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Afirman que Isabel II intercedió para que polistas y petiseros de nuestro país conserven su permiso de estadía en Gran Bretaña
Laura Romoli
lromoli@eldia.com
Dicen que una reina no sucumbe ante nada. Menos aún una como Isabel II, salvo, claro, que la mueva por dentro una pasión personal tan poderosa como la que su majestad tiene por los caballos, una debilidad que a la monarca británica puede arrancarle la sonrisa más plena en los momentos más solemnes. Sí, por ellos la Reina se deja vencer, sobre todo si su pelaje es negro azabache. Y, como una exquisita y meticulosa entendida en el tema, aprecia especialmente el sello que en el rubro ecuestre imprimen los argentinos. Tanto es así que, en pleno replanteo de normas de inmigración tras la instauración del Brexit, intervino personalmente para que el gobierno de su país permita la estadía en Londres de nuestros polistas y petiseros, durante la temporada estival.
El discreto lobby ejercido por la Reina se conoció recién ahora pero ocurrió en 2017, cuando la entonces ministra del Interior de Theresa May, Amber Rudd, había dispuesto revisar el esquema de las 800 visas para polo que permite a los mejores jugadores del mundo y a sus petiseros trabajar en Gran Bretaña en la temporada que va de marzo a septiembre y que beneficia, principalmente, a los argentinos. Fue Isabel quien, de forma absolutamente excepcional a su costumbre de permanecer completamente neutral a las cuestiones políticas de su país, discutió el tema en privado con la ministra Rudd en el palacio de Sandringham, una intercesión que permitió la morigeración de la medida.
Detrás de ese gesto por el que un grupo importante de argentinos abocados a ese mundo resultó beneficiado, se esconde una profunda pasión que acompaña a la monarca desde los cuatro años y continúa hasta sus actuales 93, siendo que Isabel realizando largas cabalgatas por las mañanas en los alrededores de Windsor. Y también el aprecio al estilo de los polistas y petiseros de nuestro país, que realmente son del agrado de la Reina.
No es secreto que el polo ha sido el deporte elegido por la familia real (lo jugaba hasta hace muy poco el príncipe Carlos, sus hijos Guillermo y Enrique y lo hacía también el príncipe Felipe). Pero pocos reparan en que en la casa de Windsor no sólo los hombres disfrutan de los caballos. Isabel concurre regularmente a los partidos en el parque de Windsor y, en este contexto en el que el deporte forma parte de la vida cotidiana, los polistas argentinos son parte de los equipos de la familia real y algunos hasta son sus amigos cercanos, como Nacho Figueras y Delfina Blaquier, camaradas del príncipe Enrique y la duquesa de Sussex, Meghan.
Gran Bretaña es sin duda uno de los centros más importantes de polo, por la afición de la realeza pero también porque allí se juegan dos de los torneos más importantes de Europa: la Copa de la Reina y la Copa de Oro. Y en ese escenario en el que las caballerizas abundan los jugadores y petiseros argentinos que llegan para trabajar la temporada que va desde marzo a septiembre, también.
¿Qué tienen de especial los petiseros que movilizaron a la propia monarca y la llevaron a intervenir para lograr una morigeración en los permisos de estadías en ese país, en medio del endurecimiento que trajo el Brexit?
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El peón de la cuadrilla tiene como misión servir de conexión entre el caballo y el jinete y está a cargo de verificar el estado físico y emocional del caballo, una metier que a la Reina le parece indispensable, además de apreciar con creces el particular desempeño de los argentinos, que imprimen su propio sello y empatía en el trato con el animal.
Los petiseros conocen a cada caballo de su establo tan bien como la palma de su propia mano y están a su cargo desde que nacen. Esto es similar a decir que es el petisero quien en el día a día se ocupa de revisar las condiciones físicas de los caballos, alimentarlos, sacarlos del establo, ejercitarlos y entrenarlos para el juego de polo y las carreras.
En ese mundo lejano son muchos los argentinos que intervienen y forman parte de la red de jugadores polistas y cuidadores anónimos. La mayor prueba es que, afirman, hasta los patrones, dueños de los equipos de polo, conocen algunas palabras y hasta hablan un poco de español.
El polista viaja con su petisero, que por lo general son peones criados en el interior entre caballos y, por lo tanto, los entienden mejor que nadie. Por esto es normal que al contratarse jugadores argentinos, éstos viajen en su compañía y que la Reina, que aprecia su buen juego se haya empapado, además, del desempeño de los cuidadores argentinos, que, a juicio de los ingleses, son muy difíciles de igualar en lo que hacen.
Además de contener al caballo, alimentarlo, ejercitarlo e interactuar con el veterinario, ya que su conocimiento de las particularidades del animal son de gran ayuda para cualquier diagnóstico, es el petisero el que se ocupa también de la cuestión estética, bañándolo, cepillándolo y acicalándolo en general. Sin duda, Isabel forma parte de alguna manera de ese círculo de admiración y pasión por los caballos, dado que al final de cuentas, cada cual con su estatus, monarcas, patrones, jinetes y peones parecen tener mucho en común.
Es que a la Reina el gusto por lo ecuestre, que incluye el polo, las carreras y la cría de pura sangre, le fue transmitido de su abuelo y su padre, los reyes Jorge V y Jorge VI, de quienes heredó las caballerizas que aún mantiene. Incluso, lo primero que hace la Reina cada día es preguntar por sus caballos favoritos y leer el Racing Post, el medio especializado de esa tierra.
La edad no ha sido impedimento para que su majestad cabalgue por las mañanas en torno a sus paisajes palaciegos. Lo hace cubriéndose el cabello con un pañuelo de seda pero sin el casco que habitualmente se usa para montar. “¿Para qué? Me despeino”, dice cuando se lo sugieren. Y esa respuesta tiene lógica para quienes saben que la monarca es dueña de una gran habilidad y destreza en la materia, que mantiene intacta desde su más temprana edad.
Incluso, hasta 1986 Elizabeth II encabezaba el desfile militar anual “Trooping the colour”, que coincide con la celebración por su cumpleaños, montando su caballo personal, Burmese, el que cabalgó durante 18 años y el que montaba aquel día de 1981 en el que sufrió un atentado con arma de fuego. En medio del incidente Burmese se deslizó, sobresaltado por los disparos, e Isabel lo controló inmediatamente, demostrando no sólo que la Reina es dueña de un gran equilibrio de carácter sino también que es una excelente jinete.
Su conocimiento sobre equitación y su pasión por los caballos se remontan a su primera infancia. Fue su padre, el rey Jorge VI, quien le obsequió su primera pony de Shetland, Peggy, para que comenzara a adentrarse en el camino de la equitación junto a su hermana, Margarita. Desde entonces y hasta la actualidad su vínculo con los equinos no tuvo pausa. Isabel no sólo se enfoca en el polo y las carreras. Se interesa particularmente en la cría, doma y mantenimiento de los pura sangre, a los que sigue de cerca y de los que –afirman por doquier- vive dando cuenta de su profundo y minucioso conocimiento. Puede entonces apreciar con absoluta autoridad el trabajo de los cuidadores, en una actividad en el que su entorno considera es toda una experta.
Actualmente, Isabel tiene unos 30 caballos en entrenamiento que compiten en todos los festivales posibles. “Ella les da nombre a todos. Creo que planear todo el proceso es una satisfacción fantástica”, afirmó recientemente el vocero de la gran carrera británica, Nick Attenborough.
Según ella misma ha confesado, sus caballos son sus “amigos fieles de alegrías y tristezas”. Y ese férreo sentimiento la ha hecho empatizar con los petiseros argentinos, que en su país se abocan a la misma actividad. Y es que sólo la dueña de un conocimiento tan exquisito y profundo sobre estos animales puede reconocer en cierto tipo de peón un talento innato para conectar con ellos que los vuelve indispensables y dignos en Gran Bretaña de una visa especial.
Dicen que los argentinos ponen al polo su propio sello distintivo
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Los caballos negro azabache, debilidad de la reina/web
Elizabeth II, a la edad de seis años, junto a su hermana Margaret, con Peggy, un pony de Shetland regalo de su padre el rey Jorge VI, que inspiró el amor de la Reina por los caballos.
la reina no sólo se fija en premios. se preocupa por cada instancia de la cría, alimentación, entrenamiento y seguimiento de sus caballos. y así lo hizo siempre, por eso afirman que es una gran conocedora de la actividad/web
los petiseros argentinos cotizan en alza en el mundo británico. son irreemplazables en su forma de conectar con los caballos/web
la reina en la actualidad
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