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El dato surge de un estudio hecho por la Universidad Católica, según el cual más de la mitad de la infancia argentina sólo cuenta con el sistema público para recibir atención
Nicolás Maldonado
nmaldonado@eldia.com
Aunque es una madre que se desvive por sus tres hijos, para Vilma Almada (37), que trabaja como empleada doméstica y vive en Altos de San Lorenzo, llevar a alguno de ellos al médico constituye una decisión que sólo se justifica “cuando las papas queman”. Y es que hacerlo implica no sólo pedir el día en las casas que limpia por la mañana, prescindiendo de ese ingreso por demás necesario para su precaria economía, sino conseguir que alguien se ocupe de sus otros dos chicos si la visita al Hospital se prolonga más de la cuenta como suele ocurrir. Por eso cuando su experiencia como mamá le dice que el cuadro es más o menos manejable prefiere muchas veces hacerse cargo ella misma de la situación y esperar. De ahí que los hijos de Vilma, al igual que la mitad de los chicos argentinos que no tienen una obra social, solo van al médico en forma excepcional.
Pese a que Argentina cuenta comparativamente con una importante infraestructura de salud pública en las áreas urbanas, el acceso a esos servicios para buena parte de la población está lejos de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Así lo puso nuevamente en evidencia un estudio hecho por la Universidad Católica Argentina, según el cual en el último año casi uno de cada cuatro chicos no fue al médico en nuestro país.
Si bien alguna mente cínica podría interpretar este dato como un indicador de la buena salud de la infancia en Argentina, lo que muestra el informe sobre “(In)equidades en el ejercicio de derechos de niñas y niñas” de la UCA es más bien las dificultades que tienen muchas familias para acceder a los servicios de salud.
Como se desprende del estudio, esas dificultades están particularmente asociadas a la mitad de los chicos argentinos que, al no tener obra social, sólo cuentan con los hospitales y salas en los barrios para la atención de su salud. En otras palabras, en medio de la creciente crisis que atraviesa el sistema hospitalario, son precisamente los niños y niñas más vulnerables quienes están pagando el costo en desatención.
No se trata por cierto de una situación coyuntural. Según muestra el informe -hecho por el Observatorio de la Deuda social en base a una amplia población representativa de las diversas realidades de nuestro país- el déficit de acceso a la salud de la infancia es un fenómeno que se ha mantenido casi invariable a lo largo de la última década. Mientras que en 2011 había un 23,4% de chicos menores de 17 años que no habían asistido al médico en el último año, en 2017 eran el 22,4% de ellos los que encuadraban en esa situación.
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Lo mismo se observa en lo que hace a las consultas odontológicas, un servicio en el que el déficit de atención es incluso mayor. Así como a principios de esta década un 43,1% de los chicos no había ido al dentista en el último año, en 2017 eran el 44,8% de ellos. Lo que sí ha venido creciendo en forma clara es el porcentaje de la población infantil que carece de una obra social, prepaga o mutual de salud. En el término de la última década, su número pasó del 43,1% a más de la mitad (50,9%)
Hoy “la mitad de la infancia en la Argentina tiene como única opción para la atención de la salud el sector público. Es decir, que carece de obra social, mutual o prepaga. Si bien esto no es considerado un indicador de déficit en el ejercicio de un derecho, es un indicador de la magnitud del desafío que supone para los Estados la oferta de salud pública orientada a las infancias y adolescencias”, señalan los autores de la investigación.
“Esta situación se incrementó levemente en los últimos años –señalan-. Los niños y niñas más pequeños dependen en mayor medida de la atención de los servicios públicos que sus pares de mayor edad. Asimismo, la cobertura pública alcanza a casi el 80% de los niños y niñas en los estratos sociales más pobres y al 60% de la infancia en el Conurbano Bonaerense”.
La deficiencia de consulta al médico de los chicos en Argentina se da con mayor propensión a medida que crecen y ganan autonomía. Mientras que entre los 0 y 4 años se estima que uno de cada diez de ellos no asistió a una consulta médica en los últimos doce meses, entre los 5 y 12 años son ya dos de cada diez y en la adolescencia su número trepa a tres de cada diez.
El fenómeno se “ve claramente en la práctica – reconoce la doctora Marita Marini, titular de la cátedra de Pediatría B de la Facultad de Medicina de la UNLP-. El sistema ofrece en general una buena cobertura hasta el primer año de vida, que es sin duda el de más dudas y más riesgos también. A partir de ahí la frecuencia de consultas tiende a disminuir y en la adolescencia son pocos los que van. Creo que el problema de accesibilidad en este aspecto es tanto económico como físico. Hay muy pocos espacios de atención interdisciplinaria para los adolescentes, una edad en que son demasiado grandes para chicos y demasiado chicos para grandes. Se sienten incómodos yendo al pediatra junto con nenes chiquitos, pero también yendo a médicos para adultos junto a pacientes de mucha más edad”, explica.
En lo que hace a la visita al médico, las desigualdades sociales son claramente regresivas para los chicos y chicas más pobres. Quienes están en el estrato social marginal tienen tres veces más probabilidades de no haber consultado al médico en el último año que aquellos que se encuadran en el estrato medio profesional. Mientras que en el primer caso el porcentaje registrado por el estudio de la UCA ronda el 26.4%, es decir uno de cuatro aproximadamente, en el otro está en 9,9%, o uno de cada diez.
“Por lo dificultades de acceso que tienen, las familias más humildes sólo nos traen a los chicos cuando están enfermos y la situación les empieza a preocupar. La consulta de rutina de niños sanos es casi inexistente, pero además resulta difícil de atender con los recursos humanos actuales, que están absorbidos casi por completo por la demanda espontánea por enfermedad”, cuenta Manuel Fonseca, médico en el centro de salud de El Mercadito, uno de los barrios más carenciados de la Ciudad.
Lo cierto es que el hecho de gran parte de la población infantil de nuestro país, que coincide en general con la más vulnerable socialmente, no concurra a los servicios de salud con la frecuencia que correspondería no es un fenómeno aislado. Como se desprende del informe, esto se da en un contexto en el cual esa misma población sufre también serias falencias en cuanto aa su alimentación, calidad de hábitat y educación.
De acuerdo con la investigación, la precariedad de las viviendas afecta al 25% de los niños argentinos, mientras que la situación de hacinamiento alcanza al 22,5%. También en este rubro las inequidades están muy marcadas según sea su estrato social.
“Los chicos y chicas en el estrato trabajador marginal registran el triple de probabilidad de vivir en medio de la contaminación ambiental que sus pares en el estrato medio profesional. Asimismo, el riesgo se eleva al 75.7% en el espacio de villas y asentamientos de las grandes áreas metropolitanas. Es fácil advertir que se trata de un problema crucial de las infancias en el Conurbano Bonaerense y en otras grandes áreas metropolitanas del interior del país”, señalan los autores de la investigación.
Otro dato no menos alarmante que surge del estudio es el que concierne a la alimentación, una variable íntimamente vinculada a la salud. De acuerdo con las encuestas realizadas por los investigadores de la UCA, el 17,6% de los niños argentinos menores de 17 años sufrieron un déficit alimentario durante el año pasado. En tanto que el 8,5% de ellos fue víctima de lo que el trabajo denomina “inseguridad alimentaria severa”, es decir, niños que expresaron haber padecido hambre por falta de comida, como publicó EL DIA en su tapa hace unos días atrás.
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