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Por NICOLAS ISASI
Fiel al estilo inglés, y como se anunciaba en los afiches de promoción, a las cinco en punto dio inicio la obra interpretada por George Irving y dirigida por Penny Cherns, con una platea colmada en el Paseo la Plaza. “Anthony Unbound” (la traducción más acertada sería Marco Antonio suelto) es un unipersonal que evoca al mítico personaje de la Roma antigua, y uno de los líderes más complejos que haya creado Shakespeare a partir de los escritos de Plutarco. Aquí se puede ver su lucha y tensión permanente entre Roma y Egipto, su éxito y su perdición, la mezcla entre el amor y la estrategia.
En el escenario solo se hallaba una pequeña grada con cinco escalones que conducía a un practicable elevado. Irving, desafiante, apareció desde el fondo de la sala bajando las escaleras de la platea rumbo al escenario. Vestía un pantalón negro, camisa blanca y chaleco rojo, con un paño de similar color que colgaba de su hombro. Una vez en el escenario, comenzó a delimitar con sal un contorno de forma oval y llegando al pie de la escalinata dijo en un inglés bien british: “this is my space” (este es mi espacio). Se hizo un largo silencio. Tiró el manto rojo sobre lo que suponía ser una persona y dio comienzo a un dramático monólogo, haciendo mención de la sangre que surgía de ese cuerpo. Anthony es arrogante pero leal, toma riesgos y pretende manejar todo. Cree fervientemente en el honor romano, su coraje es grande pero duda y muestra la otra faceta de una misma persona. Dialoga con Cleopatra, con Eros y Octavio (sucesor de Julio César) dejando entrever un mundo de emociones encontradas. Se pregunta en tono cínico sobre la ambición y la satisfacción personal.
La audiencia observaba expectante y concentrada. Y no era para menos, ya que los entendidos debían afrontar la ardua tarea de comprender el inglés antiguo desde la pluma de Shakespeare (comparable quizás con la lectura del maestro Cervantes, donde existen formas y palabras que han caído en desuso) mientras que el otro grupo de espectadores, aquellos con auriculares, debían lidiar entre el idioma original y su traducción simultánea como es habitual en los festivales internacionales de teatro. A pesar de las dificultades, es un privilegio poder ver y oír esos textos en inglés nativo.
Penny es egresada de la Universidad de Kent y del Drama Centre London. Ha dirigido decenas de obras para teatro y TV. Profesora en LAMDA (London Academy of Music and Dramatic Art), actualmente realiza seminarios de actuación en lugares como el Royal Coll of Music, la Universidad de Oslo, Iowa o la Juilliard School de Nueva York. Irving es un actor inglés de gran formación académica, que comenzó a los 17 años actuando para la reina, y actualmente es muy reconocido por sus trabajos en teatro y televisión. En 2006 participó del cortometraje “Antonio’s Breakfast”, ganador del BAFTA y el año pasado protagonizó la obra “Julio César” en el mítico teatro El Globo de Londres. Ambos viajaron especialmente desde Inglaterra para el Festival Shakespeare Buenos Aires.
La dirección de Penny es acertada, precisa y por sobre todas las cosas potente. La interpretación de Irving sencillamente brillante. Los matices que logra desde su mirada, pasando por las inflexiones de su voz y hasta los más mínimos gestos de sus manos dan cuenta de un actor con todas las letras. Y su crecimiento dramático es exponencial a medida que avanza la obra. Su discurso se vuelve intenso, desesperado. Anthony se ha convertido en un general adorado y admirado por sus habilidades de combate tanto por amigos como enemigos. Sus palabras parecen pesar más, mejor dicho, parecen pesarle cada vez más. Se torna displicente y balbucea enojado con todos aquellos que se cruzan por su camino. Se agarra la cabeza y eleva el tono de voz. Implora a Eros que lo mate pero no logra su cometido. “Todo está perdido, cedido al enemigo. Los egipcios me han traicionado. Soy yo quien debo hacerlo” dice consternado. Saca un puñal y se lo clava en medio del abdomen. Ya agonizando se pregunta… ¿todavía no muero? El pretende no la conquista de la tierra sino la conquista de sí mismo y aún postrado en la soledad proclama “un romano vencido por un romano, mi espíritu se va”. Se incorpora y sale del escenario casi en penumbras mientras se oyen sus últimas palabras: “No puedo más”.
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