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Opinión |OSCAR PARRILLI

Mal parado: “Soy yo...”

El ex secretario general de la Presidencia y ex titular de la agencia de inteligencia, quedó expuesto esta semana con la escucha de una conversación con la ex presidenta Kirchner que lo insulta y lo reprende por teléfono. El audio muestra el trato al que lo sometía la ex mandataria y lo obligó esta semana a dar explicaciones. Vínculos políticos y personales

29 de Enero de 2017 | 02:13

Es posible que nunca haya imaginado que su vida política iba a terminar de esta manera. Acumuló poder e influencia durante la larga década kirchnerista. Pero al final quedó como un “pelotudo”. Ese fue el insulto que le dedicó la ex presidenta Cristina Kirchner y que quedó grabado en una escucha judicial que se filtró esta semana.

Si un “extraterrestre” escuchara el audio, nunca imaginaría -seguramente- que de un lado hay una Jefa de Estado y del otro uno de los más altos funcionarios de un gobierno nacional. La Presidenta le exige que le diga exactamente “dónde está”; lo manda a su casa a trabajar”; le dice que está medio lento y que no hable sin antes consultarla. Hasta un hijo adolescente podría declararse ofendido si su madre lo tratara así.

Secretario General de la Presidencia durante varios años, Parrilli fue también el titular de la Agencia de Inteligencia. Siempre se lo consideró una especie de “mayordomo” de los Kirchner y de los más fieles e incondicionales del matrimonio presidencial.

Antes de convertirse en un “kirchnerista puro”, Parrilli había sido menemista durante los 90. Como diputado nacional en aquella época, le tocó defender la privatización de YPF que luego rechazaron

Una anécdota lo describe de cuerpo entero: cuando Cristina Fernández volvió a la actividad en Casa Rosada después de una internación por sigmoiditis, él se encargó personalmente de que el famoso patio de las palmeras se llenara ese mismo día con empleados de la Casa de Gobierno para recibirla.

Tiene 65 años y nació en San Martín de los Andes (Neuquén). Allí estaba, en su provincia, cuando recibió el llamado de Cristina que tan mal parado lo ha dejado.

Desde 2003, cuando llegó Néstor Kirchner a Casa Rosada, fue el secretario General de la Presidencia, cargo en el que lo confirmó Cristina cuando sucedió a su esposo.

Parrilli es abogado de la Universidad de Buenos Aires. Durante su juventud practicó básquet y llegó a formar parte de la primera división del club Cipolletti de Río Negro. Comenzó su militancia en la década del ‘70 cuando conoció a Néstor Kirchner. Dejó la actividad política durante la dictadura y con el retorno de la democracia fue diputado provincial en Neuquén (1983-1987), presidiendo el bloque Justicialista entre 1986 y 1987. En 1989 fue electo diputado nacional por la misma provincia.

En 1991 fue candidato a gobernador de su provincia, pero perdió frente a Jorge Sobisch. Alejado de los primeros planos de la política, en 1998 fue uno de los integrantes del Grupo Calafate, espacio liderado por el entonces gobernador de la provincia de Santa Cruz, Néstor Kirchner. Cuando éste llegó a la presidencia pasó a estar al lado de los presidentes, sin pausa.

Cuenta la anécdota que cuando Néstor lo llamó por teléfono para avisarle que lo iba a designar, Parrilli se emocionó hasta las lágrimas. La otra vez que se quebró fue ante las cámaras de televisión cuando defendió al expresidente por una investigación periodística: “¿Qué es lo quieren? Que la gente no recuerde a Néstor Kirchner como seguramente lo recuerda”.

Con Cristina tuvo mayor actividad y poder. Se convirtió en el escriba oficial de las desmentidas presidenciales y en encargado de obras de las remodelaciones de la Casa Rosada y Tecnópolis. Es un fanático de las remodelaciones. Su gran pasión fue cambiarles la cara a los edificios públicos. Lo hizo en la Casa Rosada renovando el color, las luminarias, los patios internos y los ascensores cuando era secretario general de la Presidencia. Fiel a su tendencia reformista, apenas asumió en la ex SIDE encargó una serie de estudios para hacer varios cambios en los edificios de la secretaría, incluido el de la sede central de la calle 25 de Mayo frente a la Casa Rosada.

Parrilli acompañó al matrimonio Kirchner durante los tres períodos presidenciales. Primero en la estratégica Secretaría General de la Presidencia; después en la ex SIDE

Aseguran que Parrilli conoce todos los secretos de Cristina y fue el encargado de estar en todos los detalles de la gestión presidencial. Se ocupaba de que nunca le faltara la comida en su despacho a la Presidenta, de controlar los aviones que la trasladaban, del color de las cortinas y la decoración del despacho presidencial, y hasta de organizar la convocatoria y ubicar a los funcionarios en todos los actos de Gobierno. Durante años fue el último en irse de la Casa Rosada y el primero en escuchar la voz de Cristina por las mañanas.

Durante años, primero al lado de Néstor Kirchner y luego de Cristina, fue el encargado de filtrar a todos los que querían acceder a ellos. Intendentes, gobernadores, funcionarios, ministros, dirigentes sociales y políticos tenían que hablar primero con él para acceder a los mandatarios.

Antes de alinear a los espías, fue el nexo con los movimientos sociales. Fue el encargado de contener al piquetero Luis D’Elía, a Emilio Pérsico, a Hebe de Bonafini y a todas las agrupaciones K que no estaban bajo el paraguas de La Cámpora.

Parrilli nunca tuvo aspiraciones políticas, aunque promovió a sus familiares para que fueran logrando espacios en el Estado. Su esposa Ángela Signes fue presidenta de la Comisión de Bibliotecas Populares que depende de la Secretaría de Cultura. Su hermana Nanci, senadora por Neuquén. También hubo espacio en el Gobierno para su hijo Emiliano: trabajaba en el ministerio de Turismo. Y para su sobrina Natalia, con un cargo en Cancillería. Lorena, su hija, milita en La Cámpora y trabajó en la Legislatura de Neuquén, y sus hijos Juan Pablo y Federico manejan la empresa de alimentos Office Gourmet.

Parrilli ahora tiene -seguramente- un objetivo central: sacarse de encima el mote que le puso Cristina Kirchner.

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