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La Ciudad |En La Plata funciona la segunda biblioteca más importante del país

Sistema braille: historias y desafíos de los seis puntos en relieve

Más allá de las nuevas tecnologías, sigue siendo clave para la alfabetización e inclusión de las personas que no ven. La ley obliga a su uso en edificios, cartas de restaurantes y envases de medicamentos, pero no se cumple. Testimonios

Sistema braille: historias y desafíos de los seis puntos en relieve

El braille garantiza la posibilidad de producir texto propio y la individualidad en la lectura / Sebastián Casali

Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

14 de Enero de 2024 | 02:17
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Un tremendo accidente ocurrido un día de 1812 en un pequeño taller que fabricaba arneses, en la comuna de Coupvray (cerca de París) cambió para siempre la vida de un chiquito de 3 años y, décadas después, la de miles de personas. Sucedió cuando se puso a jugar con una lezna y un pedazo de cuero, imitando a su padre, y la herramienta le perforó un ojo. A los 5 años, aquel niño estaba completamente ciego. Se llamaba Louis Braille.

Aunque en ese lugar y por entonces no existían programas de educación especiales para no videntes, sus padres lo inscribieron en una escuela donde avanzó aprendiendo por recitación, hasta que, a los 10 años, se ganó una beca para estudiar en el Real Instituto para la Juventud Ciega (RIJC) de Francia. El fundador de esa escuela, Valentin Haüy, había inventado un sistema para leer que era muy básico: tenían unos pocos libros impresos con letras en relieve, de modo que los estudiantes tenían que recorrer con sus dedos cada letra de principio a fin para poder formar palabras y, con muchísimo esfuerzo, frases.

En 1821, Charles Barbier, un capitán del ejército francés, llegó al instituto para compartir un sistema de lectura táctil que él había desarrollado para que los soldados pudieran leer mensajes en el campo de batalla en la oscuridad. No usaba letras, sino puntos y guiones en relieve, y aunque la modalidad no entusiasmó a los estudiantes porque no estaba adaptada a la ortografía estándar, Louis Braille tomó ese código como base y lo afinó de a poco. Lo que hizo fue reducir los puntos en relieve para sentirlos con la yema del dedo en un solo toque. Para cuando tenía 15 años, había completado su nuevo sistema, cuya primera versión fue publicada en 1829. Utilizó una rejilla plana y una lezna, la misma herramienta puntiaguda que le había causado la ceguera.

Hoy, ese alfabeto táctil de seis puntos en relieve, distribuidos en tres filas y dos columnas, posibilita el acceso a la información y a la cultura a los 1.300 millones de personas en el mundo que tienen algún tipo de discapacidad visual, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es que, además de representar los caracteres del alfabeto, sirve a la simbología científica, matemática y a la música.

Aunque en la actualidad existen distintas herramientas digitales, como los audiolibros o lectores de pantalla que verbalizan a través de una voz lo que aparece en un dispositivo, el sistema Braille sigue siendo imprescindible para la autonomía e inclusión de las personas ciegas y con disminución visual.

“El braille es alfabetización”

“El braille es alfabetización”, asegura Sergio Rojas, responsable desde hace 10 años de la biblioteca Braille y Parlante de la Provincia, porque el audio “da acceso a la información, pero no la libertad de generar contenido propio e individualidad. Cuando uno lee, le pone su impronta y su voz”. Esto va en sintonía con el propósito general de este espacio creado en 1947 (ver aparte), que es el de “construir independencia para las personas con discapacidad”, explica Rojas, convencido de que las barreras que pretenden eliminar no “son solo obstáculos físicos, sino también simbólicos y culturales”.

Si bien el Braille es un sistema de lectoescritura para todas las personas que no ven, su acceso y aprendizaje enfrentan condicionamientos, muchos de los cuales tienen que ver con las historias individuales: “No es lo mismo quien nace sin ver o pierde la visión en los primeros años, que quien la pierde en avanzada edad”, aclara Rojas, porque mientras los primeros potencian los otros cuatro sentidos y los segundos se adaptan bastante bien a un aprendizaje que resulta más rápido, los últimos suelen atravesar la situación con angustia y la necesidad de adaptar su cuerpo a la nueva realidad. “Tienen que adiestrar la sensibilidad en los dedos para leer braille”, agrega, aunque las reglas ortográficas y el sentido de lectura, de izquierda a derecha, son iguales a las del sistema común.

En la sede de la biblioteca, en 5 entre 60 y 61, ofrecen cursos de braille abiertos a toda la comunidad, que permiten leer y escribir en un nivel básico de ese sistema en, por lo menos, tres meses.

Eso sí, advierten los responsables del espacio, se requieren “conocimiento, adaptación y constancia”. Para escribir, además, una pizarra con un punzón que marque de derecha a izquierda para leer en espejo; máquinas mecánicas (con las seis teclas) o digitales, como las disponibles en dicho espacio, que imprimen en doble faz y garantizan economía de papel.

Esto último es clave, ya que la escritura en braille demanda mucho más papel (y que sea de por lo menos 120 gramos) por la fuente tipográfica que ocupa entre tres y cuatro veces más espacio que la común, a raíz del tamaño del cuerpo y la falta de compensación óptica.

La difusión del braille choca también con la falta de docentes especiales, lo que genera un retraso en el aprendizaje de la lectoescritura de las personas que no ven. Noelí Minelli, usuaria desde chica y actual correctora de la biblioteca, puede dar fe de esas carencias desde su propia experiencia. Ella aprendió a leer y escribir en braille con poco más de 4 años, “pero eso también tiene que ver con el incentivo, el trabajo en casa, y otras cuestiones de cada persona. Hay chicos que por ahí tardan un poco más”, admite esta mujer que estudió magisterio, profesorado de ciegos y tecnicatura en braille.

Obstáculos en la enseñanza

Lamenta que “en la carrera docente no haya materias que enseñen a tratar a una persona con cualquier tipo de discapacidad”, lo que termina por exigir la asistencia de un maestro integrador que haga de nexo entre las escuelas especiales y las comunes. En estas últimas no se enseña braille y sí en las especiales, como la Nº 515 de La Plata, pero las clases son una vez por semana y la asistencia no es obligatoria.

Es en este punto que Rojas destaca al braille como sistema de alfabetización, porque garantiza la libertad para generar contenido propio, más allá del acceso a la información a través de, por ejemplo, el audio.

ESPACIOS Y OBJETOS INCLUSIVOS

La Argentina sancionó en 2008 la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad que, en su artículo 6, insta a los Estados a adoptar medidas que aseguren el acceso de las personas con discapacidad, en igualdad de condiciones con las demás, al entorno físico, el transporte, la información y las comunicaciones, y a otros servicios e instalaciones abiertos o de uso público.

Esto incluye la identificación y eliminación de obstáculos y barreras de acceso y, en particular, establece la obligación de dotar a los edificios y otras instalaciones abiertas al público de señalización en braille y en formatos de fácil lectura y comprensión. Eso dice la ley. La realidad está muy lejos.

“Se está viendo un poco más”, revela Noelí, “pero rara vez encontrás ascensores (con señalización en braille) o cajas de remedios”, entre tantas otras cosas necesarias en lo cotidiano, como juguetes, libros infantiles, electrodomésticos, envases de cualquier tipo y alimentos. La normativa regula que los locales gastronómicos, por ejemplo, tengan al menos una carta en braille cada 10 mesas, lo que claramente no ocurre. Aquellos que sí se ajustan a la ley suelen pedirle ayuda a la biblioteca, que se ocupa de hacer esos trabajos para entidades privadas cobrando el costo del material.

Algunas firmas de cosmética natural, laboratorios y tarjetas de crédito están empezando a sumarse a la tendencia, igual que empresas de servicio como Camuzzi, Edelap y ARBA, que envían boletas en braille a pedido del usuario.

Teniendo en cuenta los límites de espacio que este sistema tiene en papel (el texto de una página en tinta puede demandar cuatro en braille), sugieren combinar los sistemas disponibles. Por caso, que ciertos datos básicos se impriman en braille y el resto a través de QR.

Se estima que el 9 por ciento de la población argentina tiene algún tipo de discapacidad y, de ese total, 3 por ciento no ve. Como ya se dijo, el acceso al braille es complicado por falta de capacitación y costos elevados, aunque en la última década se avanzó en la creación de contenido y tecnología, como aplicaciones especiales o pantallas táctiles para lectura.

Algunos países sancionaron el etiquetado inclusivo y obligatorio con braille para productos básicos de consumo empaquetados, como la carne, el pescado, los huevos, la leche, el café y las conservas. También en algunos artículos potencialmente peligrosos, como los de higiene, pegamentos, encendedores y plaguicidas. Así de clave resulta este sistema para la vida cotidiana de las personas que no ven. Y también para su desarrollo profesional.

“Los estudiantes universitarios de carreras humanísticas, periodismo o derecho pueden recurrir al audio, pero no así en ciertas carreras como ingeniería química o matemática”, explica Rojas, seguro de que difundir la lectoescritura en braille es una manera de pensar que hay otros modos “de comunicarse y relacionarse, que no pasan por la vista”.

Con actividades y talleres que la abrieron a toda la comunidad, a la biblioteca se fueron acercando en los últimos años otras instituciones con distintos proyectos y un mismo propósito: “Entender cómo es mirar con las manos -dice Rojas-; no podemos ponernos en el lugar del otro, pero sí preguntarle qué necesita y trabajar en los puntos de coincidencia”.

Fue así como, entre otras cosas, encararon un proyecto con la Subsecretaría de Derechos Humanos bonaerense para intervenir con lectura accesible los espacios de memoria que conforman los ex centros clandestinos de detención, para incorporarles audiodescripciones, señalética en braille y planos hápticos que informan sobre la ubicación de los lugares y servicios principales, con referencias escritas en relieve, macrotipo y braille.

Todo este material, que se realizó con el equipamiento de la biblioteca, también es muy práctico por su diseño para las personas que ven, porque “vamos eliminando de a poco el braille blanco”, celebra Rojas. ¿A qué se refiere? A las impresiones que tienen solo relieve, sin tinta, lo cual limita a todas aquellas personas que no saben braille. “Esto es para todos, de modo que el objeto también sea inclusivo y no solo el contenido”, cierra.

Sistema
El braille es un alfabeto táctil de seis puntos en relieve, distribuidos en tres filas y dos columnas, que posibilita la alfabetización, la lectura y la escritura a las personas ciegas.

 

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El braille garantiza la posibilidad de producir texto propio y la individualidad en la lectura / Sebastián Casali

La biblioteca produce su material y también para organismos públicos y privados / Sebastián Casali

Noelí Minelli

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