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Situaciones para las que no hay receta y preocupación por los chicos que no se cuidan

La experiencia de las voluntarias barriales en medio de una pandemia que plantea nuevos desafíos cada día

Situaciones para las que no hay receta y preocupación por los chicos que no se cuidan

Juana portillo (42), voluntaria de abasto

13 de Septiembre de 2020 | 01:51
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Dos objetivos movieron a Ana Guillermina Aragón (43) a convertirse en promotora comunitaria: las ganas de ayudar y su interés, como estudiante de fotografía, de ir registrando su experiencia en la pandemia.

Aragón es de Berisso y cuenta que ya lleva más de diez participaciones en operativos Detectar donde, dice, encontró todo tipo de respuestas de la gente.

“Desde los que, cuando golpeás su puerta se ofrecen amablemente a responder a las preguntas del relevamiento hasta los que te atienden con frialdad o se niegan y te cierran la puerta en la cara”, dice.

Pero lo que más le preocupa es una actitud muy extendida entre los adolescentes: la de descuidar los métodos de prevención.

“Me preocupa porque suelen ser los chicos los más reacios a seguir las normas en plena pandemia. A veces porque no entienden la magnitud del problema, a veces porque no creen, pero lo cierto es que rompen mucho las normas”, cuenta Aragón.

Para ella, esta no es la primera experiencia como promotora de salud. Ya lo había sido en 2013, cuando se produjeron en la región casos de hantavirus. Pero dice que aquella situación en nada se compara con la actual crisis sanitaria.

Si decidió volver, cuenta, fue porque desde el inicio de la pandemia notó que había mucha desinformación y que las redes sociales multiplicaban noticias falsas.

“Entonces me enteré por mi hija, que colabora con un comedor de barrio, que había un curso para formar promotores y me sumé”, cuenta.

Así como Ana Guillermina Aragón dice que la recepción de los vecinos ante los operativos y las encuestas dependen de cada barrio, otras voluntarias relatan cómo la experiencia de recorrer los barrios como referentes comunitarias voluntarias las pone frente a algunos desafíos imprevistos.

Para Luz Torres (17), voluntaria de Villa Montoro, uno de los momentos más difíciles que tuvo que vivir como promotora comunitaria fue cuando se produjo el primer caso positivo de coronavirus en su barrio.

“El chico quedó aislado en su casa y a mi me tocó hacer el seguimiento de su evolución. Yo lo llamaba tres veces por día, una a la mañana, una a la tarde y otra a la noche. Y le llevaba todo lo que iba necesitando. La comida se la acercaba desde el comedor ´Sol Estrella´, en un tupper y se la dejaba en la puerta de la casa. Pero también le tenía que hacer los mandados, para que él tuviera sus productos de limpieza y otras mercaderías”, relata.

Y entre las situaciones que más la entusiasmaron cuenta el día que participó de una posta sanitaria montada por una organización social donde “subimos a los colectivos a desinfectar y también desinfectamos autos y bicicletas”.

Juana Portillo (42) una promotora comunitaria del barrio de Abasto que cuenta que ya participó en más de 15 operativos Detectar dice que una de las situaciones complicadas con que tropezó la vivió en un barrio de la periferia platense donde, durante el relevamiento casa por casa, los vecinos les plantearon que no podían lavarse las manos porque carecían de agua: la poca que tenía, cuenta, la juntaban en tachos.

Pero la situación más difícil no la vivió en un operativo, sino en su barrio, en Abasto, con un vecino con COVID-19 al que estaba asistiendo (llevándole alimentos durante el aislamiento y llamándolo periódicamente para enterarse de su evolución al que se le complicaron los síntomas.

“Empezamos a llamar a todos los teléfonos pero no conseguíamos quien nos mandara un ambulancia y el señor estaba sin aire. Así que buscamos un vecino con auto y llevamos al paciente a recorrer hospitales hasta que lo pudieron internar”, relata.

 

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Juana portillo (42), voluntaria de abasto

Ana Guillermina Aragón (43), voluntaria de Berisso

Luz torres (17) voluntaria de villa Montoro

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