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El Misionero: “Quiero correrme los focos, y que la exposición vaya para mostrar a los nuevos talentos”

Darío Silva, host legendario de las Batallas, se retira temporalmente de su rol para iluminar a las voces del futuro

El Misionero: “Quiero correrme los focos, y que la exposición vaya para mostrar a los nuevos talentos”

El Misionero viaja por América latina en busca de nuevos talentos / Catalina Serra

27 de Febrero de 2021 | 05:19
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Darío Silva estuvo allí cuando todo comenzó: como El Misionero, el artista de Posadas se inició en el hip hop hace más de dos décadas, y debutó en aquellas primeras Batallas de Gallos en 2006. Protagonista del circuito rapper que nació en el Abasto y parte central del under, en 2013 pasó a convertirse en host de las Batallas, y cambió el rol para siempre, convirtiéndose en uno de los grandes exponentes latinoamericanos del rubro. 

Mientras tanto, lo que era un movimiento subterráneo iba creciendo: miles de personas se acercaban a las Batallas, la movida del freestyle crecía, y El Misio intentaba combinar las luces brillantes del show con su compromiso social, llevando el hip hop a los barrios y las cárceles. Pero un día dijo basta: basta de tantas luces y marquesinas. Una inquietud lo llevó a dejar, al menos por ahora, de ser el host, para transformarse en un verdadero misionero y viajar por América latina predicando hip hop y descubriendo talentos. 

“No sé si me retiro… Pero voy a estar en menos competencias, me quiero correr de las luces para ir a buscar a los chicos que necesitan visibilidad”, explica El Misionero en diálogo con EL DIA. “Quiero aprovechar este momento donde no hay mucho movimiento, para ir al encuentro de ese propósito que quiero que siga creciendo”, agrega.

El proyecto en cuestión es “Panamericana”, el documental, casi una excusa, que lo lleva por Latinoamérica para “encontrar a los pibes que tienen talento y no lo están mostrando: identificar quiénes son y darle luz”, y, de paso, conocer sus tierras, sus costumbres. 

La metáfora de la luz se replica en la charla. “Quiero apagar un poquito las luces y conectarme con otro tipo de luz que ilumine a la gente: que las luces vayan para otro lado. Correrme del lugar de los focos, y que la exposición que recibí en algún momento haga de puente para mostrar esos pibes”, sigue Silva, convencido de su misión.

Y es que, afirma, el hip hop “es una herramienta de lucha, de resistencia, de inclusión social. También es un puente de fe en uno mismo, de autoestima: esa para nosotros es la esencia del hip hop, más que una lucha externa es una lucha interior. Quiero llevar ese mensaje a través del hip hop, que los chicos sí lo pueden lograr. Yo entré a esta cultura por ese hip hop, y quiero transmitirlo a otras culturas. Es la misión del Misionero, je”.

LA CULTURA

El Misionero sabe que el hip hop está hoy en el centro de la escena musical y artística, pero le preocupa que las batallas de freestyle se lleven toda la atención y queden opacados los valores originales del hip hop. “Yo creo que la gente se enamoró de las batallas, y no del hip hop. A la gente le gustan las luces de las batallas, eso de lo auténtico, lo espontáneo… En lo masivo se enamoró de las luces, y creo que falta más conocimiento del hip hop, que es una cultura, un movimiento: el freestyle es solo una herramienta del hip hop, no es la cultura, no es el movimiento, es mucho más profundo que una batalla de freestyle”, analiza.

“Hip es conocimiento, hop es movimiento: entonces el hip hop es la conciencia en movimiento. Eso se manifiesta de diferentes maneras, el rap, el freestyle, el grafiti. Yo quiero volver a conectar a la gente con la parte de la conciencia”, dice El Misionero, para quien muchos jóvenes que siguen las batallas “lo viven más como un partido de fútbol que como un movimiento. Creo que en el mainstream lo toman como un deporte, pero no como un estilo de vida, y siento que aunque haya reflejos de los valores del hip hop, le falta algo de profundidad”. 

“Es ahí”, lanza, “donde siento la necesidad de hacer un stop, alineado con mi vida, y volver a por qué yo me enamoré del hip hop, volver a conectar con eso: yo me enamoré del movimiento, necesito conectar con eso para poder mejorar, porque al final de cuentas el hip hop te permite mejorar como persona”.

Claro, la misión es compleja, porque se ha construido en los últimos años toda una industria que tiene al freestyle en su centro. “Cuando empecé no teníamos ni internet: ahora se armó una industria”, se ríe El Misionero, para quien hubo “escalones” en la evolución que llevó de aquel inicio under a este mainstream copado por el freestyle, aunque el salto más importante se dio en 2015, “con en la Batalla de Gallos de Red Bull, en Parque Centenario. Ahí se empezó a encender todo. Veníamos de hace años, no viene de la noche a la mañana, desde ya. Pero después de eso, ya en 2017, 2018, era otra industria, gigante”.

Con el freestyle en el centro de la escena, aparecieron las críticas de padres preocupados, como suele ocurrir. “Está bien que critiquen”, sonríe El Misionero, “pero primero, que escuchen a sus hijos, que traten de entender, que quizás escuchándolos rapear se enteran de cosas que no sabían. Esto es mucho más profundo que irte a rapear”.

“Esto es arte, arte espontáneo, y en todo caso refleja la crianza de los chicos en la casa”, cierra. “Es solo una demostración de arte. Muchos critican lo que desconocen, pero si conocieran en profundidad se darían cuenta que atrás hay un arte que está generando una industria para pibes que estaban descartados por la sociedad, excluidos porque no tienen guita, o porque los estándares sociales que tenemos los excluyen. Devuelve al autoestima a los pibes, les tienen respeto porque hacen bien su arte. Y es algo terapéutico: Darío, cuando habla, no dice mucho, pero cuando El Misionero se pone a rapear, dice cosas que Darío no dice. Y no importa la religión, el color, la clase, no importa nada: se juntan todos en una misma mesa y comparten. Eso es el freestyle, y muestra uno de los rasgos de la cultura del hip hop”.

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