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Juan José Terry*
Hace ya más de dos siglos, en que abrumado por la situación del país y enfermo en trance de muerte, desconocido y agraviado por sus contemporáneos, el General Manuel Belgrano no dejo de pensar en su país y pronuncio aquellas palabras que todavía nos interpelan a los argentinos: “Ay Patria mía”, que completara con esta reflexión: “Pensaba en la eternidad a la que voy y espero que los buenos ciudadanos trabajaran para remediar sus desgracias”.
Así dejaba esta tierra el hombre que más amo a su Patria -a la que contribuyo a fundar de manera decisiva y a la que había dado todo por ella-, aquel aciago 20 de junio de 1820, a las 7 de la mañana. Murió de hidropesía en la casa paterna, donde naciera 50 años antes, en medio de la pobreza y el olvido, disponiendo en otro gesto de humildad que su cuerpo fuese amortajado con el habito dominico en la Iglesia de Santo Domingo junto a sus padres.
La ejemplaridad de su vida se puede juzgar desde el primer día que regreso al país, en 1794, a los 24 años, luego de cursar los estudios superiores en universidades españolas para hacerse cargo del Consulado de Buenos Aires. Desde este organismo, destinado a promover el comercio y la exportación, Belgrano realizo su gran obra civilizadora promoviendo no solo la actividad económica, sino que al ver la situación de la población impulso reformas destinadas a lograr su bienestar, como la creación de escuelas técnicas y de primeras letras, la educación de la mujer, y fomentar la industria, la exportación, la navegación, el comercio, construcción de caminos, etc . Ardua fue su labor para sacar a la colonia de su misérrima situación en una lucha que comenzó ante la oposición de los monopolistas y la indiferencia de quienes no alcanzaban a mensurar lo que la libertad significaba. Fue una predica intensa y razonada hasta despertar el interés de jóvenes criollos que decidieron acompañarlo y que pronto vislumbraron los beneficios de esa política destinada a elevar la moral de la población que tenía como meta final la independencia y la libertad. Entre aquellos primeros seguidores estaba su primo Juan Jose Castelli, a quien Belgrano había logrado nombrar su reemplazante en caso de ausencia o enfermedad.
El espíritu independentistas del prócer lo llevo a sostener a principios de 1810 que no había lugar absolutamente a otra medida que no fuera cuanto antes la Revolución en América. Señalo medidas para la lucha y en cuanto a la libertad dejo escrito su pensamiento con toda nitidez: “La vida no es nada cuando la libertad se pierde”.
Al evocar hoy al héroe de Mayo, es preciso recordarlo también como un general cristiano, un creyente sincero que hizo profesión profunda de su fe católica, de la que dejo significativos testimonios.
Dotado de una lucidez que le permitió pensar un país en medio del fragor de la crisis, se anticipó en muchas cosas en el camino hacia la independencia, convirtiéndose de hecho en el primer estadista dela Argentina, inteligencia que hoy reclamamos en nuestro país donde no se aprecian criterios para superar una radicalización ideológica que impide aunar voluntades como ocurrió a la hora de dar el golpe de gracia al sistema colonial.
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Arquetipo de civilizador y soldado, el creador de la Bandera y héroe de Tucumán y Salta, su ejemplo de vida y tesón en sus convicciones merecen el recuerdo eterno de los argentinos. Y como expresara Sarmiento al inaugurar su monumento en plaza de Mayo en 1873, a quien llamo Padre de la Patria, hombre de estado, “cuyas virtudes fueron la resignación y la esperanza, la honradez y el trabajo desinteresado, que pudo ser el amo del país, pero prefiero ser su servidor, y que seguramente pensara como Tacito, que el poder pertenece a los perversos”.
Que el espíritu de Belgrano nos acompañe a bregar por un pueblo unido, con la mirada puesta en el futuro, dejando atrás los desencuentros del pasado, para avanzar con éxito en un mundo en permanente y agitada evolución y seguir inspirándose en él, que al servicio de la Patria no conoció reposo ni retiro, pues vivió para darse como lo calificara Joaquín V. González.
*Presidente del Instituto Belgraniano de la Provincia de Buenos Aires.
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