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Opinión |ENFOQUE

G-20, el arte y la protesta

G-20, el arte y la protesta

AP

Por JUAN PABLO PETTORUTI (*)

8 de Julio de 2017 | 00:50
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A fines de mayo del corriente se dejaban escuchar las primeras manifestaciones en el Schanze de Hamburgo en contra del entonces venidero G-20.

Las primeras pancartas se referían al controversial Trump y todo el revuelo que generaba su presencia (no deseada por algunos sectores sociales) en tierras germanas. Con el pasar de las manifestaciones, que crecían paulatinamente en cantidad de participantes, se sumaban tanto nuevas consignas y como funcionarios policiales.

Remontándonos aún más atrás en el tiempo, a principios de 2017, se puso en marcha Hamburgo un plan de “embellecimiento” urbano, que consistía en “rescatar” (y perdonen el exceso de comillas) a las personas en situación de calle que se exhibían en las calles de la ciudad del norte.

Esta iniciativa tuvo sus detractores, quienes acusaban a las autoridades estatales de querer esconder bajo la alfombra la real situación social alemana ante los altos mandatarios internacionales. El repudio al G-20, en el cual se trata, entre otros temas, el terrorismo; ha llegado a su mayor expresión con la performance artística “1000 Gestalten”, que consistió en 1000 personas con vestuario y maquilladas trasladándose por el centro de Hamburgo con un andar cansino y pesado, una masa móvil de 1000 personas embarradas.

Según cuenta la compositora argentina Moxi Beidenegl, quien participó activamente de la acción, “la idea era hacer una protesta en forma artística”, y según lo expuesto por el grupo de artistas organizador Neu am See en su sitio web, “la performance buscaba mostrar lo encorsetados y atrapados que nos tiene el sistema”.

El arte, en esta ocasión ha sido una de las vías más acertadas para protestar, llegando a lo profundo del problema sin violencia pero con la potencia de la creación colectiva. El mensaje fue claro y fuerte, y ni la fuerza policíaca ni la represión pudieron hacerse presentes.

No es la primera vez que la expresión artística en Alemania acierta exponiendo lo oculto, centrándose sobre lo que no se habla. En 2016 el artista Ai Wei Wei, en un esfuerzo por llamar la atención de la comunidad internacional sobre esta crisis humanitaria, recogió 14.000 chalecos salvavidas dejados atrás por los refugiados llegados a Lesbos, para envolver las seis columnas del Konzerthaus Berlín, la sede oficial de la Orquesta Sinfónica de Berlín.

A principios del año pasado la pequeña y turística ciudad de Lübeck, los transeúntes se encontraron con 25 bicicletas chatarra saliendo de los afluentes de la ciudad. La instalación sonora “Invisible” se llevó a presentó durante una semana en la explanada del centro de la ciudad, junto al río.

La obra artística funciona como medio de manifestación social, confrontación y queja sin utilizar la violencia

Mediante la instalación sonaron durante dos semanas relatos que confrontaban confrontaba al público desprevenido y aventuraba explicaciones en torno a la queja anónima de una parte invisible de la sociedad que cada año hacía desaparecer cada vez más bicicletas en el fondo del agua, convirtiendo un símbolo del cuidado del medioambiente en basura contaminante.

También el artista Jochen Gerz lo entendió perfectamente: por las venas centroeuropas corre un fuerte caudal de silencio.

Su obra, los “antimonumentos”, son esculturas e intervenciones ocultas inspiradas en problemáticas socioculturales (también ocultas) que requieren se hable de ellas para completarse, se las nombre y se los recuerde, para que el silencio y la invisibilidad no se apoderen de ellas.

El arte nos demuestra que hay una forma de mostrar y presentar lo oculto, la problemática subyacente; y nos permite interpretar y luego expresarnos al respecto.

En los anteriores casos la obra artística funciona como medio de manifestación social, confrontación y queja, sin utilizar la violencia. Llega hasta lo profundo, va al hueso y no se superpone a los derechos del resto de la sociedad. Es, tal vez, una forma más que práctica para “marchar”en contra de la injusticia.

Moxi agrega sobre el final de nuestra charla que “el largo recorrido con el peso del traje bajo el sol hizo que ya no fuera actuada nuestra forma de andar, y que el momento final de la llamada liberación, fuera un momento intenso y fuerte.

Fue tanta la adrenalina que cuando terminamos volvimos al “campamento” corriendo, embarrados, sucios, pero felices, encontrándonos con amigos, abrazándonos y gritando. Fue un momento hermoso”.

 

(*) Compositor y escritor platense, que reside en Alemania

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