El 13 ya fue, con los colores verde y dorado, y la cinta para Melluso

En la atmósfera había algo. La sal en la previa rodeando el estadio. Rituales, “ayuda” de gente para sacar la mufa y cortar la racha de una buena vez. Justo “13” años sin poder ganarle al rival de toda la vida.

El “Juan Carmelo Zerillo” fue ayer testigo de un nuevo y vibrante clásico platense. El que cortó esos “13” larguísimos años sin festejar ante el “vecino” que llegaba con un técnico con sus pergaminos y que había debutado ganando. Jugadores de experiencia ante un equipo Tripero armado con un nutrido grupo de pibes que venían de perder 4-0.

La fe es lo último que se pierde, pero sin dudas en este clásico Gimnasia llegaba de punto. Pero, es fútbol, “dinámica de lo impensado”, dijo el maestro Dante Panzeri alguna vez. Y por eso el Triperío peregrinó rumbo al Bosque con ilusión soñando con presenciar el partido que cortara esa racha adversa.

Todo lo que los libros de los cabuleros indican, Gimnasia hizo caso omiso. Los arqueros Durso e Insfrán vestidos de “verde”, algunos con botines de ese color también, que muchos no quieren tener cerca.

Una hora y media antes del partido, el estadio embanderado estaba colmado y la gente que afuera seguía llegando. “Hoy se nos da. Acordate”, se cruzaban comentarios en los jardines renovados en homenaje al ex presidente Cacho Delmar, y su hijo Marcelo andaba por ahí emocionado.

En la entrada a la Platea Techada llamativas masetas pintadas de dorado. Alguien que dijo ser cercano a la Comisión Directiva comentó que es parte de un “trabajo” que se está haciendo para sacar algunas malas vibras y “limpiar” el lugar. Las barandas en el túnel rumbo al campo de juego y algunos sectores más, pintados con ese color dorado.

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El doctor Pablo Barros Schelotto se frotaba las manos esperando ver en acción a su hijo Bautista.

Generaciones de ex se ubicaban también. Martín Pautasso, Oscar Olivera, Luis Roselli, y Agustín Cardozo. Nadie se lo quiso perder.

“¿Mellu capitán? ¿No es Morales?”, preguntó alguien en la techada, a su lado manejando todas esas estadísticas uno tiró, “contra Instituto Mellu fue capitán y ganamos. Ojo, por ahí quién te dice...”.

El “¡Vamos los Triperos!”, se cantaba a cada rato en las tribunas repletas. Los de la cabecera del Bosque fresquitos en la sombra, los de la cabecera de 60 soportando el sol de frente. Otros en las mesitas bajo los árboles en los jardines esperando la hora del partido.

Cristian Romero, (hermano de Chirola y Pablo) caminaba nervioso y recibía abrazos. Calor e ilusión sobraba en el Bosque cuando el reloj marcaba las 16:20.

De la lluvia que se había pronisticado para la hora del partido no había rastros, y el griterío era infernal a esa altura. Un recibimiento con banderas, humo y fuegos artificiales tremendo para un equipo de Chirola que iba por todo.

Toda esa ilusión pareció resquebrajarse a los 4 minutos con el gol de Boselli. “No puede ser. Siempre nos pasa lo mismo”, puteaba uno. Pero faltaba mucho, más allá que se cruzaban algunas discusiones en la platea entre los propios hinchas.

El primer tiempo terminó con el Lobo perdiendo inmerecidamente. Andújar empezaba a ser figura. El complemento pareció ponerse “picante” el juego.

“Vamo, vamo los pibes...” bramaba “La 22” como empujando al equipo hacia el arco de 60.

Facundo Tello a esa altura sacaba de las casillas a los hinchas Triperos. “Todas las chiquitas, son para ellos, Viejo”, decía el entrenador de voley, José Luis Rifourcat.

El descuento de cabeza del Pipa Lescano le puso justicia al partido y lo encendió aún más.

Los “pibes” del Lobo se animaron a más. Los que entraron (Sosa, Muro, Napolitano y Ramírez) lo hicieron bien y le dieron más vértigo al equipo en ese momento dirigido por Nico Cabrera (ya habían sido expulsados Chirola y su hermano Pablo).

El Pincha, tras el 1-0 inicial se conformó, se quedó, creyó que lo manejaría y no fue así.

Con el gol de Tarragona explotó el Bosque y todo fue con el corazón a punto de explotar. Dramatismo. Tensión. Nervios.

Estudiantes intentó ir por el empate pero se encontró con un equipo que jugó con una entrega absoluta. Con el corazón en la mano.

“Esta vez se nos da”, era el mensaje en la previa. Y se cumplió nomás con el 2-1 para toda la vida

Luego de irse al vesturario los jugadores volvieron a salir al campo para festejar

“¿No Durso, levantate. Para qué te tirás?”, se agarraban la cabeza muchos. El descuento se consumía y el triunfo estaba ahí, al alcance de la mano. Pero, en estos 13 años tantas veces estuvo ahí también, tan cerca, que nadie se quería mover del lugar.

Las miradas al cielo pidiéndole fuerzas a esa persona que hoy alienta desde el cielo. “Por favor, la hora juez. ¡Terminalo!”.

Con el pitazo del final de Tello, se desató la locura. Los abrazos interminables. El grito hasta que la garganta no diera más. El abrazo con el desconocido de al lado. Con el hijo. Con el amigo. Con los ojos húmedos mirando al cielo.

Estudiantes que se retiró del campo con corrección. Sabiendo que esto algún día iba a pasar, y tal vez lo más curioso es que fue ayer, cuando parecía que tenía pocas chances.

¿Y cómo no festejarlo, Gimnasia se sacaba la mufa de estos 13 años sin poder ganar un clásico? Había sido mucho tiempo, demasiado. Muchos pibes solo habían visto las “malas”, más allá que se venía de cuatros empates consecutivos.

¿Cómo no entender la emoción de Chirola Romero, que le viene poniendo el pecho a esta situación?

Tras el festejo final, la gente se empezó ir feliz del estadio, cantando, a puro abrazo y emoción. Los primeros bocinazos se empezaban a escuchar en el atardecer platense.

Y con el estadio casi vacío ya, volvieron a salir al campo de juego los jugadores para sacarse fotos y festejar con familiares. Algunos hinchas volvieron y se agarraron del alambrado para seguir cantando.

Varios futbolistas se acercaron a saludar a la gente. “Gracias Nacho. Gracias chicos”, gritó alguien mirando a Miramón que junto a Lescano fue uno de los que se acercaron. El reloj marcaba las 19:20 y la gente por otro lado ya ganaba 7 y 50, pero en el camino se refrescaba con alguna gaseosa y cerveza.

Habían pasado 13 años, 13 largos años de masticar bronca. De perder o empatar mereciendo más. A veces tarda en llegar, pero al final, un día, hay recompensa.