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Marilina Bertoldi: “El rock tiene que estar en boca y en voz de quienes están en los márgenes”

La ganadora del Gardel de Oro mostrará por última vez en la Ciudad su premiado disco “Prender un fuego”, para dar lugar a lo que viene

Marilina Bertoldi: “El rock tiene que estar en boca y en voz de quienes están en los márgenes”

marilina bertoldi se despide el domingo en la plata de “prender un fuego” / gonzalo alipaz

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

19 de Marzo de 2021 | 04:27
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Marilina Bertoldi llega a La Plata el domingo, dos años después de proponer una fogata para incendiar todo: “Prender un fuego”, disco de atmósferas rebeldes y guitarras húmedas, tomó en 2019 al país por asalto desde el under, al punto de que le valió un sorpresivo (milagroso, si se tiene en cuenta los antecedentes de Capif) Gardel de Oro, un premio que, como dijo la propia Bertoldi, Gardel en mano, fue ganado antes por solo una mujer, Mercedes Sosa. “Hoy lo gana una lesbiana”, lanzó.

Aquel disco, los shows agitados de aquel disco, también aquellas declaraciones, pusieron en el mapa el rock que se hacía desde los márgenes, el rock que hacían mujeres, disidencias, al margen o quebrando la música hecha por los sospechosos de siempre, los ganadores del Gardel de siempre: Bertoldi, con su actitud de no pedir permiso, se colocaba así a la vanguardia de un movimiento que empujaba desde abajo como un volcán, aunque, afirma en diálogo con EL DIA, “nunca me comí ese papel”.

“Yo sigo ocupando el mismo espacio que ocupaba antes, soy una artista de cierto tamaño”, afirma, y explica que si bien “soy super perfeccionista y trato de ser mi mejor versión como persona que ocupa este espacio, siendo quien habla frente a los micrófonos”, “todo lo que pueda observar como bueno en mi carrera se va a reflejar en la sombra que doy. Está esa expresión, ‘el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija’, y yo quiero ser eso: alguien que mire al costado y encuentre que ha dado espacio a muchísimas artistas, encuentre a un público que vive un momento distinto no solo porque escuchan una canción que les encanta, sino porque se encuentran con otro público, interesante, con el que se sienten seguras y bien. Una burbuja, de la cual salís y podés cuestionar lo naturalizado. Ese es mi propósito”.

Y esa es la sombra que ha reflejado la gran fogata de “Prender un fuego”, un disco del cual empieza a despedirse el domingo (desde las 22 en la sala de 58 entre 10 y 11) para dar lugar a un nuevo fuego, un disco de próxima salida, producido por ella misma 100%, “sin apoyo: es algo que me sumó la pandemia, enfrentarme a eso, hacerme cargo de mi obra, dejar de poner excusas, tener confianza”. Y un disco que arde de otras inquietudes, distintas a las de “Prender un fuego”, un álbum de sensaciones post pandémicas, “de incertidumbre, de lidiar con uno mismo, de encontrarse con tu soledad”.

Es por eso que antes de que las canciones de aquel disco de 2019 pierdan protagonismo en los sets en vivo y se transformen para adaptarse al estilo y las búsquedas musicales del presente y el futuro de Bertoldi (o, simplemente, desaparezcan, porque “andá a saber si las volvemos a tocar: uno siempre termina optando por las nuevas”), la artista de Sunchales decide darles una despedida sobre escena. 

No es entonces el adiós de un mero puñado de canciones, tampoco solo al sonido de una época: es el adiós a un fuego iniciado en una etapa de la carrera de Bertoldi, con furia y guitarras, que contagió al país rockero. “Eso son los discos: los artistas que sacamos discos basamos nuestras carreras en la construcción de un concepto a través de muchas canciones, que se entrelazan, que tienen que ver con una época. Las desarrollás durante un proceso largo, y representan una etapa de tu vida: entonces, ésta es la despedida de algo que siento que lo pude saborear, entender, que ya lo procesé. Ahora evolucioné a otra cosa, a otro momento de mi vida: soy otra persona”, dice, al respecto.

“Y también”, agrega, “creo esto respecto al público que ha disfrutado del disco y de los vivos del disco, que tuvieron una característica muy particular, significaron un punto de reunión muy importante, muy distinto al tipo de reunión que se generan en otros tipos de shows: nos permitíamos hacer ciertas cosas que creíamos que eran imposibles, medio insólitas, como una burbuja dentro de un mundo en el cual naturalizamos ciertas situaciones. Creo que ahora ya pasamos esa página, entendimos que lo podemos hacer, lo hicimos un montón. Ahora hay que empezar a pensar qué hacemos con todo esto que entendimos”.

 

Con la vía para la rebeldía ya habilitada gracias al impulso de años de lucha, con los miedos prendidos fuego, pensar el futuro implica pensar qué hacer con las resistencias al cambio que aparecieron. Bertoldi afirma al respecto que “tengo que ser optimista. A veces lo soy. Sobre todo cuando hablo en público. Pero obviamente me preocupan algunas cosas”. 

“Uno piensa, genera teorías de cómo deberían ser las cosas, y en una siguiente etapa empezás a realizar las cosas, las empezás a decir, las llevás a las masas. Y uno tiene expectativas respecto a esto: uno espera que cuando dice estas cosas, se va a entender y se va a terminar el problema. Entonces, cuando ves esa fuerza en contra de esos cambios, en contra de escuchar esa información, empezás a entender la realidad. Y volvés al pesimismo”, cuenta su proceso.

“Es que las cosas no son tan simples”, sigue. “Son luchas que hay que darlas con mucha paciencia porque las cosas tienen sus tiempos: del otro lado hay algo más conservador de lo esperado, algo a lo que le cuesta más avanzar a cierto tipo de igualdad”. 

“Es distinto a lo que imaginaba, y eso me llevó al pesimismo nuevamente. Y tiene mucho que ver con la escena: vi que los cambios se dieron en aspectos muy distintos a lo que esperaba. Pero aún así, hay un crecimiento muy grande, que evalúo no tanto pensando en cinco años atrás, sino en cuando yo era chica: una chica hoy tiene un montón de referentes, mujeres haciendo cosas distintas, un montón de identidades, no hay un solo tipo de concepto de mujer. Falta desarrollar, desde ya, pero eso me pone un poco feliz: eso va a construir otra realidad hacia adelante”.

No es extraño que el rock haga oscilar a Bertoldi entre la fe y la desolación. Como le ha ocurrido a tantos jóvenes, el rock del mainstream no la representa por haber sostenido estructuras conservadoras, en sus festivales, en sus premios, en los estudios, en las revistas, que se ha traducido también en un sonido rancio. Un combo que ha llevado a decretar la muerte del rock, y Bertoldi lanza que “no hay por qué salvar ningún género si no se salva naturalmente”. Ahora, a la vez, ha respondido en más de una ocasión que lo que ha muerto “es el rock de hombres”, ese que canta siempre lo mismo porque “el hombre ha sido el mismo tipo desde siempre. Recién ahora la mujer está abriendo el abanico, mostrando que se puede ser mujer de distintas maneras”. 

Y esto también es rock, opina: “El rock que me gustó a mi es el que rompió con las estructuras, el que partía de un under, de los que no tienen voz. Después, cuando llega al mainstream, el rock empieza a ser raro: es como un vestido que no te queda bien. Empieza a necesitar que nazca una contracultura, nuevamente. Entonces, este momento es muy sano para el rock, este momento en el cual ‘muere’”.

“Aunque”, avisa, “viven diciendo que el rock se muere, y nunca muere. Hay un montón de artistas de rock, muchos relevantes, quizás no tantos como antes, pero otros géneros que hace dos años generaban un montón de ruido ya están muertos. El trap ya está muerto, por ejemplo, nadie hace trap, ni los traperos. El rock, en cambio, se metió ya en otro lugar: el rock ni siquiera es un estilo, es otra cosa, se entiende como otra actitud que nace de la marginalidad, de la persona no representada que habla por un montón de personas que no tienen voz”.

En todo caso, argumenta, “el juego raro se da por el capitalismo: porque cuando se llevan estas voces marginales al centro, empieza a ser contradictorio. El rock, en estos momentos, si quiere ser real, si no quiere ser hipócrita, tiene que estar en boca y en voz de quienes están en los márgenes, quienes necesitan sacar esa ira. Porque el rock permite ese tipo de expresión, rebelde, intensa, animal. Y hoy al rock no lo puedo pensar en ese lugar, donde estaba antes, por eso siento que volvió a morir el rock: sus representantes no representan el corazón del rock”. 

“Pero por eso”, avisa Bertoldi, “en este momento muchas mujeres y disidencias estamos empezando a llevar esa bandera. Lo que pasa es que aparecieron otros géneros que tienen las características del rock dentro de sus venas: son rebeldes. Entonces, el rock ya no pasa más por el género: es una actitud, esa irreverencia que es importante conservar. Es importante conservar la noción de que podemos revelarnos ante cualquier cosa que nos oprima. Eso es el rock”.

Y ese fuego ya ha sido prendido, pero falta muchísimo, dice Bertoldi, muchos otros fuegos para terminar de incendiar las estructuras del pasado. La música, los medios, “son una clara representación” de lo que pasa en realidad, dice, y en la música “todavía no se logró nada importante, contundente: las disidencias siguen en los márgenes, siguen sin tener un gran público, sin tener peso económico, que es importante en el mercado de la música, no para volverse millonario sino para no morirse de hambre, para no tener que elegir si comer o hacer arte, para tener tiempo para dedicar a la música. Y es importante para los marginados tener algún referente en los medios, en el mainstream, dándote una razón para proyectarte, y también que la gente pueda convivir con esa diversidad. Hay hombres, muchísimos, mujeres, por suerte cada vez más… y punto. Es muy binario todo”.

“Es la despedida de ‘Prender un fuego’: lo pude saborear, lo procesé. Ahora es otro momento de mi vida: soy otra persona”

 

 

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