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La Ciudad |Historias platenses

La alimentación como filosofía de vida

No comen carne ni sus derivados, sin embargo tienen cada vez más presencia en las mesas familiares argentinas. Evitar el sufrimiento animal y comer saludable, una costumbre que se arraiga en la Ciudad

La alimentación como filosofía de vida

El colectivo Coala militando el veganismo

6 de Enero de 2018 | 01:32
Edición impresa

ULISES RODRÍGUEZ
historiasplatenses@gmail.com

Quienes tienen más de 30 años seguro han escuchado la frase -en boca de sus abuelos o de sus padres- que “una comida sin carne no es comida”. En las mesas argentinas del siglo XX no se concebían las pastas, empanadas, guisos y milanesas donde no hubiera un pedazo de carne. Menos aún en la parrilla: ¿a quién se le hubiese ocurrido un asado sin carne? Y cuando el argentino dice “carne” se refiere a la vaca. Lo otro es pollo, cerdo, cordero que acompaña pero -para muchos- no es carne. Ni hablar del pescado y los mariscos que ni siquiera entran en la categoría carnívora.

En el año 2014 Ana cumplió una década viviendo en La Plata, ciudad a la que llegó para estudiar sociología. Como todas las navidades volvió a Salto, su pueblo natal, para pasar las fiestas. Cuando su madre le contó emocionada que habían comprado un lechón para Nochebuena ella le dio la noticia:

-No como más carne, má.

-¿Cómo? ¿estás a dieta? Si estás hecha un palo.

-No, mami, soy vegetariana desde marzo.

-¿Pero quién te metió eso en la cabeza? ¿Desde cuándo la carne es mala? Si a vos te encantaba la carne.

-No dije que no me gustara pero tiene que ver con el respeto hacia los animales.

-Esas son cosas modernas. Dios los hizo para comerlos.

-No, mamá. Podemos comer otras cosas sin tener que provocar sufrimiento.

-Bueno, nena. Al menos hoy probá un pedacito de lechón. Hacelo por el abuelo, lo compró porque a vos te encanta.

En esa cena Ana fue el centro de atención. Todos la miraban raro mientras comía ensalada de rúcula y zanahoria y pionono de tomate, remolacha y queso que ella misma había preparado. Intentaron convencerla arrimándole un pedazo de costillita crocante al plato, pero no hubo caso. Ana había encontrado otro tipo de alimentación para su cuerpo y se sentía comprometida con ese modo de vida.

Ser vegano

Laura Aldao transitó un camino similar al de Ana pero fue la música la que la condujo al vegetarianismo, primero, y luego al veganismo. “Hace 15 años me hice vegetariana cuando llegó a mis manos el cd “Play” del cantante y dj Moby. Ahí él explicaba el sufrimiento que atravesaban el resto de los animales al ser explotados por el humano. El mensaje era claro y yo no quería seguir siendo parte de ese sufrimiento”.

Desde ese momento Laura empezó a investigar sobre el tema y encontró que también existía el sufrimiento en el resto de los productos de origen animal: leche, huevos, miel, cuero, lana, y decidió ser vegana.

El veganismo transformó su vida. Desde lo laboral, ya que creó el emprendimiento “De la Selva Comidita Vegana” que “surge a partir de la necesidad de trabajar en algo coherente con lo que pienso y con mi modo de vida”, y en una militancia al formar parte del colectivo Coala: una organización platense que tiene como misión “concientizar a las personas sobre la grave problemática de la explotación animal, alentarlas a hacerse veganas, acompañarlas en su transición e inspirarlas a involucrarse a través de activismo vegano efectivo y no violento”.

Lo primero que aclaran quienes forman parte de este movimiento es que el veganismo no es una dieta sino una postura ética en la cual se intenta no generar sufrimiento al resto de los animales no humanos. Esto implica no vestirse con cuero, lana y seda. No acudir a espectáculos con animales (circos, zoológicos, acuarios, carreras de caballos, de perros) ni utilizar productos que hayan sido testeados en animales. Por eso existe la posibilidad de que una persona se haga vegana dejando todo esto primero, y la dieta sea lo último que cambie.

“El veganismo es mi filosofía de vida: Vivir y dejar vivir. En Argentina está muy arraigada la tradición de comer carne, yo elijo otra cosa pero convivo con eso. En un asado te preguntan un millón de cosas y no tengo problemas en responder siempre y cuando sea con respeto”, cuenta a EL DIA la joven nacida en Punta Lara.

Cuando Laura se hizo vegana (y ahora también) amigos y familiares se preocuparon por su alimentación. “Es que existen un millón de preconceptos y desinformación al respecto. Me ocupé de mi dieta como debería hacer cualquier persona que quiera estar saludable, sea o no vegana. Con el tiempo, al verme bien, se tranquilizaron. Los miedos son lógicos, porque todo lo desconocido asusta”.

Durante mucho tiempo Laura fue frutariana: comía solo frutas. “Me sentía llena de energía. Pero es un tipo de dieta, una elección personal. Lo hacía sólo por mi. En el veganismo estas haciendo algo por otros”, explica.

En reuniones donde se come carne muchas veganas y veganos llevan su comida para compartir porque no todo se resume en una ensalada y pan. También hay chorizos de arroz, pizza con muzzarella vegetal y empanadas de quinoa.

“Los estereotipos más comunes sobre veganismo son que vas a estar débil y que vas a tener deficiencias de nutrientes. Lamentablemente la falta de información sobre nutrición hace que las personas crean estas cosas”, dice Laura.

Hay quienes se hacen veganos de un día para el otro. A otras les cuesta más. La recomendación para quienes quieran llevar una alimentación vegetariana o vegana es consultar a un especialista.

“Lo que sucede es que se suprimen grupos de alimentos sin aprender a alimentarse. No puedo pretender que mi cuerpo saque del aire nutrientes que antes obtenía de las carnes o los lácteos. Entonces es un proceso de reaprendizaje que, en algunos casos, los profesionales adecuados podemos acompañar”, explica la licenciada en nutrición Cibeles Guerrero, especialista en vegetarianos, veganos, transiciones y tratamientos de patologías crónicas a través de la alimentación.

Filosofía y trabajo

En varios sectores de la sociedad argentina se considera que el vegetarianismo y el veganismo son parte de una tendencia esnob, incluso de la élite. Según la Sociedad Argentina de Nutrición en nuestro país sólo el 2% de la población es vegetariana y apenas el 1% es vegana. Un número muy escaso si se lo compara con Estados Unidos donde el 13% de la población es vegetariana, o con Alemania y Brasil donde el 8% no come carne y sus derivados.

Los casos de personas que al cambiar su alimentación encuentran otro modo de vivir se han multiplicado en el último tiempo. No sólo sucede puertas adentro sino que el vegetarianismo y el veganismo lo trasladan a su vida laboral.

El caso de Laura Aldao es uno de ellos, y, como la casa donde vive se encuentra en la selva marginal de Punta Lara, llamó a su emprendimiento ‘De la Selva: comidita vegana’. “La cocina vegana está llena de colores, aromas y sabores diferentes. Son tantas las recetas que hay que no me va a alcanzar la vida para prepararlas a todas. Tengo mis propias plantas aromáticas y cuando la huerta quiere me da también sus frutas y verduras para cocinar. Eso me llena el alma”, dice desde su refugio entre calandrias y jilgueros que musicalizan el ambiente.

“Estamos en una búsqueda constante del equilibrio entre el hombre y la naturaleza”

“Este es un gran desafío para quienes vivimos en la Ciudad”

“La cocina vegana está llena de colores, aromas y sabores diferentes”

Camila y Maxi son pareja y hace aproximadamente 5 años que adoptaron el veganismo como modo de vida y alimentación. “El motivo principal fue tomar conciencia de que estábamos siendo parte del último eslabón de la cadena y más importante que perpetúa la tortura de diferentes especies de seres sintientes”, cuentan a este diario.

Ellos son los administradores del grupo de Facebook Veganos La Plata: una comunidad donde intercambian información, recetas y se pasan datos de ofertas. A la vez han hecho del veganismo su sustento de vida con el emprendimiento “Delivery Vegano”.

Todo surgió cuando se dieron cuenta lo difícil que era acceder a un producto vegano listo para comer (o meter al horno) que fuera rico. “Lo vegano industrializado no solo es lo menos en cuestión de oferta sino que además suele ser insulso y carísimo. Entonces intentamos trabajar para brindar un producto para compensar esa demanda: rápido, rico, con precios lo más bajos posibles”, cuentan mientras hierven garbanzos que luego se convertirán en hamburguesas.

A la hora de preparar comida vegana para vender Camila y Maxi marcan la diferencia con la cocina de una casa de comidas convencional. “Una casa de empanadas compra las tapas, el jamón, el queso, la carne picada; la corta, las ensambla y las vende. Nosotros no vendemos empanadas pero de hacerlo deberíamos amasar las tapas, hacer la imitación de los “fiambres” y preparar la “carne picada” desde cero. La preparación de los productos es casi completa en el Delivery Vegano lo que hace a la diferencia con los deliverys tradicionales”.

Gustavo y Emi Vergara son dos hermanos salteños que viven en La Plata. Ambos eligieron la carrera de Comunicación Audiovisual. Gustavo, el mayor, ya se recibió y hace 4 años que optó por el veganismo. A Emi aún le quedan materias y hace 3 años que es vegano.

Son parte de un proyecto familiar de permacultura basado en la autosustentabilidad con la generación responsable de excedentes. La creación de la ecoaldea Pacha K’ Anchay, en su provincia natal, con el objetivo de preservar y restaurar el medioambiente para mejorar la calidad de vida de las personas y su entorno, fue el empujón final hacia el veganismo.

“La decisión pasa por saber de dónde viene lo que como. Antes era un gran comedor de asados pero en un momento me empecé a hacer preguntas. ¿Por qué no me como a un perro pero me como a un chancho? En la ecoaldea tenemos una huerta orgánica donde promovemos y desarrollamos un mundo en armonía con la naturaleza. Es todo un cambio de mentalidad”, cuenta Gustavo.

Por su lado, Emi se sumó al veganismo “primero por curiosidad” y luego porque empezó a ver que “consumir lácteos y carne era una necesidad ficticia generada por la industria”. El emprendimiento familiar y la conducta de su hermano mayor lo condujeron por el mismo camino.

“Estamos en una búsqueda constante del equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Creemos que generando una mejor relación entre ambos mejoraremos nuestra calidad de vida. Es todo un proceso y un aprendizaje que nunca termina”, explica el mayor de los hermanos.

De las plantas y otras costumbres

Existen derivados de la palabra vegetariano. Se les agregan prefijos según la variación de la dieta que elige cada persona aclarando lo permitido como excepción y ahí sus diferencias. A saber: ovo-vegetariano: lleva una dieta vegetariana, pero también consume huevos. Lacto-vegetariano: lo mismo que la anterior pero que consume lácteos y api-vegetariano que consume miel. A partir de ahí todas sus combinaciones posibles hasta el ovo-lacto-api-vegetariano que lo único que no consume es carne.

También están los crudiveganos que, además de no consumir carne y derivados, suprimen los alimentos cocidos y optan por llevar una dieta 100% cruda. Nunca exponen los alimentos a una temperatura mayor de 50° que es el punto de calor donde mueren las enzimas y otros nutrientes.

La nutricionista Cibeles Guerrero hace hincapié en las bondades de una alimentación basada en plantas, reparando en su poder sanador. “En un momento enarbolé la bandera de veganismo, hoy ya no. Me permití ir haciendo otras búsquedas y me encontré en muchos caminos diferentes a los que una vez creía. Lo principal que entendí es que se quedaba corta esa visión del mundo para mí”.

La especialista dice que “prefiere comer alimentos de productores que cuiden los suelos, que cuiden el alimento, la forma en que se transportan, cómo llegan a mi mesa, la huella de carbono que generan, la pérdida de calidad de los suelos y miles de microorganismos que mueren en el proceso y que son parte de este ser vivo mayor, al que me refiero cuando hablo de la madre tierra. No es lo mismo comer un alimento que viene de acá a la vuelta que uno que es importado desde Egipto como los dátiles”.

En ese sentido la doctora y profesora en Ciencias Biológicas Cecilia Eyssartier y el profesor de Nutrición Fisiológica Luis Monterubianesi han fundado en La Plata el almacén natural Qumara: un espacio de nutrición y regeneración en el que brindan “actividades de encuentro con nosotros mismos, con otros, con la naturaleza para así tomar consciencia de lo que somos”.

Con el libro “Germinando Vida”, recientemente editado, ellos plantean cuánto nos vamos separando, como seres humanos de la naturaleza en la medida que nos convertimos en adultos.

“Este es un gran desafío para quienes vivimos en la Ciudad, muchas veces desconectados de los ritmos biológicos. Si bien la ciudad de La Plata tiene parques y otros espacios verdes, no siempre nuestra vida ajetreada nos permite vincularnos con la naturaleza”, explican.

Entre mitos y nuevas costumbres hay otros modos de alimentación que conllevan diferentes maneras de entender la vida. Suele suceder que los que menos tienen, muchas veces, comen lo que pueden pero, otras, los que más tienen comen mal también. Seguramente no se trate solamente de un asunto de poder adquisitivo sino de educación para la salud. Saber qué comemos para conocernos mejor.

 

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Gustavo y Emiliano Vergara tras preparar comida vegana en su casa de La Plata

Uno de los activistas de Coala en plena tarea de preparación de alimentos veganos

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