Idas y vueltas que le ponen más incertidumbre a la crisis

En las próximas horas el presidente, Alberto Fernández, anunciará cambios en el elenco ministerial con el aparente objetivo de inyectarle músculo político a un gestión desgastada, en crisis, sin demasiados referentes de fuste. En los últimos dos días, la figura del titular de Diputados, Sergio Massa, comenzó a sonar como número puesto para entrar en el gabinete con un rol preponderante.

Ayer, el mundo político estuvo cruzado de versiones que daban a Massa “incorporándose” al gobierno. Como si ya no fuera parte de él, en su condición de tercera pata de la alianza oficialista con su Frente Renovador. Se reflotaron así los escenarios que se escucharon hace casi un mes cuando renunció Martín Guzmán a Economía y se desató un fin de semana de furia en Olivos. Aquella vez, Silvina Batakis terminó reemplazando al economista platense. Para los mercados, y para buena parte del peronismo, la novedad tuvo gusto a poco. En especial porque el componente con más peso político del Frente de Todos, Cristina Kirchner, jamás salió a explicitar su acuerdo con ese cambio.

Para los mercados, y para buena parte del peronismo, la novedad (Batakis) tuvo gusto a poco

Fuentes oficiales aseguraban anoche que el desembarco del tigrense se concretaría en las próximas 48 horas, una vez que arribe al país Batakis, procedente de Washington. El vuelo de la ministra, que acaba de comprometerse ante el Fondo Monetario a seguir el programa de ajuste, tuvo una demora operativa. Las versiones insisten en que Massa contaría con el respaldo de Cristina y del PJ bonaerense, que preside su hijo Máximo Kirchner. Un empuje que habría vencido la resistencia inicial de Fernández a entregarle una cuota de poder considerable al por ahora diputado.

En efecto, Massa y Máximo tienen una alianza vinculada a la cuestión bonaerense: ambos juegan en sintonía con la liga de intendentes del Conurbano, en -por ahora- pacifica convivencia con el gobernador Axel Kicillof. El respaldo de Cristina a Massa, en todo caso, habrá que verlo en la cancha: ella misma ha dicho públicamente que nadie habla en su nombre en estos temas sensibles.

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Lo que hasta anoche no estaba oficialmente confirmado era con qué rol Massa se sumará al gabinete. Ante la envergadura de la crisis económica, es lógico lo que trasciende respecto a aquello que él pediría como condición para entrar al incendio: poder real, libertad de manejo para tomar decisiones y ubicar colaboradores propios en lugares que considera claves. Ya había trascendido cuando se fue Guzmán que su ojo estaba puesto en Economía pero también en la AFIP y el Banco Central.

Massa cultiva relaciones con actores de EE UU, vía ciertos lobbistas del mundo financiero

Dos líneas de acción posibles se escuchaban ayer en el Gobierno. Una decía que el tigrense asumiría como jefe de Gabinete con poderes, digamos, extraordinarios para manejar la economía, las finanzas, el comercio y demás resortes. Difícil para Fernández que eso no sea leído casi como una intervención a su gobierno. La segunda, que aún no siendo economista -es un abogado tardío- iría directamente como un poderoso ministro de Economía con un gran equipo, que se extendería a otras dependencias. Esta era la hipótesis anoche más fuerte.

Aunque en este país todo es posible, este último escenario suena medio a locura teniendo en cuenta que Batakis acaba de asumir y viene de presentarse ante el Fondo, el gobierno de Estados Unidos e inversores privados como la nueva cara del Palacio de Hacienda. Sin embargo, un hilito de verosimilitud podría atribuírsele al rumor porque, al revés de Batakis, Massa hace rato que cultiva relaciones con actores importantes de Washington, vía ciertos lobbistas del mundo financiero.

“Conozco a Sergio hace muchísimos años y valoro su gran capacidad de gestión. Creo que su visión y su experiencia vendrían muy bien en esta etapa para encauzar la reconstrucción”. Lo dijo ayer en Merlo el jefe de gabinete bonaerense e intendente de Lomas en uso de licencia, Martín Insaurralde, que es aliado de Massa y Máximo Kirchner en la Provincia. No es casual la palabra “reconstrucción”: según fuentes massistas en ese sentido apuntará la épica que quieren imprimirle en Tigre a la mudanza de Massa al Ejecutivo.

Pero fue más creativa Malena Galmarini, la esposa de Massa, quien muy temprano subió un tuit a la red con imágenes de su esposo en campañas pasadas, editado con un tema musical de fondo llamado “Vuelve”. ¿Referencia al pasado? Probablemente se refería al anterior paso de Massa por la Rosada, cuando fue jefe de Gabinete de Cristina Kirchner, curiosamente sucediendo al actual Presidente. Lo de Malena asomó como el inicio del “operativo clamor”, que incluye versiones respecto a que el llamado massismo -media docena de intendentes, un puñado de diputados- ya habría sido avisado de lo que se viene.

Según trascendió anoche, Alberto y Massa se reunirán el sábado al mediodía. Aparentemente el diputado viene pidiendo la reformulación del gabinete, no sólo cambiando nombres sino achicándolo (hoy existen más de 20 ministerios). Tiembla Daniel Scioli, el titular de Producción, a quien el matrimonio Massa desprecia y que, si se da alguno de los escenarios de empoderamiento antes mencionados, terminaría siendo casi un subalterno del tigrense.

¿Respaldarán los gobernadores del PJ estos posibles cambios? Ayer se reunieron con Fernández, en un sorpresivo almuerzo. En rigor, todos ellos habían confluido antes, autoconvocándose, para analizar la crisis económica pero también la crisis política que atraviesa la coalición frentetodista. Ven falta de reacción en el Presidente, quien en su momento les había hecho un gesto incorporando al tucumano Manzur al gobierno. El chaqueño Jorge Capitanich, delegado de Cristina Kirchner en esa tropa de pequeños señores feudales, parece llevar cierta voz cantante. Su nombre también suena como posible incorporación al gabinete.

Cuentan que la reunión con Fernández fue tensa. Las versiones indican que estarían pidiendo un cambio del rumbo económico o al menos medidas para evitar más crisis cambiarias como la de la semana pasada. Más presión para un presidente que ya está entre la espada y la pared.