajo de diciembre de 2019. Así, con los datos actuales, el cumplimiento de la proyección del Presupuesto requeriría una nueva recesión, que podría ocurrir, pero que hoy no se avizora. Además, el presupuesto no incluyó el producido del “Aporte Solidario y Extraordinario” aprobado en diciembre pasado; si bien estará afectado a gastos, podría tener un impacto positivo en el resultado fiscal. Y es probable que la recaudación de Derechos de Exportación sea mayor que lo proyectado, por demora en los ingresos de 2020 (que se estarían concretando ahora) y por mejores precios internacionales. De modo que, de continuar la reactivación económica (aun a un ritmo inferior al de los últimos ocho meses de 2020), la recaudación sería mayor a la que se proyectó.

Además de la evolución económica, la otra variable que afectará significativamente el resultado es la voluntad política del gobierno de contener el gasto. Los números de enero, en particular los de “otros programas sociales” y “transferencias corrientes a las provincias”, parecen mostrar esa voluntad; pero el año está, básicamente, por delante. Un rubro que preocupa es el de subsidios tarifarios; los analistas tienden a creer que, al igual que en las presidencias de CFK, el Gobierno va a optar por no aumentar tarifas, aunque eso signifique mayor déficit fiscal. Pero recientemente el Gobierno decidió quitar subsidios a grandes consumidores; su impacto sobre el gasto público es limitado, pero no deja de ser una señal de voluntad de redistribuir subsidios, en lugar de aumentarlos en forma indiscriminada.

Es probable que haya en el Gobierno quienes todavía creen que las acciones que llevan a aumentar el déficit fiscal tienen más beneficios que costos. Al mismo tiempo, estoy convencido de que también hay gente con sólidos conocimientos de economía, y que pretende lo que Jorge Remes Lenicov reclamaba a principios de 2002: que Argentina sea un país normal. Y que sabe que eso requiere tener el déficit fiscal bajo control. La confrontación de estas dos visiones puede marcar la suerte económica de lo que resta de la actual gestión de gobierno.

 

(*) Profesor de la UNLP y la UCALP. Opinión publicada en eleconomista.com.ar

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