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Detrás del glamour: BTS, la cara luminosa del k-pop, una industria despiadada

La boy band coreana continúa con su conquista global, pero detrás de ellos miles de jóvenes de su país intentan alcanzar el éxito y son explotados por un sistema despiadado

Detrás del glamour: BTS, la cara luminosa del k-pop, una industria despiadada

Como una excepción a la regla, BTS, con su fenómeno en alza, parece escapar de las trampas de la industria musical coreana / web

4 de Abril de 2021 | 06:39
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Quizás usted no haya escuchado hablar de BTS, pero sus hijos sí: la boy band coreana es la punta de lanza del k-pop, pop del país asiático, en su intento por penetrar el mercado internacional, algo que viene haciendo con gran éxito. Incluso, sus películas se han estrenado en los cines del país. Banda récord en múltiples plataformas, en los pasados Premios Grammy consiguió romper un nuevo hito: se convirtió en la primera banda de k-pop en recibir una nominación. Pero a la sombra de esta historia de éxito, juventud y música se esconde otra, mucho más escabrosa.

Una en la que Eric Nam y Jae-hung Park, cantantes coreanos pero que viven en Estados Unidos, sufren ataques de pánico a causa de la presión por tener éxito y producir contenido constantemente. “Es un mundo de competencia despiadada”, dijo Park sobre el k-pop, una industria terrible que cimienta su éxito a base de contratos degradantes y de tener a un ejército de chicos entrenando para convertirse en la próxima sensación musical global, todo por un puñado de morlacos. Casi nadie llega. Como las juveniles de un equipo de fútbol: todo se deja de lado, todo se acepta, por el sueño de ser famoso. Porque, como lanza Korn, una joven estrella en ascenso, “no ser nadie es aterrador”.

Nam y Park han utilizado sus plataformas para abordar la cuestión de la salud mental, pero la industria, claro, hace todo por ocultar el problema endémico. Y de la misma manera, esconde sus muertes: en 2019, el cantante y actor surcoreano Cha In-ha fue encontrado muerto en su casa de Seúl; tenía 27 años, y era la tercera joven estrella del k-pop en morir en aquella primavera, tras de los decesos de Sulli -muerta con 25 años- y Goo Hara -a los 28 años-, una oscura tendencia que comenzó hace dos años con el suicido de Kim Jong-hyun, de la banda Shinee. Muertes que vuelven a arrojar luz sobre la presión que las estrellas, en especial las femeninas, enfrentan en la despiadada industria del k-pop y en la sociedad profundamente conservadora de Corea del Sur.

La muerte de Goo pareció mostrar otro aspecto complicado de la industria: reflejo de una sociedad ultraconservadora, el k-pop es particularmente duro con sus “idols” mujeres, al punto de excluir a muchas jovencitas por no sonreír en programas de televisión o leer un libro sobre feminismo que contradice a la sociedad surcoreana patriarcal dominada por los hombres.

Las expectativas de pureza y castidad gobiernan a las mujeres en Corea del Sur. Goo enfrentó un aluvión de mensajes de odio tras reportarse la existencia de un video sexual (filtrado por su ex pareja) pese a ser ella la víctima de una venganza pornográfica. “El tema del sexo es tabú en Corea del Sur en comparación con los países occidentales”, dijo el psiquiatra Tae-Sung Yeum, de la Clínica Psiquiátrica Gwanghwamun Forest. “Existen altos estándares morales, en especial para las celebridades femeninas, porque Corea del Sur es una sociedad patriarcal”.

Sulli, quien fue por años amiga de Goo, también encabezó titulares, a menudo maliciosos y misóginos, por pronunciarse sobre temas como la discriminación por edad y el feminismo. Fue criticada por usar camisas sin sostén, llamar a hombres mayores que ella por sus nombres de pila y apoyar abiertamente el feminismo.

Yeum dijo que a las estrellas de k-pop les resulta difícil buscar ayuda profesional para la depresión, sobre todo en un país donde muchos creen que los trastornos psiquiátricos pueden “tratarse con voluntad propia”. Dijo que múltiples suicidios en la industria derivan del hecho que las estrellas son arrojadas a un sistema hipercompetitivo con un exceso de abusos desde temprana edad.

CONTRATOS TERRIBLES

El deceso de Goo a los 28 años se produjo menos de dos meses después del de Choi Jin-ri, o Sulli, otra estrella de K-pop y amiga cercana de Goo. Expertos dicen que ambas enfrentaron ciberacoso y acoso sexual del público y la prensa a lo largo de sus carreras, y que eso fue afectando su salud mental.

Es el otro lado de la cara glamorosa, sonriente y pegadiza que el k-pop muestra al mundo: un mundo de presiones constantes de agentes y fans, un mundo donde la búsqueda de “me gusta” es constante y obsesionante, donde “tenemos la impresión de estar perseguidas todo el tiempo”, según explica Pun, otra estrellita de solo 18 años, para quien es un peso verse obligada a sumar seguidores.

Y la presión es solo la punta del iceberg: seleccionados en audiciones o por la calle, simplemente por ser chicos lindos, los “idols” pasan primero por una etapa de entrenamiento muy ardua, donde deben aprender a bailar y cantar (porque, claro, no son habilidades cruciales para ser un “idol”, que se basa más en la imagen que en otra cosa). Los “idols” no ganan, al menos al principio, demasiado dinero, y viven amuchados en pequeños lugares para que el dinero que les pasa la compañía durante esos primeros meses les rinda. Lo curioso es que ese dinero se transforma luego en una deuda que deben pagar.

Y una vez alcanzado el éxito global como al que han llegado fenómenos como BTS, las ganancias no las recibe el grupo directamente, sino que la compañía las divide en un 70-30, de ese 30% se descuenta la deuda y se reparte, claro, entre los cinco, seis, siete o hasta diez artistas que son parte de la boy band. Y las empresas no dudan en explotarlos, realizando shows durante varias semanas consecutivas y encerrados en sesiones de ensayo de hasta 15 horas: algunos artistas incluso han denunciado a sus compañías por trato esclavizante alegando que los hacen trabajar hasta cuando están enfermos.

Además, a diferencia de las estrellas pop occidentales, los “idols” deben estar “en personaje” todo el tiempo y tener una conducta intachable, apta para el consumo juvenil y masivo. Las compañías incluso les prohíben tener relaciones sentimentales... Desde ya, se controla la alimentación y

Ese es el precio que deben pagar por llegar a ser “alguien” dentro del mundo de colores pop donde jazz, hip hop y rock se fusionan sin problemas en pegadizos estribillos fuertemente editados con autotune (el photoshop de la música) y producidos e interpretados por otros músicos y compositores. Los chicos bailan y cantan, pero más que nada son máscaras manufacturadas y controladas para vender. Y por eso son intercambiables. Y es por eso que el mundo de la música popular surcoreana es tan competitivo.

 

Números del fenómeno

Grupos exitosos como BTS consiguen hasta 4.000 veces más menciones en redes sociales como Twitter que megaestrellas como Justin Bieber.

En ventas, los grupos de k-pop constituyen el 5% de la industria musical global: el 22% de esas ventas pertenecen a BTS

El sello de BTS, Big Hit Labels (próximamente Hybe) tiene 52 millones de seguidores en YouTube. Las canciones de BTS a menudo superan las 1.000 millones de reproducciones en la plataforma

 

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