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La Ciudad |UN TESTIMONIO DE AMOR POR EL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO Y CULTURAL DE LA CIUDAD

El alumno y la docente que concluyeron un diseño de Pedro Benoit 130 años después

En 1883 el Observatorio se ideó con seis esculturas. Durante más de un siglo se creyó que se habían perdido. La verdadera historia

El alumno y la docente que concluyeron un diseño de Pedro Benoit 130 años después

Angeles Muñoz Ojeda y Nicolás Salerno. La docente y el alumno que concluyeron la obra de Benoit / C.Santoro

Carlos Altavista

Carlos Altavista
caltavista@eldia.com

31 de Marzo de 2019 | 02:52
Edición impresa

En 2003, Nicolás Salerno empezó a repartir su tiempo entre el estudio de la astronomía y un trabajo como guía de visitas en el Observatorio. Sin saberlo, había abierto una puerta increíble. Cinco años después conoció a la profesora de Historia del Arte, Angeles Muñoz Ojeda, quien acostumbraba llevar a sus alumnos secundarios a conocer el emblemático complejo académico-científico del Bosque. Juntos, a pulmón (y ad honorem), con pasión y perseverancia, se encargaron de completar la obra del edificio ideado por Pedro Benoit en 1883. Nada más. Y nada menos.

“Estaban las seis hornacinas vacías, con los nombres de seis ilustres científicos sobre cada una: François Arago, Wilhelm Bessel, Johannes Kepler, Isaac Newton, Galileo Galilei y Pierre-Simon Laplace. Los guías contábamos las leyendas que había sobre las esculturas. Que el barco que las traía desde Francia se hundió. Que había encallado en Uruguay y se las robaron. Todo incomprobable”, recordó Nicolás en la soleada tarde del viernes.

“Un día de fines de 2008, creo que había venido con los alumnos de la Media 15 de City Bell”, dijo Angeles, hoy vicedirectora de la secundaria del Normal 1 y profesora de la carrera de Museología en el Instituto de Formación Docente Nº 8. “Si estaban los nombres de los científicos, había más para averiguar sobre las esculturas”, pensó entonces. Y cuando la visita ya transcurría en torno al telescopio, le disparó a Nicolás: “Algo se puede hacer”. “Decime qué y empezamos ya”, le respondió el estudiante-guía.

Fue el principio de todo. Se sumergieron en el inabarcable y valiosísimo museo del Observatorio, y con la ayuda incondicional de su responsable, Sixto Giménez Benítez, iniciaron una investigación a fondo.

“Dimos con fotos de los bocetos de los científicos que el prestigioso escultor francés, Henri Allouard, le había mandado a François Beuf, quien desde 1883 era el director de las obras del Observatorio”, rememoraron. Y admitieron que el hallazgo les puso la piel de gallina. Pero había más.

Beuf, destacado marino, no pudo navegar más por problemas de salud y fue designado director del Observatorio Naval de Toulon. Contratado por el gobierno argentino, llegó al país y se puso al frente de la Escuela Naval Militar el 1º de junio de 1881. Veinticuatro días antes, el 7 de mayo de ese año, Dardo Rocha había firmado el decreto que ordenaba la construcción de un observatorio en la Ciudad, la cual aún no había nacido. Beuf quedó a cargo de las obras poco antes de que den comienzo: el 22 de noviembre de 1883.

¿Y qué más había? Retomando la investigación del estudiante y la docente platenses, aparecen las cartas que guardaban la verdad sobre las esculturas. “Había una serie de cartas entre Beuf y el Observatorio de París. Concretamente con el escultor Allouard. Estaban en francés, por lo que las mandamos a traducir. Allouard detallaba el precio de su trabajo, que variaba según el material, mármol o bronce”, narró Nicolás Salerno. “La correspondencia se interrumpía en 1890 -siguió Angeles-. Beuf falleció el 26 de agosto de 1899 y lo reemplazó al frente del Observatorio Porro de Somenzi, quien retomó el contacto. Hasta que en una escueta epístola, fechada el 9 de marzo de 1909, informó: No disponiéndose de fondos para el objeto expresado, archívese”. El 24 de octubre de ese año, en Boulogne-sur-Mer se inauguró la estatua del General San Martín realizada por el mismísimo Henri Allouard (una réplica preside hasta hoy la plaza que se interpone entre la Casa de Gobierno y la Legislatura bonaerenses).

“La comunidad ya se había acostumbrado a ver los huecos vacíos con los nombres de los científicos”

Nicolás Salerno
Estudiante de Astronomía

 

Las leyendas se siguen contando en las visitas guiadas. Pero la pura verdad descubierta por Nicolás y Angeles fue que la obra diseñada por Pedro Benoit y su equipo no pudo completarse por falta de fondos.

La idea de concluirla comenzó a rodar. ¿La aceptaría la comunidad de la facultad? En caso de que sí, ¿quién haría las esculturas? ¿En qué material? ¿Serían iguales a las bocetadas más de un siglo antes por Henri Allouard? ¿Cuánto costarían? ¿Cómo se financiarían?

Esas preguntas (y muchas más) y sus posibles respuestas quitaron el sueño a Nicolás y Angeles noche tras noche. Pero siguieron adelante. “Hubo en medio cambio de decano (en una elección compleja). Nada era simple. Pero el espíritu que nos invadió de finalizar una obra fundacional que no pudo ser por cuestiones económicas, pudo más”, afirmaron.

“Hay pocos escultores figurativos, es decir, que realizan figuras humanas realistas. Contactamos algunos en Francia e Italia. Un italiano nos presupuestó 60 mil euros por cada escultura de mármol. Y 50 mil en bronce. Empezó la búsqueda de un artista argentino”, apuntó entre risas Nicolás.

Angeles acotó que “a la dificultad de hallar un escultor figurativo, se añadía que la obra estaba cien por ciento condicionada, pues las figuras tenían que ser idénticas a las que había ideado Allouard. Es que la base de nuestro proyecto, bautizado Proyecto Beuf, era respetar a rajatabla el diseño fundacional”. Y dieron con Xavier Barrera Fontenla, quien “se puso la camiseta”, subrayaron.

Con maquetas de las seis figuras, un trabajo de Photoshop donde se las podía ver en los nichos, una muestra de las cartas originales y su traducción al castellano, cuidadas ponencias y más, Nicolás Salerno y Angeles Muñoz Ojeda hicieron dos presentaciones para toda la comunidad: estudiantes, profesores, autoridades, personal de la casa, astrónomos destacados.

“Hubo un fuerte debate. Siempre constructivo. Y lógico. Porque todos estaban acostumbrados al edificio con los huecos vacíos. Sin embargo, la idea terminó prendiendo con fuerza y fue aprobada”, contaron, para destacar que “el decano (Adrián) Brunini, en 2012, nos dijo que confiaba en nosotros. Que nos ocupáramos de todo porque contábamos con el aval de la facultad. Eso, y el compromiso de la unidad académica y de la universidad para asumir el 50 por ciento del costo cada una, fue el empujón final”, enfatizaron.

Mientras Fontenla trabajaba las esculturas con una mezcla de resinas y polvo de mármol -muy utilizada en Italia-, Angeles y Nicolás viajaron cada semana a capital federal para hacer correcciones.

Arago y Bessel llegaron a la puerta sur el 20 de junio de 2013. El resto de los ilustres científicos a la norte, el 22 de noviembre, cuando el Observatorio cumplió 130 años.

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Angeles Muñoz Ojeda y Nicolás Salerno. La docente y el alumno que concluyeron la obra de Benoit / C.Santoro

Astrónomos delante de las hornacinas vacías / Museo Observatorio

Una de las cartas que intercambiaron el Observatorio platense y el de París, que guardaban la verdadera historia sobre las esculturas

Fotografía del boceto de Galileo de fines del siglo XIX

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