

Estela Casalaga - CESAR SANTORO
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La ópera infantil estrenada en 1942 en el campo de concentración de Terezín vuelve a La Plata con su historia cargada de simbolismo
Estela Casalaga - CESAR SANTORO
Dicen que uno nunca olvida lo que recuerda porque el pasado, cuanto más doloroso es, menos pisado está. Y “Brundibár”, la ópera infantil que se estrenó en un campo de concentración en la Segunda Guerra Mundial y que fue utilizada por la maquinaria propagandística nazi para pintar de rosa la oscura realidad de esos días, es una obra cargada de simbolismo que vuelve a la escena platense con un mensaje profundo contra el horror, el genocidio y la discriminación, un mal que todavía nos acecha.
Producida por el Centro Literario Israelita y Biblioteca Max Nordau, “Brundibár” se ofrecerá este martes, a las 19, en el Coliseo Podestá, con entrada libre y gratuita. Esta versión, que contará con más de 60 artistas en escena entre niños, jóvenes y adultos, contará con la dirección de Estela Casalaga.
Con música de Hans Krása y libreto de Adolf Hoffmeister (ambos checos), la ópera creada y representada en el Campo de Concentración de Terezín, República Checa, en 1942 y en ella participaron los niños que allí vivían.
El argumento de la obra consiste en dos hermanos, Aninka y Pepíek, que tienen a su madre enferma. El médico indicó que para curarse debe beber leche pero los niños no tienen el dinero necesario para comprarla. Entonces, intentan conseguirlo cantando en la plaza. Brundibár, un organillero (organista de manivela), los echa porque considera que ese es su territorio. Un gorrión, un gato, un perro y otros niños del lugar se solidarizan con los hermanos para intentar sortear los obstáculos que les opone el malvado Brundibár.
“Es una historia para niños, con moraleja: si nos unimos todos, podemos vencer”, definió Estela Casalaga, en diálogo con EL DIA, a la historia de la ópera que dirige y que significó un gran desafío en cuanto a la formación de un equipo de profesionales de distintas especialidades: “preparador de cantantes, preparador de orquesta, directora de escena, vestuarista, realizadora de objetos de utilería, maquilladora, especialista en iluminación y video y sonidista: reunirse y aunar criterios”.
Porque en esta versión, al igual que en la original, los protagonistas son chicos de entre 10 y 17 años. “Los solistas son, en su mayoría, alumnos de Práctica Coral de niños y adolescentes del Conservatorio de Música Gilardo Gilardi, estudiantes de canto de la institución y adolescentes que fueron mis coreutas, hace ya unos años, en la Escuela Anexa, y que están ahora en el Colegio Nacional y en el Bachillerato de Bellas Artes. El coro está formado por mis alumnos de Práctica Coral de niños y adolescentes del Conservatorio Gilardi y por el Coro de niños de Max Nordau, que dirige la Profesora Vanina Rivarola”, explicó Casalaga.
Entusiasmados y comprometidos, a los jóvenes protagonistas de la ópera infantil los “movilizó la temática” y en el proceso de creación fue importante, casi un punto de inflexión, según aseguró la directora, la disertación del Agregado Cultural de la República Checa, que concurrió a Max Nordau a hablar sobre el Ghetto de Terezín.
Krása escribió la partitura de “Brundibár” en 1938. En 1942, por su condición de judío, fue deportado al campo de concentración de Terezín, a media hora de Praga, y en 1944 fue trasladado a Auschwitz donde murió en las cámaras de gas, junto a varios de los protagonistas de la obra.
Cuando Krása llegó a Terezín reescribió la ópera de memoria porque no había podido llevársela consigo. Como se sabe, este ghetto fue utilizado por los nazis para ser mostrado, en una inspección de la Cruz Roja, como una “ciudad modelo”. Por esta razón durante un tiempo, permitieron a los internos del campo jugar al ajedrez, hacer gimnasia, formar una orquesta e interpretar la ópera ‘Brundibár’. Todo esto fue filmado y puede verse en internet: la película se llama “El Führer regala una ciudad a los judíos”.
Según estimaciones, entre 1942 y 1944 la ópera fue representada alrededor de 55 veces, y era vivida por los niños deportados como una realidad paralela a la que poder viajar desde el encierro, como una ayuda para poder sobrevivir.
“Dado que en el campo de concentración vivían en condiciones degradantes, miserables: hacinados, pasando hambre y frío, sufriendo enfermedades, que eran tratados peor que las peores bestias, el momento de ensayar e interpretar la ópera, era el único momento en que podían conectarse con la vida, y fortalecerse para poder resistir”, consideró Casalaga.
Por eso, para ella, y todos lo que son parte de esta obra, es tan importante no sólo su recuerdo sino su interpretación.
“Representando esta ópera estamos trabajando sobre la memoria, para no olvidar el Holocausto, para no olvidar otras formas de genocidio, y luchando también contra la discriminación, siendo estos, valores que promueve el Centro Literario Israelita y Biblioteca Max Nordau”, concluyó.
Estela Casalaga - CESAR SANTORO
En un ensayo
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