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Séptimo Día |UNA FUSIÓN QUE DESAFÍA LAS DEFINICIONES TRADICIONALES

Ni el arte escapa a las nuevas tecnologías

Desde la realidad aumentada hasta las redes sociales, los artistas utilizan nuevas herramientas que transforman sus obras en experiencias dinámicas

Ni el arte escapa a las nuevas tecnologías

Una mujer utiliza su tablet para dibujar / Freepik

Francina Lorenzo
florenzo@eldia.com

27 de Octubre de 2024 | 06:08
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Es curioso cómo el arte, manifestación de la creatividad humana, ha sido alcanzado por la tecnología. Mientras que para algunos la palabra “tecnología” evoca la frialdad de dispositivos electrónicos, en realidad, ha sido la chispa que ha encendido nuevas formas de expresión artística. Desde la revolución industrial hasta el auge de la inteligencia artificial, la relación entre arte y tecnología ha evolucionado, permitiendo a los creadores romper barreras y explorar territorios inexplorados. En un mundo donde las obras ya no son simplemente objetos estáticos, sino experiencias interactivas, se cuestiona: ¿qué significa ser arte en la era digital?

Internet ha revolucionado la relación con el arte, un fenómeno que Claire Bishop y Simon Wu abordan desde perspectivas distintas pero complementarias en sus respectivos libros. Mientras que Bishop ofrece un análisis crítico sobre cómo la tecnología ha moldeado nuestra experiencia visual, Wu celebra las nuevas posibilidades creativas que surgen en este contexto digital.

Suele resultar extraño encontrar ambas palabras juntas y a los más ortodoxos puede incomodarlos. Al mencionar “tecnología”, la mente suele llevarnos a la imagen de un smartphone o una computadora. A lo largo de la historia, la tecnología ha proporcionado a los artistas nuevas herramientas para expresarse y hoy estas dos disciplinas, que a primera vista parecen opuestas, están más interconectadas que nunca.

“Arte” proviene del latín “ars, artis”, que se refiere a habilidad y destreza. En la antigüedad, se asociaba con la creación de obras visuales y arquitectónicas. Con el tiempo, surgió la figura del “artesano”, quien emplea técnicas manuales para producir objetos útiles y estéticamente bellos. Pero mucho ha pasado ya desde esos tiempos: la revolución industrial, la producción en masa, las nuevas tecnologías. Así, los términos han evolucionado desde la creación manual hasta abarcar una amplia gama de expresiones culturales y de nuevas tecnologías. La definición se escurre entre los dedos y las nueve acepciones de la RAE no logran atrapar eso que late bajo cada obra.

 

Las redes son una herramienta que facilita la conexión entre artistas y espectadores

 

Lejos quedó Botticelli y los nuevos artistas cuestionan los límites que se establecen con cada nueva categoría. Desde los años 50, las performances han emergido como una forma de arte en vivo, derivada del arte conceptual, que busca cuestionar la realidad y provocar reflexiones. Algunas performances han marcado la historia por su provocación y brutalidad. Guillermo Vargas, conocido como Habacuc, dejó morir a un perro famélico en una galería, criticando la inacción del público. Marina Abramović, en su obra “Ritmo 0”, permitió que la audiencia usara objetos peligrosos sobre ella, resultando en maltrato. Hermann Nitsch, pionero del accionismo vienés, llevó a cabo rituales que involucraban sangre y sacrificios en su “Teatro de Orgías y Misterios”. Orlan realizó performances quirúrgicas en vivo, transformando su cuerpo en una obra de arte. Chris Burden, en su pieza “Shoot”, se dejó disparar en una reflexión sobre la violencia y la indefensión.

EL ARTE Y LA TECNOLOGÍA: UNA ALIANZA CREATIVA

En el mundo actual, un sinfín de innovadores, desde científicos y programadores hasta artistas visuales y músicos, está diseñando el futuro. Conceptos como internet, fabricación digital, biotecnología, realidad aumentada están transformando no solo las comunicaciones, sino también la percepción sobre el arte.

Hoy, los artistas están empujando los límites de lo que se considera “arte tradicional”. Desde esculturas creadas digitalmente en 3D hasta performances interactivas, el arte está adoptando formas dinámicas y multifacéticas. Las obras ya no son estáticas; son experiencias vivas que invitan al público a participar.

Claire Bishop, junto a la foto de tapa del libro escrito en inglés “Disordered Attention: How We Look at Art and Performance Today” / Web

LA RED COMO NUEVA GALERÍA

Históricamente, el mundo del arte ha estado dominado por un pequeño grupo de actores influyentes: artistas reconocidos, curadores de museos y críticos. Sin embargo, con la llegada de internet, este panorama ha cambiado radicalmente. Los artistas ahora pueden exhibir y vender su trabajo directamente al público, eliminando la necesidad de galerías tradicionales. El crowdfunding ha revolucionado la forma en que los creadores financian sus proyectos; por ejemplo, en 2011, Kickstarter recaudó casi $100 millones para más de 27.000 proyectos artísticos.

Las redes sociales han emergido como una herramienta poderosa, facilitando la conexión entre artistas y espectadores, y permitiendo a los artistas promover su trabajo de maneras que antes eran impensables. Aunque el mercado tradicional del arte pueda cuestionar la validez de estas nuevas prácticas, el cambio es innegable.

Internet ha revolucionado nuestra relación con el arte, un fenómeno que Claire Bishop y Simon Wu abordan desde perspectivas distintas pero complementarias en sus respectivos libros. Mientras que “Disordered Attention: How We Look at Art and Performance Today” de Bishop ofrece un análisis crítico sobre cómo la tecnología ha moldeado nuestra experiencia visual, “Dancing on My Own: Essays on Art, Collectivity, and Joy” de Wu celebra las nuevas posibilidades creativas que surgen en este contexto digital.

 

Resulta extraño encontrar ambas palabras juntas y a los más ortodoxos puede incomodarlos

 

Bishop, con su enfoque académico, explora cómo los smartphones y las redes sociales han alterado nuestra forma de interactuar con el arte. Su análisis revela un mundo donde la atención se fragmenta y las experiencias estéticas se convierten en consumos rápidos, lo que dificulta la apreciación profunda. A través de ejemplos concretos, como la transformación de los museos en espacios que fomentan la fotografía y la publicación en redes, Bishop argumenta que este cambio no debe ser visto como un obstáculo, sino como una realidad con la que debemos trabajar. Sin embargo, su crítica más incisiva se centra en la tendencia de los artistas contemporáneos a buscar validación a través de referencias a figuras históricas, lo que ella considera un signo de falta de originalidad.

Por otro lado, Wu presenta un panorama más esperanzador. Su libro entrelaza memorias personales con reflexiones críticas sobre la identidad y la colectividad en el arte contemporáneo. A través de ensayos que revelan su conexión emocional con artistas como Tseng Kwong Chi, Wu desafía la noción de que la digitalidad aleja de experiencias auténticas. En su análisis, propone que, a pesar de las estructuras de poder y desigualdad que aún persisten, la cultura digital ofrece un espacio fértil para la creación de nuevas narrativas y conexiones genuinas. La mirada de Wu, cargada de energía contemporánea, se convierte en un llamado a explorar las posibilidades que surgen de la saturación de imágenes y el intercambio constante.

 

“Dancing on My Own: Essays on Art, Collectivity, and Joy” de Wu celebra las nuevas posibilidades creativas que surgen en este contexto digital

 

Ambos libros invitan a reflexionar sobre el estado actual del arte y su relación con la tecnología. Mientras Bishop advierte sobre los peligros de una atención dispersa, Wu alienta a buscar lo emergente en un paisaje cultural en constante transformación. Juntos, estos textos ofrecen una rica y compleja visión de un mundo del arte que, lejos de quedar estancado, sigue reinventándose en la era digital. Así, la intersección entre arte y tecnología no solo redefine lo que consideramos arte, sino que también nos recuerda la importancia de la conexión humana en medio de un mar de información.

 

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