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Séptimo Día |UN AUTOR PARANGONADO A MACEDONIO FERNÁNDEZ Y ADOLFO BIOY CASARES

Las palabras rotas y ennoblecidas

El caso sin antecedentes de César Bruto, el escritor y humorista argentino que prologó a la novela “Rayuela” de Julio Cortázar. Un idioma premonitorio, saturado de errores ortográficos. Sus consejos para futuros gobernantes

Las palabras rotas y ennoblecidas

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

3 de Febrero de 2019 | 08:51
Edición impresa

A pesar de que las relaciones ahora no pasen por un buen momento, humor y literatura se llevaron habitualmente muy bien en la Argentina. El ejemplo más evidente lo dio Julio Cortázar, autor de una de las obras más perdurables del Siglo XX –“Rayuela”- que le ofreció el preámbulo de esa obra a César Bruto (seudónimo de Carlos Warnes, porteño, 1905-1984) también escritor y un humorista, que impuso hace más de medio siglo un estilo analfabeto y, de algún modo, premonitorio).

Sin embargo, a pesar de que el humorismo anda de mal humor, ¿por qué no transcribir esa errática presentación de “Rayuela” por César Bruto? Tal como la redactó, sin puntos aparte y con su devastada ortografía. Acá va:

“Siempre que viene el tiempo fresco, o sea al medio del otonio, a mí me da la loca de pensar ideas de tipo eséntrico y esótico, como ser por egenplo que me gustaría venirme golondrina para agarrar y volar a los paíx adonde haiga calor, o ser hormiga para meterme bien adentro de una curva y comer los productos guardados en el verano o de ser una víbora como las del solojicO, que las tienen bien guardadas en una jaula de vidrio con calefación para que no se queden duras de frío, que es lo que les pasa a los pobres seres humanos que no pueden comprarse ropa con lo cara questá, ni pueden calentarse por la falta del querosén, la falta del carbón, la falta de plata, porque cuando uno anda con biyuya ensima puede entrar a cualquier boliche y mandarse una buena grapa que hay que ver lo que calienta, aunque no conbiene abusar, porque del abuso entra el visio y del visio la dejeneradés tanto del cuerpo como de las taras moral de cada cual, y cuando se viene abajo por la pendiente fatal de la falta de buena condupta en todo sentido, ya nadie ni nadies lo salva de acabar en el más espantoso tacho de basura del desprestijio humano, y nunca le van a dar una mano para sacarlo de adentro del fango enmundo entre el cual se rebuelca, ni mas ni meno que si fuera un cóndor que cuando joven supo correr y volar por la punta de las altas montanias, pero que al ser viejo cayó parabajo como bombardero en picada que le falia el motor moral. ¡Y ojalá que lo que estoy escribiendo le sirbalguno para que mire bien su comportamiento y que no searrepienta cuando es tarde y ya todo se haiga ido al corno por culpa suya!”

Ese texto se encuentra en el libro de César Bruto titulado “Lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy” y, más exactamente en el capítulo “Perro de San Bernaldo”. La treintena de capítulos aborda las distintas vocaciones que lo tentaron, como, por ejemplo: “Dontista, Inventor, Prosidente de direptoriO, Persona honrrada, Direptor de biógrafo, Derijente obrero, Corredtor de pruebas, Perro de saN bernaldO, Preasidente de una conferensiA de la paZ, Fantasma de un castilio… Mienbro de lacademiA de letra, jueS de turno criminal…”

“La siensiA de gobernaR consiste en escuchar a los amigos”

 

Acompañado en toda su obra por los dibujos afinados (a su estilo) de Oski, César Bruto –ciertamente una especie única en su género- despliega en este libro su divertida y humilde vocación por el fracaso, aunque convirtiéndola en un camino para su redención ética. Se ríe de todo y de todos, pero empieza por su propia imagen en el espejo. La solemnidad literaria se desploma en sus textos como un ropero repleto de ropa usada, al que se le abren las puertas. Véamoslo a César Bruto en la Academia de Letras:

“Con que me prepare no digo mucho sino un mes o 2 adentro de un colejiO tanto para agarrar algo de prádtica en las cosas de saber bien de memoria los 4 puntos cardenales, las 4 operasión de sumar, restar, multiplicar y dividir; cuántas son los 5 parte del mundO, y algo de jometría y de buena letra, a mí me parese que nadies me negaría de darme un lindo puesto adentro de lacademiA de letrA, o sea el lugar adonde se rejuntan los que tienen una buena preparación y diploma y se pasan la vida discutiendo cuál son las palabras buenas y cuál son las malas palabra”.

Veamos ahora cómo definiría el académico Bruto a la letra H: “Esa letra es nimanimeno que un adorno, si se quiere, pero de utilidá que se diga no da ni medio”.

El extenso artículo de Bruto –publicado por la revista digital “La Biblioteca” de junio 2018 que edita la Academia Argentina de Letras- termina con este párrafo del humorista en donde explica uno de los motivos por lo que aspira a ocupar un sillón en esa entidad: “También estar en lacademiA de letrA es lindo por tomar el té con leche con masitas que me han dicho que toman cada vez que se rejuntan a estudear las palabra”.

Escritores, críticos y estudiosos del fenómeno literario ensalzaron a César Bruto, en un fenómeno que se renueva. “Warnes fue periodista gráfico y colaborador consecuente de revistas y páginas de humor en un espectro que iba, por ejemplo, de Tía Vicenta a Clarín– durante cuatro décadas: desde principios de los cuarenta–; César Bruto debutó en la politizada revista Cascabel, hasta el primer tercio de los ochenta. Hizo de todo en el campo del humor satírico, incluso los libretos televisivos de Tato Bores en uno de sus mejores períodos, pero lo mejor, qué duda cabe, es lo que produjo en tándem insoslayable con un coequiper de exacta sintonía: Oscar Conti, Oski, su ilustrador ejemplar. El “primitivismo” falsamente ingenuo de Oski al dibujar era el equivalente gráfico del uso alevosamente torpe del idioma por parte del inspirado Warnes”, escribió Juan Sasturain en Página 12.

PARA UN AÑO ELECTORAL

Y ya que está corriendo un año electoral, conviene repasar también el libro “Consejos para futuros gobernantes”, de César Bruto, que ilustra a los eventuales electos: “Si un día usté llega a estar en el gobiernO – de lo cual nadies está libre y eso le puede pasar a cualquiera-, nunca se ponga de mal humor ni se haga mala sangre cuando sepa que la jente le puso un apodo, un aliaS o un sobrenombre: los tipos que son inteligentes en ves denojarse por los apodos buscan la manera de ganarse un sobrenombre lindo en lugar de un aliaS repulsivo, y por eso esistieron reyeS que les desían Ricardo “corazón de leóN”, alfonsO “el sabiO”, Felipe “el hermosO”, Pedro “el grandE”...¡Y en cambio esistieron otros que hisieron méritos para ser llamados Pedro”el cruel”, Ivan “el terriblE”, carlos “el sanguinariO”, Enrique IV “el impotentE”.

El buen gobernante debe escuchar a sus consejeros. Pero fueron muchos los príncipes que no siguieron esta sugerencia. Veamos: “¿Y juliO césaR, qué? Un día, antes de ir al senadO de la nasióN, le avisaron que no fuera, que le iban a dar la salsa, que lo iban a masacrar...¡Pero el juliO césaR era un cabeza dura y siguió adelante...¡Y cuando se quiso acordar tenía toda la túnica romana llena de aujeros, y él adentro de la túnica en forma de cadáver”.

La conclusión doctrinaria de Bruto es la siguiente: “Concretamente, la siensiA de gobernaR consiste en escuchar a los amigos y no hacerle caso a los enemigos...¿Qué como se conose a los enemigos y los amigos? ¡Ha, querido mío, ese es su problema, y yo no me meto!”.

LAS PALABRAS

Acaba de decirse en estos días que la literatura se hace antes con palabras y después, con ideas. En este sentido, César Bruto es un innovador y un anticipador, porque jugó con palabras y en muchos casos las destruyó como un juguete, mucho antes de que el idioma, como ocurre hoy, se encontrara mortificado por toda clase de estímulos y fenómenos nuevos. El lenguaje digital, rico en neologismos y en giros tecnológicos, es uno de ellos. Para mucha gente ha de ser más fácil entender a Bruto, que a un mensaje de whatsapp escrito por un nene de corta edad.

Bruto previó lo que venía y le alcanzan estas expresiones de Maquiavelo: “No hay nada más difícil de emprender, más penoso de conducir y más incierto en su éxito que tomar el liderazgo de un nuevo orden de cosas. Porque el innovador tiene por enemigos a todos los que han proliferado en la situación vieja, y sólo tibios defensores en los que podrían proliferar en la situación nueva”. Cortázar eligió como prologuista a un previsor, no a un cómico.

La solemnidad literaria se desploma en los textos de Bruto

 

A principios de los 60 apareció en la televisión argentina un actor heredero de Bruto, Juan Carlos Altavista, cuyo personaje Minguito también distorsionó –más caricaturescamente- el idioma. Minguito escribió en su momento una “Oración Lunfarda a Nuestra Señora” , cuyo comienzo decía así: “Vengo a ponerme de rodillas, virgencita, porque precisamo de que vos te lo chamuyes a tu hijo Jesús que es el capo másimo de todo nosotros, p’hacerle un par de mangazos de laburo, de salú y todo eso”.

Y ahora, hace pocos días, el periodista Ariel Torres, especializado en divulgación científica, escribió el miércoles pasado en La Nación un artículo titulado “Acerca de las palabras”, en el que dijo: “Palabras. Usamos entre 300 y 500 para hablar. Se dice que un buen escritor pasa de las 5000. Es lógico. Sobran los ejemplos en la literatura para demostrar una máxima inmarcesible: los libros no se escriben con ideas, sino con palabras. Así que cada día que aprendemos una nueva es, para los que vivimos del texto, un día de felicidad. Dije aprender, pero es más bien descubrir”.

César Bruto escribió “El pensamiento vivo de César Bruto (1946); “Lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy (1947); Los grandes inbento de este mundo (1952); “El secretario epistolárico (1955); “Brutas biografías de bolsillo (1972) y “Brutos consejos para gobernantes (1983)”.

Cortázar le dedicó, además de darle el préambulo de “Rayuela”, otro elogio a César Bruto en “La vuelta al día en 80 mundos”, ubicándo a la obra “brutiana” en un pie de igualdad con las escrituras de Macedonio Fernández y Bioy Casares. En Cortázar, como en César Bruto, ardió hasta quemarse la vocación de servicio ante el lenguaje.

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