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José María Tau (*)
José María Tau (*)
Escribo durante “aislamiento social preventivo y obligatorio” dispuesto por el Decreto 297/20. No es toque de queda, porque no está impuesto por un enemigo, aunque si con motivo de ese enemigo invisible a simple vista, desconocido hasta hace pocos meses, que habita la frontera entre la vida y la materia inerte. Un virus.
Ya no tiene sentido especular. No importa ahora quién sacará provecho de esta “tercera guerra mundial“, a la que aluden ciertos mensajes refiriéndose al origen y presuntos beneficarios de esta pandemia. El peligro está aquí y debemos conjurarlo. Ni siquiera sirve lo que pensábamos hace tan sólo semanas. Los miles de muertos hubieran detonado la agenda de cualquier gobierno. ¿Quién hubiera imaginado este escenario hace sólo unos días?
En la película “Setiembre”, Elaine Stritch, una mujer intensa que sobreviviera a muchas tragedias, al mirarse en el espejo comenta que ve reflejado en su rostro dolores, fracasos y alegrías, pero hay algo que ya no encuentra: el futuro.
En esta hora, sólo la responsabilidad podrá permitirnos ver reflejado el futuro. Y responsabilidad tiene que ver con conciencia de deber.
En una nota anterior aludíamos a la conquista que representó la Declaración Universal de Derechos Humanos, para recordar que habla también de deberes humanos, lo mismo que la Declaración de Bogotá, que ese mismo año 1948 fundó el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
Allí señalábamos que, lamentablemente, el discurso sobre los derechos humanos suele omitir todo deber hacia uno mismo, hacia los demás, hacia la sociedad en su conjunto, el ambiente y las futuras generaciones. Se invoca hoy un derecho a todo, pero la palabra deber se silencia en política, en los medios y hasta en las aulas (a los niños se les manda hacer no ya deberes, sino “la tarea”). Tampoco concebimos seriamente un “deber” relacionado a la responsabilidad por la misma humanidad, antes de cualquier norma religiosa o jurídica.
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La ley 27.561 dispuso la emergencia sanitaria y, declarada por la OMS esta pandemia, el Decreto de Necesidad y Urgencia N° 260 el día 12 de este mes la amplió por un año, adoptándose otras muchas medidas excepcionales para evitar una catástrofe.
Lamentamos se haya perdido la oportunidad de aludir siquiera en sus considerandos -o en los del Decreto N° 297 anunciado la noche del jueves- a los deberes del artículo 29° de aquella Declaración Universal. Respetar las medidas de prevención ampliamente difundidas es ya una obligación impuesta coactivamente por el estado. Pero una ética social mínima reconoce deberes humanos más allá de los jurídicos. Y tales medidas constituyen un deber humano, hacia uno mismo y hacia los demás. Se trata de cortar la cadena de contagio.
Debemos despertar conciencia de esta pandemia. Pero también evitar que se profundice el pánico. Y aunque discernir en la web no sea nada fácil, un deber no menor es evitar difundir versiones de fuentes desconocidas, o ni remotamente validadas, que profundicen la onda alarmista o aumenten la confusión.
Otro sería paliar la angustia de quienes más sufren la medida de aislamiento. Los que más padecen su impacto: enfermos, ancianos, personas que carecen de viviendas dignas, internados, presos, o que simplemente no cuentan con televisión por cable, smartphone, Netflix, Flow y tantos otros medios para entre-tenerse mientras permanecemos físicamente aislados.
Ni hablemos de quienes, o por un servicio público ineficiente, o por no poder pagar ese servicio para su vivienda, carecen de agua para cumplir la más elemental de las medidas de higiene y prevención.
Tampoco de los que viven en la calle, o los que viven “de” la calle. ¿Acaso hasta hace pocos días uno de cada tres argentinos no era pobre? Hoy la solidaridad se constituye en deber.
Por último, no utilizar esta pandemia para discriminar. De lo contrario, no sólo desconoceríamos los deberes humanos en su esencia, sino también caeríamos en la más aberrante de las prácticas, esas que han llevado a la humanidad a las mayores catástrofes.
(*) Abogado, vicepresidente de la Asociación Argentina de Bioética Jurídica
“Un deber es evitar la difusión de versiones de fuentes desconocidas y no debidamente validadas”
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