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Séptimo Día |LA VENIDA AL PAÍS DEL NOVELISTA DRAGO JANCAR

Desde la torre de Babel a la globalización

La compleja profesión de los traductores literarios. La platense Florencia Ferre, que tradujo al más celebrado novelista de Eslovenia, que visita al país. Testimonios de Octavio Paz, Borges, Steiner, Poe y otros grandes escritores

Desde la torre de Babel a la globalización

Florencia Ferre / Gonzalo Mainoldi

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

2 de Junio de 2019 | 07:48
Edición impresa

“Aprender otro idioma es como empezar a conocer otro mundo…Es como volver a hablar”, dice entusiasmada Florencia Ferre. De modo que, como se verá, son varios los mundos que ella conoce. Sabe mejor que nada el esloveno y en Eslovenia hay un aforismo que dice: “vales tanto como cuantas lenguas sabes”. Ferre le hizo caso al aforismo: sabe también ruso, inglés, italiano, francés, portugués, latín y griego. Sin barreras idiomáticas, la platense Ferre, que vive en Arturo Seguí, conoce muchos mundos y ha vuelto a empezar a hablar muchas veces.

En pocos días llegará a Buenos Aires uno de los más celebrados escritores eslovenos, Drago Jancar, el más traducido a lenguas extranjeras y lo hará para presentar la edición en castellano de su novela “Aquella noche la vi” (editada en Argentina por Barenhaus, 2019) y llevado a librerías en mayo pasado, con traducción de Ferre.

Este libro fue reconocido en Francia como la mejor novela publicada en 2014 y Jancar dialogará el 12 de junio próximo con Edgardo Cozarinsky en la porteña Biblioteca Nacional Mariano Moreno, auditorio David Viñas. En esa oportunidad, Ferre actuará como intérprete, “lo cual es más difícil porque exige la traducción simultánea”. Luego Jancar disertará en las Universidades de Córdoba y de Cuyo.

“La lengua eslovena la ví por vez primera cuando yo tenía 40 años de edad”, reseña en la entrevista realizada en Bliss la traductora que cursó estudios primarios en la Escuela 10, secundarios en el Liceo Víctor Mercante y terciarios en la UNLP y en la UBA. En pocos años entonces dominó una de las no fáciles lenguas balcánicas.

Casada con el escenógrafo del Teatro Argentino, Andrés Taravitto –“con quien tengo sus dos hijos, que son por elección para mí, Lucía y Manuel”- hija de José Alfredo, que fue médico pediatra y de María Alba Rey, con un hermano profesor de letras en Trevelin (Chubut) y una hermana profesora de matemática en La Plata, es decir con un linaje universitario bien asentado, Ferre ha traducido del esloveno ya unos quince libros, entre novelas, ensayos y otros géneros, muchas veces con el patrocinio de la Embajada de Eslovenia y del Centro de Esloveno.

“Hay un lectorado de esloveno muy fuerte en nuestro país…Por otra parte quiero señalar que no soy la única traductora del esloveno en La Plata, ya que se encuentra también Julia Sarachu, que ha traducido poesía eslovena y publica mucho como editora”.

En cuanto a Jáncar, acá se transcribe el primer párrafo de la novela, en texto traducido por Ferre: “Anoche la vi como si estuviera viva. Venía por el corredor de la barraca, entre las literas donde mis compañeros dormían con pesados estertores. Se detuvo ante mi cama y quedó algún tiempo mirándome pensativa, un tanto ausente, como cuando deambulaba por nuestro departamento en Maribor”.

Acerca de su obra, Jancar postula que los personajes de sus novelas “podrían vivir tanto hoy como hace quinientos años, porque el ser humano en esencia no ha cambiado en muchos siglos. Aunque si bien ha progresado en su conocimiento racional de las cosas, lo cual ha llevado a un avance tecnológico, con respecto a la pasión, las traiciones, el amor, el odio e incluso las guerras, no ha producido ningún movimiento.”

TRADUCCION Y ALDEA GLOBAL

Hay un proverbio popular que los traductores detestan. No les gusta que se lo recuerden. No se sabe quién lo creó, pero sì que es muy antiguo: “traductor, traidor”. En italiano es más famoso: “traduttore, traditore”. Toda traducción traiciona al concepto original.

Sin embargo, esta cita de George Steiner reivindica a los traductores: “Sin traducción habitaríamos provincias lindantes con el silencio”. No sólo el conocimiento, las técnicas y el arte –sobre todo la literatura- hubieran quedado restringidos en el espacio limitado de cada idioma. Frente al variado quehacer humano, la traducción ha sido la primera actividad que nos llevó desde la torre de Babel –donde nadie se entendía con nadie- hacia la aldea global, hacia la hoy llamada globalización.

Existen también testimonios consistentes que aluden a que la traducción literaria es la más difícil de todas. Se trata de una tarea en extremo delicada, que demanda muchas horas, es ingrata y además mal paga. Grandes escritores, como Octavio Paz, han sido también traductores de relieve.

Dice Paz: “Cada texto es único y, simultáneamente, es la traducción de otro texto. Ningún texto es enteramente original porque el lenguaje mismo, en su esencia, es ya una traducción: primero, del mundo no verbal y, después, porque cada signo y cada frase es la traducción de otro signo y de otra frase. Pero ese razonamiento puede invertirse sin perder validez: todos los textos son originales, porque cada traducción es distinta. Cada traducción es, hasta cierto punto, una invención y así constituye un texto nuevo.

La complejidad de la traducción literaria puede inferirse con estas citas: “La traducción debe tender a impresionar al público al que va dirigida como impresiona el original al público que lo ha leído”, según Edgar Allan Poe. El que no quería manejarse con traducciones fue Nietzsche que quería leer el Don Quijote y para eso aprendió el idioma español.

En la visión de Cyril Connelly “traducir de una lengua a otra es el más delicado de los ejercicios intelectuales; comparado con él, los otros acertijos, del bridge al rompecabezas, parecen triviales y vulgares. Tomar un fragmento de griego y ponerlo en inglés sin derramar una gota. ¡Qué agradable destreza!”. “Ningún problema es tan consustancial con las letras y con su modesto misterio como el que propone una traducción”, sostiene Sergio Waisman.

Para Isaac Singer “la traducción es la esencia de la civilización moderna”. En opinión de Enrique Díez Canedo, “traducir es siempre sacrificar; pero no ha de sacrificarse nada esencial”, mientras que para Walter Benjamin “la misión del traductor es rescatar ese lenguaje puro confinado en el idioma extranjero para el idioma propio, y liberar el lenguaje preso en la obra al nacer la adaptación”.

“Hay un lectorado de esloveno muy fuerte en nuestro país…Por otra parte quiero señalar que no soy la única traductora del esloveno en La Plata, ya que se encuentra también Julia Sarachu”

Florencia Ferre
Traductora

 

Nuestro infaltable Jorge Luis Borges –traductor del inglés y de lenguas antiguas- impulsó una tesis que hoy se debate en el mundo entero, que en síntesis invierte la relación: según Borges el traductor puede superar a quien traduce, lo puede recrear. Así lo señala la investigadora Isabel Hoyos: “Sus ideas sobre la traducción han dado lugar a numerosos debates. No solo creía que la traducción podía superar al original, y que la alternativa y potencialmente contradictoria de revisión del original podía ser igualmente válida, sino que también añadía que el original o su traducción literal no tenían porqué ser fieles a la traducción final”. Una traducción tiene derecho a ser mejor que el original, propuso el autor de El Aleph.

“No soy de aquellos que juzgan que místicamente toda traducción es inferior al original. Muchas veces he sospechado, o he podido comprobar, lo contrario”, dijo Borges. El escritor original lo único que hace es un “arreglo previo” y nada exige que, con posterioridad, la recombinación de ese escrito (la traducción) deba ser necesariamente inferior al primer texto.

El director de orquesta Zubin Metha nunca deja de valorar la simplicidad de la música, que suena igual en todas partes y que no sufre las limitaciones del lenguaje escrito, necesitado de traducciones.

Pero la complejidad para los traductores aparece a cada vuelta de página. El que tradujo al castellano los diálogos de la clásica película “Casablanca”, con Humprey Bogart e Ingrid Bergman se encontró perplejo una vez, cuando tuvo que pasar a nuestro idioma un diálogo final donde Bogart le quiere hacer creer a Bergman que no la ama, relativizando su sentimiento, a pesar de que el gesto del actor daba a entender exactamente lo contrario, ya que en realidad sacrificaba su amor para que ella pudiera emigrar junto a su esposo. Cuando las palabras dicen lo que no quieren decir, porque la intención es realmente otra, ¿cómo traducirlas?

EXTRAÑO DESTINO

El problema de la traducción literaria se torna especialmente complejo, cuando es poesía lo que se quiere traducir. “Extraño destino el del traductor de poesía. En su tarea se conjuga, de manera admirable y penosa, mucho de cuanto tiene de «esplendor y miseria» —utilizo la expresiva fórmula de Ortega y Gasset— la creación literaria”, expresó por su parte Pablo Anadón, en su artículo titulado “Venturas y desventuras de la traducción poética”, publicado en Clarín en septiembre de 2009

Bien saben de este y otros extraños destinos los traductores. La pelea es dura. “Casi nunca tenemos devolución de nuestro trabajo”, dice Ferre, que ahora viajará a Inglaterra a un seminario de traducción que se realiza en Norwich en junio próximo. La traducción de un libro de 200 páginas le demanda entre cuatro y seis meses de trabajo muy intenso, con pagas nunca voluminosas “ni mucho menos”. Los traductores cuentan con la entidad AATI (Asociación Argentina de Traductores e Intérpretes), que los nuclea y defiende en sus derechos laborales, agrega Ferre. Pero falta mucho camino y alguna ley más específica para transitar las distancias que faltan.

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