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Sin otro margen que negociar

Sin otro margen que negociar
Mariano Pérez de Eulate

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

25 de Abril de 2024 | 00:42
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Después de la masiva marcha de las universidades contra los recortes presupuestarios para el sector, la pelota ha quedado del lado del presidente Javier Milei. Los estudiantes y docentes ya hablaron, con una contundencia que fuentes de la Casa Rosada admitían ayer que resultó inesperada. Por lo cuantitativo pero también por lo cualitativo. Milei ahora debe responder el reclamo de actualización de fondos, en el sentido que sea.

El oficialismo es consciente que esta vez, a diferencia de otras batallas que ha dado contra otros enemigos más ligados a lo que se supone es la “casta”, no puede hablar de una ganancia en términos de opinión pública. La Plaza de Mayo explotada de gente, aún con presencias ligadas a la política, resultó una rajadura en esa coraza que parece tener Milei y que lo venía ayudando a registrar altos niveles de adhesión a pesar del fuerte ajuste de la economía que lleva adelante. Se acusó el golpe, digamos.

Obviamente el Presidente jamás lo admitirá. En un posteo en la red X, se despachó contra los que usaron “una causa que suena noble” para defender “sus intereses de casta”, la emprendió contra nombres de la política tradicional que adhirieron a la marcha -como Cristina Kirchner, Sergio Massa, Axel Kicillof, Emiliano Yacobitti, la CGT, la CTA o el “radicalismo cómplice”- pero prometió: “Vamos a garantizar los fondos para el funcionamiento de las universidades” y “vamos a auditar cómo se utilizan esos fondos”.

Pareció un llamado a negociar, porque no le queda mucho más margen a la Casa Rosada que sentarse a hablar con la otra parte en esta cuestión que, en definitiva, es un tema de plata. De hecho, el mileismo intentó hasta último momento evitar la manifestación del martes ofreciendo una mejora en el envío de los fondos a las universidades pero la pifió en los tiempos: se decidió demasiado tarde, cuando la movilización ya era imparable. Probablemente haya sido por el desconocimiento -o el amateurismo- de los actores involucrados en la tarea.

Ayer trascendió la versión de que la ministra Sandra Pettovello decidió que de ahora en más sea el secretario de Educación, Carlos Torrendell, el encargado de la negociación con el mundillo universitario en lugar del subsecretario de Políticas Universitarias, Alejandro Álvarez, un personaje detestado por los rectores de todo el país. Alvarez había sido el que puso la cara -dicen que de mala manera- para denegar las ampliaciones presupuestarias que pedían las casa de altos estudios.

Un cierre que no puede ser

Milei, un presidente sin mayorías parlamentarias y con un poder basado en el apoyo coyuntural que registran las encuestas, no puede darse el lujo de que el sistema de educación superior público cierre sus puertas durante el año por falta de dinero para funcionar. Por eso deberá negociar una “pax”, aún a contramano de sus creencias anarcocapitalistas.

Por lo que se ha visto hasta ahora de su accionar -primera versión de Ley Bases, por ejemplo- el Presidente, en su lógica de conflicto permanente, parece equiparar negociación con rendición. En este caso, el adversario que se aglutinó en la plaza histórica tiene características diferentes del sistema tradicional al cual se enfrentó y le ganó en las urnas.

Obvio que la universidad pública tiene intereses políticos porque, además de su rol de formador, es un actor político. Pero el “corpus” que la integra está formado, mayoritariamente, por estudiantes y docentes, no por políticos corruptos, más allá de que haya manzanas podridas. Y, como ya detalló este diario, sigue simbolizando un sueño colectivo de ascenso social, uno de los paradigmas que cohesionan a la sociedad en forma transversal. Milei, un hombre que no viene de la política, se equivocó al elegirlo como rival equiparándolo con el Congreso y su histórico gasto inexplicable o con la dinámica opaca de funcionamiento de los partidos tradicionales en situaciones de manejo de poder, como intendencias o gobernaciones.

El Presidente cometió un error con la respuesta inicial a la marcha, publicada en la red X: ese león tomando un té con una taza con la leyenda “Lágrimas de Zurdos”. Es un yerro tal vez por falta de una lectura adecuada de la situación: claramente no concurrió sólo gente de izquierda a la protesta (en realidad para Milei todo el que no es liberal es “zurdo”) sino que además fue una marcha bastante federal, con conglomeraciones en ciudades del interior de claro perfil centrista, donde ser “de izquierda” es sinónimo de rareza.

Cuestión de senbilidad

En rigor, el oficialismo parece no poder digerir que a la manifestación más contundente que soportó Milei en cuatro meses y pico de gobierno hayan concurrido votantes de su propio espacio, básicamente jóvenes. Eso se explicaría, como analizó el polítologo Lucas Romero, porque la embestida contra las universidades públicas tocó un nervio social muy sensible y por eso mismo la respuesta gubernamental también debe ser sensible.

Profundizar su metodología sistemática de redoblar apuestas y negarse al ejercicio del diálogo puede ser para Milei el equivalente a jugar con fuego. ¿Y si lo del martes, bajo la premisa de defensa de la universidad pública, fue un aviso de algo mayor, de un principio de resistencia de la clase media a las políticas de ajustes que le carcomen la economía cotidiana? ¿Y si fue un alerta del inicio del fin de esa paciencia que, con otras palabras, reclamó el Presidente en la cadena nacional del lunes? Así, más allá de la incontinencia tuitera superficial, será clave el foco que le ponga el gobierno a la cuestión. Se supone que debe ser otro.

Cae de maduro que tampoco Milei cederá en todo. Se vislumbra que el gobierno, que debió aclarar en todos los idiomas que no busca la disolución de la educación superior pública, no abandonará su pedido de que los gastos de las universidades sean auditados. Ayer se hablaba de la intervención para esa faena de un órgano independiente y de perfil técnico, no partidario. Desconfía de la Auditoría General de la Nación (AGN), que depende del Congreso, y que teóricamente es la que debería auscultar los números de las casas de altos estudios.

Se ofrecen premios si alguien conoce una auditoría profunda de las universidades hecha por la AGN, hoy conducida por el peronista albertista/ex kirchnerista Juan Manuel Olmos y hasta el año pasado por el peronista/macrista Miguel Pichetto.

Tal vez para encauzar la cosa en eso deban ceder los rectores.

Auditorías
Milei no renunciaría a la realización de auditorías de las que aparentemente en los últimos diez años prácticamente no se llevaron a cabo. Los mayores interesados en que se realicen deberían ser los rectores para demostrar la transparencia y eficacia en el manejo de los recursos

 

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