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A propósito de Belgrano: es hora de dejar enfrentamientos y las pasiones mezquinas

18 de Junio de 2018 | 01:43
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Por JUAN J. TERRY (*)

En tiempos de crisis veloces como las que transitamos, en donde es difícil encontrar soluciones generosas y a la vez hay algunos que parecieran disfrutar de las turbulencias presentes, tan alejados todos del pensamiento y los sueños que hace dos siglos animaron a los fundadores de la Patria, se hace preciso recuperar su memoria adormecida, con mucha fuerza y empeño para traer a nuestros días la ejemplaridad de sus vidas. Si hasta parece que se han olvidado las fiestas nacionales. Basta al respecto esta simple anécdota. Días pasados pregunté en un kiosco de diarios y revistas profusamente surtido de banderas argentinas, si se debía ello a la proximidad del 20 de junio. Por respuesta tuve una sonrisa; me explicaron que era por el campeonato de fútbol de Rusia...

Hoy evocamos a una figura clave de nuestra nacionalidad, como lo es el general Manuel Belgrano, estadista y civilizador, paradigma de la gloriosa Revolución de Mayo, cuya conducta y acción debe animar a todas las generaciones de argentinos.

Hijo de padre inmigrante, como la gran mayoría de nuestra población, supo servir los intereses del país con abnegación, idealismo y coraje, no renunciando nunca a sus deberes y responsabilidades, a la vez que procuraba siempre el bienestar y el desarrollo de sus habitantes. Siguiendo su derrotero evitaremos con seguridad que el creador de la Bandera vuelva a expresar “Ay Patria mía”, como lo hizo al expirar aquel 20 de junio de 1820, olvidado y agraviado como no había sido ninguno de los hombres que participaron de la gesta libertadora.

SU LEGADO EXTRAORDINARIO

Se le rinde homenaje a Belgrano como el creador de la Bandera, pasando a segundo plano no sólo su acción militar con las extraordinarias victorias de Tucumán y Salta y el éxodo jujeño, sino que se desconoce su ingente labor al frente del Consulado de Buenos Aires y como figura central de la Revolución de Mayo y la designación de la Primera Junta de Gobierno. Como militar a él le debemos la incorporación definitiva al suelo patrio del norte argentino, al frente de ejércitos improvisados y sin recursos. Como civilizador y estadista, lo que fuera su preocupación permanente en toda su vida; elevar la educación de la población y en especial de la mujer, hasta entonces relegada al hogar. Para ello fundó escuelas de primeras letras, escuelas técnicas, de artes y oficios, de náutica, matemática, etc. entendía que la educación debía ser pública y gratuita. Reivindicó la labor del maestro, para el que redactó el primer estatuto sobre la labor docente en el país -hoy ignorado- y determinó que al maestro debía honrárselo como prócer en las festividades de los Cabildos. Su programa educativo fue rescatado 60 años más tarde por ese gran sanjuanino que fue Domingo F. Sarmiento.

En forma paralela fue un gran promotor de la industria y el comercio, la navegación, la agricultura, construcción de astilleros, creación de la marina mercante, aprovechamiento de la red fluvial y marítima hasta la Patagonia, apertura de puertos, introducción de semillas de distintos cereales, plantación de especies arbóreas y la promoción en los jóvenes del amor al trabajo. Por su desempeño en esos rubros se lo considera el primer economista argentino. Igualmente ejerció el periodismo desde el Correo de Comercio, donde enfatizó su prédica en favor de las libertades y el desarrollo para salir del círculo vicioso de la pobreza y estancamiento producido por el monopolio.

APRENDER LAS LECCIONES DE LA HISTORIA

Manuel Belgrano murió en la pobreza después de haber dado todo, pero su figura convocante nos acompaña indemne desde entonces como un reservorio activo y vital. De ahí la necesidad de encontrar hoy a quien encarne sus virtudes, su estatura moral y cívica, para vencer el reto mayor o el desafío que nos aguarda a los argentinos en esta etapa de la cultura de las tecnologías planetarias, y que se traduce en la necesidad de superar las desigualdades, la pobreza y la amenazante desintegración social. Sólo así, con amor a la Patria, desinterés personal y esfuerzo solidario, seremos capaces de sentirnos herederos de Belgrano y los demás próceres de la argentinidad.

Y a dos años del bicentenario de su tránsito a la gloria debemos prepararnos para honrar la vida del hombre que más amó a su patria, y superar a sus contemporáneos de quienes sufrió el mayor dolor y la ingratitud, víctima de ese mismo pueblo por el que había soñado y que llamó a la vida antes que nadie. Es hora de aprender las lecciones de la historia y de sus grandes hombres, dejando las pasiones mezquinas para salir cuanto antes de los enfrentamientos a los que asistimos, ser arquitectos de la nueva morada que nos debemos y hacer realidad la epopeya de los próceres.

 

(*) Presidente del Instituto Belgraniano de la Provincia de Buenos Aires

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