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La Ciudad |Un flagelo que parece no tener techo en la ciudad

La Plata “ya es un grafiti” y no se hace nada para revertir la degradación urbana

Las firmas y “marcas” son una vandálica forma de expresión que condenan desde frentistas hasta académicos

Por Carlos Altavista

14 de Agosto de 2017 | 06:01
Edición impresa

Erradicarlos es (casi) imposible. Pero reencauzarlos y llevarlos a la mínima expresión es factible. Aunque habría que decir, para ser justos, que si en La Plata se lograra reducirlos “bastante” se notaría y mucho. Porque lo cierto es que “la Ciudad ya es un grafiti, no hay un rinconcito que se salve y nadie hace nada”, expresó un comerciante de calle 8. Y con él coinciden desde otros vecinos hasta especialistas de la facultad de Bellas Artes.

El deterioro del espacio urbano es extremo. Ya se pinta sobre lo pintado. En muchos casos se utilizan materiales que corroen las paredes o “impiden la limpieza”, indicó la profesora titular de la cátedra de Muralismo y Arte Público y vicedecana de Bellas Artes, Cristina Terzaghi, referente en la materia a nivel nacional e internacional.

“Cuando se habla de grafitis es preciso diferenciar al grafiti artístico de los tags (firmas) o marcas que sólo ensucian, que persiguen un objetivo que está lejos del arte y que hoy en La Plata ha copado todo, es terrible”, subrayó.

En tren de marcar límites, Terzaghi puso como ejemplo a Luxor. “Artistas urbanos como él tienen mucho para aportar a este debate que nos debemos entre todos para hallar una solución”, apuntó. La muralista también hizo hincapié en la diferencia entre el centro y los barrios. Sucede que por ser una expresión urbana en esencia, el grafiti “prefiere” las zonas más céntricas, de esta y de cualquier ciudad.

En rigor, en la periferia han crecido experiencias que valdría la pena “importar” al casco, como murales comunitarios, barriales y escolares.

La vicedecana advirtió que “el espacio público está invadido. A mi me desespera cuando veo las esculturas arruinadas”, pero enseguida enfatizó: “La salida punitiva no sirve. Este no es un problema artístico, sino social. Habría que preguntarse qué lleva a tantos jóvenes a perjudicar lo que a otros les cuesta tanto sacrificio. Y buscar una solución. La pregunta que deberíamos hacernos los mayores y las autoridades es ¿qué hacemos entre todos?”.

“Se podrían construir siete escuelas con el dinero que cuesta limpiar grafitis”. ¿Quién lo dijo? La ex concejala y ex alcaldesa de Madrid, Ana Botella, quien, como en tantas ciudades del mundo, optó por multas impagables y amenazas de prisión para terminar con el problema. No lo logró.

“El que arruina una pared lo hace como acto de rebeldía, de manera que si lo persiguen y escapa gana prestigio dentro del grupo. Y luego subirá la apuesta”, apuntó Cristina Terzaghi.

Volviendo a Madrid, mejor suerte tuvieron en el céntrico y emblemático barrio de Malasaña. Allí organizaron “talleres de grafiti”.

“Hay que diferenciar al grafiti artístico de los tags o marcas que sólo ensucian y persiguen un objetivo que está muy lejos del arte”

Con el nombre ¡Pinta Malasaña!, artistas y grafiteros decoraron cierres comerciales, puertas y escaparates con el apoyo y la colaboración de la junta municipal, la asociación de vecinos y las asociaciones de comerciantes.

Una experiencia similar se llevó a cabo en la ciudad de Bonn, Alemania, donde implementaron “los grafitis por encargo”, que terminaron cumpliendo una “función preventiva”.

el arte inhibe al vandalismo

El artista plástico Benjamin Sobala argumentó que “una ilustración elaborada en la pared de un edificio inhibe a muchos ‘grafiteros’ de rayar el muro en cuestión. Hace tres años pintamos grafitis en los muros de una estación de buses y, hasta ahora, nadie la ha rayado”, contó.

Es cierto: el vándalo vuelve a portarse mal. Pero como se indicó, si erradicar los grafitis es prácticamente imposible, minimizarlos es perfectamente factible. Y La Plata podría dejar de ser una de las urbes más deterioradas del país, con todo lo que ello trae aparejado.

¿De qué hablamos? La revista Science, una de las más prestigiosas publicaciones científicas -sino la más- del mundo, publicó hace poco un estudio que mostraba a las personas mucho más inclinadas a desobedecer señales, tirar basura e incluso robar cuando se hallaban en un entorno sucio o con presencia de grafitis.

En concreto, en un escenario en el que reinan los tags, la posibilidad de que los sujetos estudiados robaran se multiplicó por dos. Eso sí, a los científicos holandeses responsables del estudio sólo les valían pintadas vandálicas y firmas sucias; nada de grafitis trabajados o con cierto criterio estético. “La sensación de abandono es la clave”, puntualizaron.

Si la sensación de abandono es una invitación a no cuidar nada, el casco urbano platense se ha ido convirtiendo en el puntapié inicial de un círculo vicioso de descuido y degradación.

“Algunos dicen que es arte. Para mi no. Para mi esto es ensuciar la Ciudad”, dijo Florencia Chávez, desde hace cuatro meses propietaria de un geriátrico ubicado en 5 entre diagonal 77 y 45.

“La gente se inclina mucho más a desobedecer señales, tirar basura e incluso robar cuando está en un entorno sucio o con presencia de grafitis no artísticos”

Un frente color verde totalmente grafiteado no combina con una puerta blanquísima. “Es la de emergencia, por lo que Salud y la Comuna me exigen que sea blanca. En cuatro meses, ya la tuve que pintar tres veces”, afirmó, para agregar que “la lata chica de pintura sale 180 pesos” y que “la mano de obra entra en el salario mensual de la persona de mantenimiento”.

Florencia dice “eso es otra cosa”, mientras señala la fachada de un jardín maternal que se encuentra justo frente al geriátrico. Es que lo convirtieron en un gran mural. “Puede gustar o no el motivo, pero eso sí es arte”, realzó la mujer.

¿Y pintar este frente?, se le preguntó. “Hace dos meses me pasaron un presupuesto de 30.000 pesos. Ahora debe ser más”, calculó.

El dueño de la dietética ubicada en 6 y 50, frente al Pasaje Dardo Rocha e irónicamente a metros de una cámara del centro de monitoreo municipal, también gastó esa suma para pintar la fachada del comercio. Pronto, los grafitis volvieron a echar todo a perder.

Harto ya de estar harto, José Luis García se cansó y recurrió a la Justicia para hacer una denuncia penal por “daños”. “En 10 años que llevo con este local me escribieron el frente más de 100 veces”, se quejó, y disparó contra el centro de Monitoreo Público Urbano (MOPU): “Si hubiesen estado mirando las cámaras deberían haber visto a los que me pintaron los grafitis y llamado a la policía para que fuera a detenerlos en flagrancia”, comentó días atrás.

Es precisamente lo que le pasó a José Luis y lo que teme Florencia -invertir en limpieza y pintura y que en pocas horas todo vuelva a estar como antes- lo que ha llevado a particulares y comerciantes a resignarse y dejar las fachadas como están.

La aprobación de un proyecto de un concejal del Frente Renovador que prohíbe a los comerciantes vender aerosoles a menores, algunas tareas de limpieza del Municipio y la pintura de ciertas esculturas y edificios históricos con material “antigrafiti” es todo lo que se ha hecho hasta ahora. Poco, poquito y (casi) nada.

 

 

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