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Old Fort, un penal que es símbolo de reconciliación

Allí estuvieron presos Nelson Mandela y Mahatma Gandhi. Actualmente es el templo de los derechos constitucionales, en un viraje que refleja el deseo de Sudáfrica de dejar atrás los terribles años del apartheid

Old Fort, un penal que es símbolo de reconciliación

Celdas de aislamiento al entrar en Old Fort / Leslie Graham

5 de Agosto de 2023 | 02:55
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El antiguo y temido penal Old Fort es “una desoladora estructura parecida a un fortín sita sobre una colina en el corazón de la ciudad”, tal como la recuerda Mandela en su autobiografía. Hoy es un espacio en el que pervive para el recuerdo el horror de los casi 50 años de segregación de la mayoritaria población negra del país. Convive con la Corte Constitucional, símbolo de la dignidad de la nación.

A los pies de la “Llama de la Democracia”, en el centro del recinto, figura grabado el preámbulo de la Constitución sudafricana, de 1994, un texto bellísimo. “Nosotros, el pueblo de Sudáfrica, reconociendo las injusticias de nuestro pasado; honramos a aquellos que sufrieron por la justicia y la libertad en nuestra tierra; respetamos a quienes han trabajado para construir y desarrollar nuestro país; y creemos que Sudáfrica pertenece a todos aquellos que viven en ella, unidos en la diversidad”, comienza.

El preámbulo termina con “Nkosi Sikelele” (Dios bendiga África en lengua xhosa o bantú, una de las once oficiales del país) que es también el título del que fue el himno nacional para la población negra, hoy fusionado con el “blanco” “Die Stem”.

Primera Constitución

La de 1994 (ratificada después en 1996) fue la primera Constitución de Sudáfrica tras el fin de casi medio siglo de apartheid y la liberación de Nelson Mandela, en 1990.

Se promulgó el 27 de abril de 1994, el mismo día en que se celebraron las primeras elecciones en la historia del país en las que pudieron participar los ciudadanos negros. Por eso cada año se celebra en esa fecha el Día de la Libertad.

En torno a la “Llama de la Democracia” figura la promesa de Mandela de que “nunca más las leyes de nuestra tierra destrocen a nuestra gente o legalicen la opresión y la represión. Juntos caminaremos, mano con mano, hacia un futuro brillante”, tal como reza la placa conmemorativa.

MÁS DE 2.000 PRISIONEROS

Construido en 1893, Old Fort Prison Complex fue en sus inicios una cárcel para hombres blancos y luego, brevemente, un fuerte militar. A principios del siglo XX se añadieron una sección para prisioneros varones negros, la penitenciaría de mujeres y el pabellón para los que entraban en espera de juicio.

Siempre superpoblada, la prisión tenía una capacidad para albergar 980 personas y llegó a acoger, a mediados de los años 50, coincidiendo con el principio del apartheid, a más de 2.200 prisioneros.

Como recuerda la web de la propia institución, no hay otro sitio de encarcelamiento en Sudáfrica con tal cantidad de hombres y mujeres de renombre mundial como los recluidos dentro de los muros de Old Fort, Women’s Jail y Number Four.

Además de Nelson Mandela y Mahatma Gandhi, por allí pasaron Joe Slovo (blanco antiapartheid, dirigente del Partido Comunista de Sudáfrica y luego del Congreso Nacional Africano, el partido de Mandela), Albertina Sisulú (activista contra la segregación) y Winnie Mandela, junto a decenas de miles de personas comunes durante sus 100 años de historia.

Gandhi había ido a Sudáfrica a trabajar para una compañía india en 1893 y ahí desarrolló el llamado “Movimiento de Resistencia Pasivo” contra la ley que imponía los pases para negros y “coloreados” (mestizos, indianos y asiáticos) a las zonas de blancos. Estuvo preso en Old Fort durante algo más de siete meses, entre los años 1908 y 1913.

LA OPRESIÓN Y LA IGUALDAD

El recorrido por el lugar pone frente a frente los dos mundos. Por un lado, las celdas en que fue recluido Mandela -en dos periodos distintos, en 1956, antes de ser juzgado por traición junto con 155 personas más, y en 1962, después de ser detenido en Durban, al sur del país-. Por otro, la Corte Constitucional, abierta en 2004, una vez que la cárcel había sido cerrada en 1983.

Ahora quedan los restos de lo que en su día fueron los sitios de tortura. Y en un costado, la Corte, construida en parte con ladrillos de las instalaciones de la prisión, un ejemplo para el mundo del anhelo de reconciliación que guió la vida de Mandela.

Por ello fue reconocido con el Premio Nobel de la Paz en 1993 junto con el entonces presidente del país, el moderado blanco Frederik de Klerk.

Para los negros, ir a prisión era parte de su rutina diaria porque era común que acabaran en Old Fort simplemente por haber olvidado el salvoconducto que les permitía entrar en las zonas de blancos solo para trabajar.

La humillación empezaba al entrar: los prisioneros debían desnudarse y permanecer así en el patio mientras los carceleros se burlaban de sus cuerpos, una práctica conocida como “tausa”.

Eran obligados a saltar y agacharse con las piernas abiertas para que los guardias inspeccionaran sus anos abiertos, según recuerda en los muros Indres Naidoo, preso en 1963.

“Los carceleros blancos nunca hubieran hecho esto a su propia gente”, admite en esos mismos muros de la prisión-museo Martin Shabangu, que ejerció como carcelero entre 1973 y 1980.

Solo Simon Gama, con ingresos repetidos entre 1940 y 1945, relata en los carteles explicativos cómo fue detenido en varias ocasiones por no llevar el pase: “Era liberado, arrestado de nuevo, liberado y arrestado de nuevo. Nunca pasó una semana en la que no fuera detenido. Crecí en la cárcel”.

Thabitha Seala, la abuela del guía Pius Xashimba -que ahora enseña y explica el lugar con entusiasmo- fue internada aquí por haber olvidado su “pasaporte” y solo pudo salir cuando llegaron a recogerla “sus amos”.

COMIDA PARA BLANCOS; BASURA PARA NEGROS

El menú diario en la prisión da buena cuenta del trato diferenciado entre blancos, negros y “coloreados”: “Los blancos comían como si estuvieran en un restaurante en el que se elige la comida; los negros comían basura”, señala en otro punto el carcelero Shabangu.

En la dieta de los blancos había pan, leche, verduras, carne y pescado, alimentos de los que también disfrutaban, en menor cantidad, los “coloreados”. Apenas los cataban los negros, que vivían sobre todo de “puzamandhla”, una mezcla de maíz y levadura que les daba fuerza para soportar el trabajo. El poco pescado que comían estaba podrido.

En Navidad, los blancos recibían una libra de pudin o pastel. El resto debían conformarse con una pinta de café o té con una onza de azúcar, y leche sólo si sobraba tras haberla ofrecido a los primeros, tal como recoge el manual de los prisioneros.

Todo eso es hoy un mal recuerdo sobre el que se ha construido la sede del organismo más representativo de la igualdad entre los hombres y las mujeres de Sudáfrica, blancos, negros o “coloreados”.

El 21 de marzo de 2004, coincidiendo con el Día de los Derechos Humanos, se inauguró el Tribunal Constitucional. En esa celebración 27 niños nacidos en 1994, el primer año de la democracia en Sudáfrica, recitaron la Carta de Derechos en los 11 idiomas oficiales del país. Al día siguiente, Constitution Hill, se abrió al público.

Y cada 27 de abril los sudafricanos de todos los colores celebran que son libres e iguales ante la ley.

Famosos
Además de Nelson Mandela y Mahatma Gandhi, por allí pasaron Joe Slovo (blanco antiapartheid, dirigente del Partido Comunista de Sudáfrica y luego del Congreso Nacional Africano, el partido de Mandela), Albertina Sisulú (activista contra la segregación) y Winnie Mandela, junto a decenas de miles de personas comunes durante sus 100 años de historia.

 

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Celdas de aislamiento al entrar en Old Fort / Leslie Graham

Un grupo escultórico recrea el espanto de la “tausa”, una práctica denigrante, en la que obligaban a los presos a permanecer y saltar desnudos / Leslie Graham

El activista Joe Slovo

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