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Opinión |EDITORIAL

Vuelven los visitantes al fútbol, pero el problema sigue en pie

18 de Agosto de 2018 | 01:33
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Cuando en junio de 2013, luego de un cruento enfrentamiento entre barrabravas de Lanús con integrantes de la Policía provincial, se decidió prohibir la presencia de público visitante en los estadios, desde esta columna se advertía que esa sola medida no erradicaría ni resolvería el grave problema de la violencia en el fútbol. Esa predicción, que lamentablemente, resultó ser acertada vale ahora para analizar la reciente decisión que dispone el gradual retorno a los estadios de las hinchadas visitantes: se trata, claro está, de una medida sensata que, sin embargo, no resuelve el problema de fondo.

Lo cierto es que, tras la medida restrictiva, en los torneos de fútbol profesional en la Argentina, posteriores a esa decisión, es decir jugados sin que las hinchadas visitantes concurrieran a la canchas, el número de víctimas fatales por incidentes fue mayor que cuando los partidos se jugaban con las dos hinchadas presentes. Y los episodios de violencia no dejaron de suceder, a raíz de la inconducta y agresividad manifestada por miembros de las hinchadas locales, únicas presentes en los partidos.

Ahora, tal como se había anunciado hace pocos meses, en el sentido de que, una vez finalizado el Mundial jugado en Rusia, volverían los visitantes a los estadios, la medida se aplicará en el partido que disputará este fin de semana Gimnasia en la cancha de Banfield. Si bien que con un sistema restringido de adquisición de las entradas y con un precio muy elevado, lo cierto es que algunos hinchas gimnasistas podrán ingresar al estadio en calidad de visitantes.

Es verdad que en esta columna se postuló que se procurara habilitar, en forma progresiva, un regreso de los hinchas visitantes a los estadios. Sin embargo, se subordinó esa posibilidad al cumplimiento de varias condiciones previas. En principio, siempre se señaló que de ningún modo la solución de fondo al problema de la violencia pasaba por la exclusión de las hinchadas visitantes y se afirmó que esa medida no atacaba el mal de raíz. También se insistió en que se pudo haber aprovechado la exitosa experiencia seguida en la década del 90 en Inglaterra para erradicar a los “hooligans” –grupos extremadamente violentos que asolaron los estadios- cuando, mediante un previo acuerdo político que involucró a todos los sectores se logró resolver la cuestión.

Como se recordará, en Inglaterra se adoptaron cuatro o cinco medidas que, cumplidas cabalmente, definieron positivamente la situación. La primera de ellas, se prohibió el ingreso de por vida a los estadios de los hinchas violentos y se estableció la pena de cárcel para quienes violaran las leyes, entre ellas la prohibición de llevar armas. También se prohibió el consumo de alcohol.

Asimismo, se crearon comandos especiales que se infiltraron entre los “hooligans” para identificar a los violentos, lográndose conformar una lista de 5.000 revoltosos a los que se les prohibió la entrada a las canchas. Mientras los clubes creaban también sus propios grupos de seguridad e instalaron cámaras de circuito cerrado, se instrumentó la instalación obligatoria de asientos para todos los espectadores en las tribunas, dándoles a los clubes un plazo de nueve años para que se ajustaran a estas reglamentaciones. Pero fue básico, como se dijo, que existiera consenso y una fuerte decisión política para impulsar ese programa.

Si bien este anuncio para el fútbol argentino podría implicar un pequeño avance, ya que apuntaría a recolocar las cosas en un plano de mayor sensatez, la experiencia acumulada aconseja que se analicen a fondo y en forma más detenida algunos factores –por ejemplo, la existencia de una fuerza policial especializada en prevenir y sofocar los incidentes en las tribunas, la seguridad que ofrecen las canchas, la trama de complicidades y la mejor identificación y contención de los barrabravas, entre muchos otros- que son los que realmente inciden para haber convertido a los estadios en escenarios de una violencia tan peligrosa como incontenible.

 

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