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Información General |Relaciones de riesgo

Cuando los celos se vuelven peligrosos

Especialistas explican la emoción y los diferentes cursos que puede tomar a lo largo de la vida

Cuando los celos se vuelven peligrosos

Cuando los celos se vuelven peligrosos

12 de Septiembre de 2016 | 02:37

“Los celos son emociones inherentes en el ser humano. Son parte de los afectos constitutivos de la subjetividad”, dice Gabriela Galletti, profesora en psicología (UNLP) y mágister en Género, Sociedad y Políticas. Sin embargo, explica que en algunos casos pueden volverse patológicos y, por ende, potencialmente peligrosos para quienes estén involucrados en esa trama vincular.

La especialista explica que los celos son una emoción compleja y dolorosa que se produce a partir del desarrollo de sentimientos de pertenencia, el temor a la pérdida y el apego excesivo hacia algunas personas, que pueden ser hijos, pareja, padres, hermanos, amigos. Esta emoción se traduce en el temor y malestar ante la posibilidad de perder la cercanía, el amor o la exclusividad, según el tipo de vínculo que se trate.

Los primeros celos nacen en la infancia y en esa etapa se debería aprender a manejarlos de forma saludable: “El nacimiento de un hermanito o la necesidad de compartir los afectos de aquellas personas que creíamos únicas y exclusivas nos obligan a arduos trabajos de duelo, que nos conducen en la adultez a relaciones emocionales con menor temor a las pérdidas y al abandono”, explica Galletti.

“En las parejas, cuando se pretende ‘ser todo para el otro’ es precisamente cuando aparecen los celos patológicos”

Si todo se encuadra bajo los parámetros de la normalidad, a medida que las personas crecen, los celos infantiles se apaciguan. “Según nuestras características personales, familiares, sociales y de género, entre otras, vamos construyendo y deconstruyendo los vínculos y con ellos los celos. Los encontramos en nuestra cultura tanto en hombres como en mujeres”, dice Galletti.

Celos enfermizos

Sin embargo, en algunas personas los celos se tornan enfermizos. “Pretender ser ‘todo para el otro’ denota una falla en la constitución psíquica. En las parejas, cuando se pretende ‘ser todo para el otro’ es precisamente cuando aparecen los celos patológicos”, explica la licenciada Silvana Santoro, del Centro de Psicología Clínica, Laboral y Forense.

Santoro señala que pretender ‘ser todo para el otro’ implica desconocerlo como persona y tomarlo como un ‘objeto de posesión’. “En el afán de lograrlo es que comienzan los controles obsesivos, los acosos y la violencia”, dice la especialista, y plantea que los celos patológicos siempre conllevan violencia, aunque no siempre es física: a veces el celoso se muestra inseguro, dependiente o deprimido para manipular a la pareja. “Eso también es ejercer violencia”, dice la especialista.

La cultura sería un factor determinante en la forma que adoptan los celos. “En las parejas heterosexuales los celos masculinos aparecen apoyados fuertemente en la necesidad de exclusividad y en el deseo de posesión. En las mujeres, si bien estos afectos pesan, lo que duele y espanta es el temor al abandono y a la pérdida, todo ello de la mano de la cultura patriarcal que enfatiza la ternura en las mujeres y el poder y la posesión en los hombres”, señala Galletti.

En este sentido coincide la psicóloga especialista en género Nilda Galina. Señala que los celos en los hombres aparecen muy vinculados al sentimiento de que la mujer es de ‘su propiedad’ y que esto tiene una raíz cultural: “Esto explica por qué los hombres se sienten tan heridos cuando son abandonados. Les duele el orgullo y algunos incluso matan. Ser “cornudo” no es lo mismo para una mujer que para un hombre. A nadie le gusta, pero las mujeres no tenemos sentimiento de propiedad”.

También Dario Witt, que preside el refugio para mujeres golpeadas “Casa abierta María Pueblo”, acuerda con que los celos “siempre se dan dentro de determinado contexto cultural”.

Cuando se vuelven patológicos -alerta Galletti- no hay espacio para el diálogo, ni para la exploración interior. La persona que es celosa tiene su estabilidad emocional profundamente afectada, sufre con intensidad y su vida entera se ve alterada. Puede padecer una variada sintomatología caracterizada por intensos sentimientos de inseguridad, autocompasión y hostilidad dirigida hacia el exterior o contra sí mismo. Asegura que en estos casos “el carácter de los celos cambia y configura un problema grave del que no se sale sin ayuda profesional”.

Los celos patológicos pueden derivar en diversas formas de violencia, entre las que se incluye la física. Galletti diferencia dos tipos: las conductas agresivas vueltas hacia el interior, con la modalidad extrema de suicidio, y las dirigidas hacia el exterior, causando daños graves, lesiones o la muerte de la persona celada o de algún ser querido que queda en la línea de violencia.

También existen violencias más sutiles pero igualmente dolorosas, como lo son las burlas, la descalificación en público, la crítica cruel, el lenguaje irónico, la manipulación y la presión por medios económicos, afectivos y sexuales. “Hasta el vacío y la indiferencia afectiva intencional son ejemplos de esas violencias, que en casos extremos pueden llevar a la persona que lo padece al suicidio, a una depresión severa o a las adicciones como formas de escape”, afirma Galletti.

Los celos patológicos y el control son uno de los pilares sobre los que se apoya la violencia contra las mujeres en las parejas heterosexuales. Este tipo de vínculos puede terminar en femicidios. “Los celos aumentan en intensidad. Siempre ocurren por goteo”, alerta Witt.

En la mayoría de los casos, los celos se desarrollan en una estructura de poder asimétrica, en la que las mujeres se encuentran en una posición de desventaja o dependencia hacia su pareja.

“Están situadas como objetos de uso, goce y posesión de los hombres que las poseen o las han poseído en el pasado”, dice Galletti, y explica que los celos sirven de excusa para desarrollar conductas de dominio sobre el otro: control estricto, vigilancia de cualquier movimiento, invasión a la privacidad en el teléfono, conocimiento de las claves de las redes sociales, acceso a la correspondencia y las conversaciones, prohibición de mantener vínculos con compañeros de trabajo y amigos.

“Estas conductas violentas y restrictivas de las libertades suelen comenzar enmascaradas, con actividades que parecen atenciones pero que contienen maniobras de acaparamiento y domesticación. Produciendo la naturalización gradual de la violencia y la pérdida de la autonomía, muchas veces en nombre del amor o la familia”, describe la especialista.

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