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“Filosofía para este fin del mundo”: cuán real es que el planeta va a explotar

Esta es la cuestión que el filósofo Darío Sztanzrajber y la periodista Soledad Barruti tratarán de desgranar en la conferencia con la que mañana llegarán a La Plata

“Filosofía para este fin del mundo”: cuán real es que el planeta va a explotar

La periodista soledad barruti y el filósofo darío Darío Sztajnszrajber traen a la plata su conferencia “filosofía para este fin del mundo”, en la que cruzando datos y pensadores abordan el colapso ecológico

17 de Agosto de 2022 | 01:20
Edición impresa

En “Filosofía para este fin del mundo”, Darío Sztajnszrajber y Soledad Barruti hablan, claro, del fin del mundo: de cuán real es que el planeta está a punto de colapsar debido al manoseo ecológico, de lo que podemos hacer (si es que queda algo por hacer) para evitarlo o si debemos seguir cruzados de brazos esperando y ya.

Cruzando datos y pensadores, el filósofo y la periodista protagonizan un diálogo distendido en una conferencia con la que se encuentran girando por el país y que mañana traerán al Coliseo Podestá.

“Es un diálogo sobre la temática del colapso ecológico a partir de una pregunta: cuán real es que estamos a punto de explotar como planeta a partir de la sobreexplotación que sufre el mundo”, manifestó Darío en diálogo con EL DIA.

A lo largo del encuentro van desfilando reflexiones sobre los “componentes filosóficos” que se ponen en juego alrededor de la temática del colapso y que el fanático Pincha enumeró: “cuál es la relación de los seres humanos con la naturaleza; por qué negamos nuestro aspecto animal; hasta qué punto nos relacionamos en el mundo del consumo con necesidades inducidas; quién es el otro en la naturaleza para nosotros que somos muy antropocéntricos”.

Con esta conferencia, Sztajnszrajber y Barruti buscan ayudar a pensar desde la filosofía cómo abordar la inminencia de una situación tan anunciada pero que, por diferentes razones, tendemos a minimizar.

“Vamos pensando si hay algún tipo de perspectiva distinta, o de oportunidad, o si hay que hacer o tenemos que aceptar la ‘colapsología’, es decir, si de alguna manera hemos pasado ya algún punto de no retorno y lo que queda es una lenta agonía, o hasta qué punto es posible encontrar una salida cuando todo indica que no”, explicó el pensador que desde Canal Encuentro empezó a llevar la filosofía “a martillazos” a los hogares y otros espacios no académicos que llamaron el interés de la juventud.

-La conferencia se llama “Filosofía para este fin del mundo”. ¿Por qué “este”? ¿Hubo/hay/va a haber otro?

-Todas las culturas y en todos los tiempos siempre pensaron en la inminencia de un final, entonces, “este” fin del mundo tienen que ver, primero, nuestro tiempo concreto, nuestro tiempo tecnocientífico y todo lo que implica en nuestro mundo la presencia civilizatoria de la tecnología y la inhibición de una relación con lo otro de la tecnología, que puede ser la naturaleza, pero no desde un lugar metafísico sino de ese resto que queda de algún modo desamparado, ya ni siquiera sabemos de qué se trata. Me viene a mente un momento de “Matrix” donde Morfeo le dice a Neo “bienvenido al desierto de lo real” porque es casi un desierto. Y, segundo, porque el mundo además de lo material es el mundo de valores, el mundo simbólico en el que estamos que, básicamente, es nuestra sociedad, la de la productividad y el consumo generalizado. Entonces, es también preguntarnos si hay un mundo u otro que no esté atravesado por estos valores propios de las sociedades contemporáneas.

-En general uno tiende a hacer una asociación directa del fin del mundo con las guerras y, ahora, con las pandemias. Pero, hay otras situaciones apocalípticas que tenemos enfrente pero no podemos o no queremos ver…

-Obviamente, el fin del mundo remite a las guerras y en estos últimos tiempos a la pandemia. Pero también, sobre todo la temática ecológica, la idea del fin del mundo a partir de la sobreexplotación planetaria que la podés leer, en principio, a partir de dos lecturas contrapuestas al pensar qué es lo que se extingue. Cuando pensamos en el fin del mundo, bien pensamos en la extinción de la vida humana, esta idea de un ser humano que deja de existir sobre la tierra y una naturaleza que se libera en algún punto. Pero también se la puede pensar al revés: la desaparición de la naturaleza y un ser humano que, sin embargo, sobrevive. Es muy interesante esa otra lectura donde ese ser humano quedaría en una especie de desierto vacío. Recuerdo esas imágenes post apocalípticas como “Mad Max” o ese peliculón de Lars von Trier, “Melancolía”, donde de repente un meteorito estaría chocando contra la tierra.

“El sentido común lo que hace es postergar la dimensión significativa de lo que implica el colapso ecológico”

-Hay una película reciente, “No miren arriba”, en la que científicos advierten que se viene el fin del mundo pero la gente no escucha, mira para otro lado, y recién intenta activar cuando el meteorito se empieza a ver. ¿Qué esperamos para reaccionar? ¿Por qué somos hijos del rigor?

-Esa película está muy en la línea de lo que hacemos con Sole, muy en la línea. Al igual que una serie francesa que se llama “El Colapso”. En general, el sentido común epocal lo que hace es postergar la dimensión significativa de lo que implica el colapso ecológico. La postergación tiene que ver con la idea de que no es que no esté habiendo un desastre ambiental pero “no es para tanto”. Es el mismo tipo de argumento que siempre se da para no asumir que hay algo que se está derrumbando. Pienso en cuando surge el feminismo, por ejemplo, las primeras reacciones eran de ese tenor, “no es para tanto”. Yo creo que con el ambientalismo pasa algo parecido: se visualiza el problema pero se lo minimiza como poniéndolo en un lugar menor, más ingenuo. Y lo que un poco queremos llevar con Sole es hasta qué punto esa minimización es funcional a un sistema que quiere sacarse de encima la inminencia de algo que puede no solo pasar en cualquier momento sino que ya está pasando y que, sin embargo, no lo estamos viendo.

-Si supieras que se viene el fin del mundo, ¿qué harías? ¿Vendrías a esperar el meteorito a UNO?

-Obvio que me iría al Estadio con todos los hinchas, abrazados todos, cantando las canciones de cancha, recordando las grandes alegrías pero también los momentos de tristeza donde estuvimos juntos, ¿no? La identidad se forja con las buenas y con las malas y la identidad Pincha tiene absolutamente esa dualidad. Los momentos para mí más vívidos del ser Pincha tuvieron que ver, en mi caso, con los campeonatos ganados pero también me acuerdo el descenso, momentos en los que más que nunca salió a la superficie, de manera bien intensa, lo que uno es. Por eso, este tipo de formulación lúdica, qué harías si sabés que llega el fin del mundo en un mes, son muy interesantes porque de algún modo sacan crudamente mucho de lo que uno desea y que, sin embargo, negocia permanentemente en el cotidiano.

“Si tuviera tres meses de vida, trataría de conectar con el deseo más genuino; absolutamente escindido del deseo inducido”

Pero yendo a la pregunta en serio, de qué haría si viene el fin del mundo, creo que depende mucho del tiempo: si es que tengo 24 horas o si es que tengo tres meses, ¿no? Si tengo 24 horas, me emborracho (risas), me costaría un montón... porque no llego ni a tiempo de poder enhebrar una decisión. Si tuviera tres meses, un año, haría como una depuración de ciertos mandatos, trataría de que los últimos tiempos de la vida se conectaran con el deseo más genuino. No te digo más verdadero porque no es por ahí, no es por la verdad, sino es por lo genuino de cada uno. Pero absolutamente escindido del deseo inducido, me parece que es de algún modo el más perjudicial: tener que reproducir no solo lo que exigen de uno sino reproducirse uno en placeres que nos exceden; que tienen que ver con una sociedad de consumo que, por sobre todas las cosas, guiona lo que uno concibe como su propio placer. Entonces, buscaría ahí una conexión con el deseo pero desde un lugar más vacuo, probablemente, más vaciado de contenido, buscando lo mínimo. Como diría Epicuro, lo elemental. La felicidad en las cuestiones mínimas.

 

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