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La entidad del partido no lo hizo crecer. A su producción le faltó convicción para ir a buscar el triunfo. La falta de valentía levanta reproches
Martín Mendinueta
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Gimnasia decepcionó a todos de principio a fin. Cuando debía mostrar recursos futbolísticos y anímicos para alejar definitivamente el miedo a perder la categoría, fracasó por completo.
Desnudo de convicción colectiva y de buenos desempeños individuales, el Lobo dejó una imagen muy preocupante. Los jugadores no estuvieron a la altura de lo que demandaba una prueba de semejantes características, pero la mirada crítica de muchos se posa en la idea madre de su entrenador. Le sobró tiempo (tuvo muchos días) para pensar un buen plan y, sin embargo, lo que se vio fue una versión paupérrima.
No se puede transitar la competencia con la permanente meta de no perder. De aguantar y ver quépasa. De esperar que el rival no sea efectivo. De alimentar el optimismo sobre un hipotético bajo nivel de eficacia de quien está delante, se llame como se llame.
Gimnasia podía perder, pero no de la manera que lo hizo. Pasivo, tibio, amarrete. Eso no es lo que merece ver el hincha que fue a despedirlo a Estancia Chica y que se moría de ganas por alentarlo desde la cabecera visitante.
Nadie jugó como tenía que hacerlo. El boletín está cargado de aplazos, pero el director técnico aglutina la mayoría de los reproches.
La espera del partido desempate ante los Sabaleros estará envuelta en los peores comentarios sobre la actuación de ayer. Gimnasia no perdió por el árbitro Tello (excelente juez de muy buena labor); ni siquiera por haber enfrentado a un oponente brillante. Banfield creció ante la insalubre postura albiazul. Al constatar que no se animaba a atacarlo, fue y le ganó con absoluta justicia.
Pase lo que pase en los próximos días nada borrará el craso error de haber apostado por esta manera de salir a escena. No dio la talla. Si se sumerge en una autocrítica honesta, lo verá con claridad.
Sólo en los diez minutos iniciales Gimnasia mostró la ambición que esperaba el grueso de sus hinchas para alcanzar la tranquilidad definitiva de la salvación.
Madelón eligió una estretegia desnuda de convicción para atacar y aquí están las consecuencias
A medida que transcurrió la etapa el Lobo cayó reiteradamente en una telaraña de errores porque no supo administrar con eficacia los momentos de posesión del balón.
Después de tantos días de debate sobre la postura estratégica que debía adoptar, el equipo de Madelón se mostró muy parecido a lo que venía mostrando en sus últimas presentaciones. Sin crecer mostró la desprolija movilidad de Eric Ramírez, alguna aparición tan sólo prometedora de Tarragona (falló una buena oportunidad para anotar) y casi nada más.
La salvada de Leonardo Morales sobre la línea de su arco significó un susto grande que se gestó por no saber imponerse en el juego aéreo.
Los goles en los otros partidos decisivos fueron las mejores noticias para una formación que no tuvo peso ni asociaciones lúcidas en la mitad de la cancha.
Los cambios no le hicieron bien. Se equivocó en todo y sus hinchas vuelan de bronca
La idea de que los vaivenes resultadistas de los demás involucrados en semejante coyuntura estresante lo terminaría salvando fue la que gobernó el plan principal tripero.
Si Gimnasia no había jugado bien en la primera mitad, la situación empeoró en el complemento.
El peor pecado tripero fue jugar a no perder. Su obsesión por mirar lo que hacía su rival sin tener la determinación ni la valentía para ir a buscar la victoria lo terminaron llevando a una situación donde nada se puede rescatar.
Se hablará de los cambios. Ya en pleno estado de desesperación el DT apostó por los ingresos de Rodrigo Castillo y de Franco Soldano. Se calificará la falta de marca en el mediocampo y el abuso por el recurso del pelotazo.
La peor imagen tripera afloró en un capítulo donde le anotaron dos goles. Es tan extraño como real, nada de lo que hizo en el estadio Florencio Sola se salva de cara a la final que deberá jugar en cuestión de horas.
Gimnasia contrató a Madelón por su experiencia en la función y, especialmente, por lo que vivió en aquella salvación milagrosa ante Rafaela. Su ciclo empezó bien, tranquilizando el ambiente y dándole confianza al plantel. Hace varias semanas que viene equivocándose y ayer evidenció su falla mayúscula al planificar desde el temor.
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