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La Ciudad |EL APORTE DE ALGUNAS ESPECIES DISMINUYE AL COMBINARSE CON LOS GASES DE ESCAPE

Calidad del aire: el dilema de los árboles ante un tránsito saturado

Esencial en las grandes ciudades por incontables motivos, la forestación emite compuestos que en un marco de alta polución pueden, sin embargo, convertirse en nocivos para la salud humana

Calidad del aire: el dilema de los árboles ante un tránsito saturado

El autotransporte de pasajeros genera buena parte de los gases contaminantes por quema de combustibles fósiles

FRANCISCO L. LAGOMARSINO
Por FRANCISCO L. LAGOMARSINO

1 de Septiembre de 2024 | 03:17
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La precaria calidad del aire es un problema común en la mayoría de los grandes centros urbanos, y La Plata no es la excepción. El verde, está ampliamente comprobado, es clave para mejorarla. Sin embargo, estudios recientes sugieren que esa cura puede tener, en circunstancias particulares, una efecto colateral indeseado: el arbolado urbano en general, y algunas especies con mayor incidencia en particular, generan un compuesto que es beneficioso para las propias plantas al protegerlas de condiciones adversas, y mejora una atmósfera limpia, pero agrava los problemas ambientales si interactúa con contaminantes, en especial uno omnipresente: los gases de escape de los vehículos.

El isopreno es un compuesto orgánico volátil que muchas especies de árboles y plantas producen como parte de su metabolismo, en particular ante condiciones de alta temperatura -con su pico en los 35 grados- y exposición a la luz solar. Robles, eucaliptos, álamos, plátanos y liquidámbares emiten grandes cantidades, mientras que abedules, hayas, sauces, arces o sicomoros y álamos “temblones”, entre otras especies, se consideran de baja emisión. Por sí solo, el isopreno es inofensivo. Pero cuando se encuentra con los óxidos de nitrógeno, un grupo de gases emitidos cuando se queman combustibles fósiles como la nafta y el gasoil, la reacción química crea ozono a nivel del suelo -O3 u ozono troposférico-, un contaminante que puede irritar la garganta, inflamar las vías respiratorias y aumentar la frecuencia de los ataques de asma.

De acuerdo con el “Manual de Arboricultura Urbana”, editado por la facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, “la participación de la vegetación en la formación de ozono troposférico está directamente relacionada con sus factores de emisión de isopreno y monoterpenos, compuestos que reaccionan con diferentes especies químicas en la atmósfera e interfieren el ciclo de los óxidos de nitrógeno ambientales, formando O3 y algunos otros aerosoles secundarios, con diferente toxicidad para la salud ambiental y humana. Entre las especies exóticas con altos índices potenciales formadores de ozono se encuentran la falsa acacia, el liquidámbar, el ciruelo de jardín, el olivo, la acacia australiana y el abedul plateado”.

Un reciente trabajo sobre isopreno publicado en la revista Environmental Science & Technology tomó como caso de estudio la ciudad de Nueva York, donde hay cinco millones de árboles, incluyendo a los de parques y bosques urbanos, y más de la mitad son robles (37 por ciento) o liquidámbares (17 por ciento). Entre los más de 666 mil árboles callejeros que bordean las aceras, sin embargo, sólo el 18 por ciento son robles, y casi no hay liquidámbares.

Es en ese contexto que investigadores como el ecólogo y docente Andrew Reinmann, de la University of New York, advierten que “lo que cultivamos es realmente un problema desde una perspectiva de la calidad del aire, debido a la cantidad de combustibles fósiles que quemamos, porque los árboles en sí mismos no crean problemas; de hecho, resuelven muchos para nosotros en las ciudades. Sin embargo, si se mantienen los patrones actuales de plantación de árboles, la producción de isopreno en Manhattan aumentará en aproximadamente un 140 por ciento en las próximas décadas”.

De las especies hasta ahora mencionadas con emisiones significativas, sólo la falsa acacia y el plátano tienen una presencia notoria en el vasto abanico del arbolado local. Si bien la Ciudad no cuenta con un censo forestal actualizado, herramienta esencial para cualquier planificación y largamente prometida por sucesivas administraciones, los últimos datos disponibles, que datan de hace más de una década, identificaron 106 categorías taxonómicas -especies, géneros, variedades-. Entre ellas, predominan los fresnos americanos (20 por ciento de un total de ejemplares “de veredas” estimado en poco más de 62 mil); siguen los tilos (10%), falsas acacias (4,5%), crespones, paraísos y ligustros variegados (4%), y los plátanos y acer (2,5%).

Más árboles y menos tránsito, una ecuación ideal en términos ambientales

EL GRAN ESCAPE

El dilema remite a un problema central de las grandes urbes en materia de polución aérea: el que provoca contar con un envejecido y descontrolado parque automotor, en el que coexisten modelos antiquísimos, otros sin mantenimiento, casi inexistentes rodados híbridos o eléctricos, y por sobre todo, abundan los micros que expulsan negras nubes de humo “gasolero” en cada aceleración. En los últimos años, diferentes grupos de investigadores de la UNLP y dependencias oficiales corroboraron una creciente incidencia de estos polucionantes en las áreas mas densamente transitadas del Gran La Plata.

“El origen y la composición de los gases y aerosoles contaminantes son cuestiones clave en el ámbito urbano, porque a mayor concentración de vehículos que queman combustibles fósiles, mayores emisiones que pueden incidir negativamente en la salud” señala el platense Horacio Beláustegui, titular de la fundación Biosfera: “los motores de gasoil expulsan dióxido de carbono, hollín y óxidos de nitrógeno, sustancias que si son inhaladas pueden provocar trastornos en las vías respiratorias, y si llegan hasta los alvéolos pulmonares, cosas peores. Los hidrocarburos más livianos, como la nafta, tampoco se quedan atrás”.

De acuerdo con los científicos neoyorquinos, la “Gran Manzana” reduce su contaminación por óxidos de nitrógeno de forma “extremadamente lenta”, y se calcula que con las tasas actuales, de 2 a 5 por ciento por año, tomaría entre 30 y 80 llegar al punto en que las emisiones de los árboles ya no jueguen un papel en la formación de ozono. Andrew Reinmann cree que la solución definitiva es invertir en electrificación y fuentes de energía más limpias. “Si pudiéramos llegar a un punto en el que pudiéramos electrificar en gran medida nuestra flota de vehículos y reducir en gran medida las emisiones de óxidos de nitrógeno, entonces realmente no importaría qué árboles plantamos”, sostiene.

 

“No podemos pedir a los árboles que solucionen todos los problemas que generamos”

 

DESCENTRALIZAR PARA PURIFICAR

Algunas de estas premisas están contempladas en el paradigma de “la ciudad de los quince minutos”, que la Comuna promueve de la eventual mano de una herramienta que tienta a todas las administraciones municipales: la reforma del Código de Ordenamiento Urbano. Gestado por el urbanista franco-colombiano Carlos Moreno, quien hace poco estuvo de visita en la Ciudad asesorando a sus autoridades, postula que los servicios esenciales para la vida cotidiana -trabajo, educación, salud, alimentación, ocio-, no deben estar a más de 15 minutos a pie o en bicicleta de cualquier punto de la ciudad.

“Tenemos que revertir esta tendencia de una ciudad que va perdiendo espacios verdes y valor en sus edificios y promover esta visión que ha desarrollado Moreno de la ‘ciudad de los 15 minutos’, la ciudad de cercanía”, expresó recientemente el intendente Alak. Descentralizar prestaciones, aligerando las zonas de congestión vehicular, y sumar espacios verdes, son algunas de las claves de esta tendencia.

UN DELICADO EQUILIBRIO

“Las plantas emiten una amplia variedad de compuestos orgánicos volátiles a lo largo de su ciclo vital, entre los cuales el isopreno es el más abundante. Los típicos aromas de las hojas de los álamos, eucaliptus y pinos provienen de compuestos volátiles, por eso podemos olerlos” explica la ingeniera forestal Corina Graciano: “el isopreno es un compuesto liberado por muchas plantas, pero no por todas las especies. Su particularidad es que, si la concentración de óxido de nitrógeno en la atmósfera es elevada, puede aumentar la concentración de ozono, uno de los gases de efecto invernadero. Sin embargo, a bajas concentraciones de óxido nítrico, los isoprenos pueden disminuir la concentración de ozono. Sin ozono en la atmósfera, no sería posible la vida, porque la radiación UV sería elevadísima. Pero si el ozono se incrementa mucho, se agrava el problema generado por las elevadas emisiones de CO2 que aumentan el efecto invernadero. Este es un ejemplo de los delicados balances del planeta, en los que no hay procesos ‘buenos’ o ‘malos’, sino que el actual ambiente es el balance de sus complicadas interacciones con los seres vivos, que permitieron que evolucionara la vida tal como la conocemos”.

La investigadora, que se desempeña en el Instituto de Fisiología Vegetal (UNLP/Conicet) describe al isopreno como “un compuesto que colabora en que las plantas toleren picos cortos de altas temperaturas y estrés hídrico, por eso las especies nativas de lugares donde ocurren días muy calurosos en verano emiten isopreno. No sólo los árboles, sino también la mayoría de los cultivos. El mecanismo de acción del isopreno está relacionado con la tolerancia al estrés oxidativo, posiblemente porque estabiliza las membranas celulares frente al incremento de temperatura. Cuando la temperatura de la hoja aumenta, la emisión de isopreno aumenta en las hojas expuestas a mayor temperatura y radiación, porque la planta activa este mecanismo de protección”.

En los EEUU experimentan con álamos modificados para no emitir isopreno

“La emisión de isopreno tiene un costo en carbono y energía para la planta. Por lo tanto, si la planta activa este mecanismo es para preservar el funcionamiento de las hojas. Si no emite isopreno, la hoja se daña, y una vez pasada la ola de calor o la sequía, la planta deberá producir nuevas hojas, con un costo energético y de carbono mayor” precisa la profesional y docente local: “Justamente, como en general para el arbolado urbano y para las plantaciones forestales se utilizan especies que toleran altas radiaciones y sequías eventuales, la mayoría de estas especies emiten isopreno”.

“Sin embargo, esto no debe visualizarse como malo o responsable de la contaminación atmosférica” sostiene Graciano, y concluye: “Hay que tener en claro que las plantas fijan carbono mediante la fotosíntesis, y emiten carbono en la respiración de todos los tejidos vivos, en los volátiles emitidos por las hojas, en ácidos orgánicos emitidos por las raíces al suelo, entre otros procesos fisiológicos” concluye Graciano: “Si las plantas crecen de tamaño, significa que fijan más carbono que el que emiten, porque ese crecimiento no es otra cosa que muchas moléculas que contienen carbono organizadas. En el caso de los árboles, ese carbono queda acumulado en troncos y ramas que duran muchos años. Por lo tanto, su contribución a la disminución del efecto invernadero es innegable. Además, los árboles en las ciudades colaboran a atenuar las temperaturas, y desde ese punto, si los árboles no están sufriendo estrés térmico o hídrico, emitirán menos isopreno. No es bueno focalizarse en un solo compuesto para juzgar las ventajas o desventajas de determinados árboles, ni podemos pedirle a los árboles que solucionen todos los problemas que generamos”.

 

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